Bucle *Antología*

Murciélago. (Drabble) Dramione de ¿Quien es Draco Malfoy? #Hauntober 13

—Estoy en casa.

Draco apenas había abierto la puerta cuando un grupo de murciélagos de papel lo atacó. Las figuras de papiroflexia chocaban contra cada pared, cosa o persona que se interpusiera en su camino.

—¡Granger!

Hermione escuchó los gritos del rubio desde el baño, más no hizo ningún esfuerzo por salir, tomándose su tiempo en envolver su cuerpo con una pequeña toalla qué le cubría solo lo necesario para caminar hasta el dormitorio.

—¡Granger!

—¿Draco, honestamente es necesario que grites tan fuerte? Los vecinos se dirán de que te maltrato.

—¿Y no lo haces?

—No, en realidad te trato muy bien. No pagas alquiler, no haces de comer, no haces aseo, no tienes un horario de llegada, lo que francamente a veces es molesto y ni hablar de las cantidades estratosfericas de café que consumes cada mañana.

—¿Desde cuando guardas todas esas quejas? —Draco no vio cuando la bruja salió, concentrado de ahuyentar a tres murciélagos qué no de bajan de perseguirlo.

Hermione contuvo la risa, esperando pacientemente a ser notada.

—¿Realmente quieres la respuestas?

—No lo preguntaría si no fuera así. — tres murciélagos más se habían sumado para chocar una y otra vez contra su cabeza. —¡Jo-der, porquería de murcielagos!

—¡Inmobilus! —todos las figuras quedaron suspendida en el aire.

—¡Al fin! Gracias. —Draco palmeó sus hombros como si algo se le hubiera pegado en la ropa. Cuando finalmente buscó a Hermione se dio cuenta de lo tonto qué realmente era.

—Creo que vivir en el lado muggle te esta afectando. Mira que olvidar qué con un simple movimiento de varita podías pararlos. —Hermione no perdió oportunidad de burlarse, desfilando confiadamente frente a él hasta la habitación.

Draco la siguió con una mirada afilada, clavado al piso y con la respiración contenida, sin perder el hecho de que la bruja no cerró la puerta para vestirse, eligiendo dejarla entreabierta.

—Sabes, Granger, creo que te has vuelto un poco descarada en estos últimos meses.

—¿Por decirte que vivir aquí te ha vuelto un poco muggle o por encantar inofensivos murciélagos de papel para darle un toque divertido al Halloween?

—Lo primero es ofensivo, lo segundo no necesario y a lo que realmente me refiero es a ti, en esa diminuta toalla, andando por todos lados como si aún vivieras sola.

—Vivo sola. —su siguiente desfile lo realizó de la habitación a la pequeña cocina. La toalla se fue y en su lugar optó por usar una de las playeras de Draco, lo bastante larga para cubrir sus interiores, pero no tanto para tapar el largo de sus piernas.

—¿Esa es mi ropa? —el rubio pestañeo con la boca seca.

—Prácticamente nunca estás. —Hermione siguió como si no lo oyera, sacando una olla y ver tiendo agua para preparar fideos. —Y si llegas es solo para dormir y de día.

—No sabía que me extrañaras tanto. Lamento tener que ir a trabajar.

—No te extraño, pero es incómodo siempre andar de puntillas para no despertarte.

—El pub requiere de mí persona casi todo el tiempo, esos elfos y vampiros no saben administrar correctamente.

—Lo hacían bien sin ti antes.

—¿Oigo celos?

—No se puede estar celosa de un trabajo, Draco.

—Oh, pero lo estás. Si lo que quieres es mi compañía, entonces solo tenías que decirlo. No era necesario encantar murciélagos para atacarme al llegar o caminar semi desnuda. Me tienes, bruja. —Draco acortó la distancia lentamente, hasta llegar detrás de ella, cogiendola por la cintura con ambas manos, pegandose a ella y atrapando la entre su cuerpo y la estufa. —Soy todo tuyo.

—¿Enserio?

—Siempre y cuando tú seas toda mía. —sopló en su oído.

—Lo soy.

Draco no se aguantó más tiempo, sorpresivamente la giró hacia él y la beso con toda la pasión qué había estado guardando desde mucho tiempo atrás. Hermione hizo lo mismo, respondiendo con igual intensidad.

—Mejor apaga eso y vayamos a la habitación.

—¿No quieres cenar?

—Eso haré.

Hermione comenzó a reír, Draco amaba verla hacerlo, era su imagen favorita.

—Vamos entonces.

—Solo una cosa más antes de que pierda la razón. —Dijo el rubio hundiendo sus pulgares en los huesos de la cadera de su novia. —No más murciélagos, ya tengo mucho con los que trabajo.

—Lo que ordene, amo.

—Me encanta tu sumisión.