Para siempre.

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-Advertencias.-

·Los personajes son adultos./ Bakugõ y la protagonista son pareja./ Escenario cagado de diabetes.

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El vapor se dispersaba por toda la habitación. El agua de la ducha había dejado de correr y sus cuerpos se aunaban al calor del ambiente. Se sentían livianos, frescos y con una sensación de hormigueo que se trasladaba por todos sus músculos, luego del baño que ambos compartieron.

Bakugõ terminaba de secar su cabello, el cual quedó despeinado y con sus mechones apuntando en todas direcciones cuando apartó la toalla y pasó a situarla alrededor de su cadera. Tú terminabas de envolver la tuya sobre tu torso y apartabas algunos mechones húmedos que caían en tu cara.

Centraste tu vista en la sortija que antes habías dejado sobre el lavabo, no queriendo que se estropeara o perdiera en medio de la ducha. Así que estiraste tu brazo con las intenciones de volver a situarla en tu dedo anular de la mano izquierda. Sin embargo, antes de que éste pudiera adentrarse en tu dedo, una mano detuvo tus movimientos.

Bakugõ se situó frente a ti y te arrebató el anillo, cogiendo tu mano izquierda entre la aspereza de la suya. Con movimientos lentos, seguros, y una mirada cálida y rebosante de orgullo situada en tu pequeña mano, deslizó el objeto circular por tu dedo hasta que llegó a su punto límite; volviendo a localizar el anillo de compromiso que durante meses se mantuvo allí. La joya en el centro destelló bajo la mirada de ambos y, luego, estas se encontraron cuando alzaron sus ojos para verse con calidez.

No podías describir la expresión de Bakugõ con solo unas palabras cuando, en realidad, provocaba los sentimientos más profundos dentro de tu pecho. El carmesí de sus iris destellaba únicamente hacia ti, mostrando el rojo más encendido nunca antes visto. Emanaba calidez, pasión, y un refulgente amor. La felicidad te embargaba y no había otro momento que pudiera igualar éste instante; con el amor que siempre deseaste frente a tus ojos; en vuestra casa; y demostrando lo que sentía con una simple acción, la cual, jamás dejaba de cometer.

—¿Siempre harás lo mismo? —Sonríes atontada.

—Siempre —afirma seguro, en un ronroneo. Sus dedos se entrelazan con los tuyos y unen sus manos lentamente. Su mano libre toma con posesión tu cadera, atrayéndote en un segundo a él, hasta que sus cuerpos chocan y sientes la calidez proveniente de su torso descubierto. Agacha su cuello hasta dejar sus labios suspendidos a centímetros de los tuyos y que desprendieron su aliento cuando comentó—: Así te demostraré que siempre serás mía.

Sonreíste ampliamente antes de que te besara. Fue un beso lento, cálido, posesivo y que, con aquella simpleza, tu pecho echó brotes de amor. Relajaste tu figura, arqueando tu espalda cuando su brazo rodeó tu torso y lo apretó contra el suyo. Tu mano libre se situó sobre su clavícula, sintiendo la humedad que aún portaba su cuerpo.

—Mía —volvió a repetir en un murmuro contra tus labios.

—Tuya.

Volvió a besarte al segundo de vocalizar esa palabra, que desató una revolución en el pecho del rubio ceniza, sintiéndose complacido ante la guerra enardecida que ahora mismo combatía en su corazón, y que acrecentaba el ritmo de sus latidos.

Separaron sus bocas luego de unos segundos que, desde otra perspectiva, resultaron ser eternos; queriendo grabar cada sensación y tacto que tenían con el otro. Juntaron sus frentes y se mantuvieron estáticos en aquella posición; aún con tu mano izquierda entrelazada a su diestra, y con sus cuerpos amenazando a aunarse por la pasión.

Los ojos de Bakugõ se mantenían entrecerrados, casi sin dejarte visualizar el carmín de sus iris por las cortinas de pestañas gruesas y opacas que tenía. Sin embargo, algo cosquilleó en tu estómago cuando los abrió y fijó su vista en el centro de tus ojos. Aprehendiste la manera en la que se mordió los labios y embistió una mirada deseosa hacia tu persona, pero siendo un deseo diferente al que minutos atrás, en medio de la ducha, expresaron con jadeos y caricias lascivas. Ahora era un deseo sentimental, cariñoso y pasional.

El cual, límites parecía no portar.

—Mi mía —volvió a asegurar, dando un ligero apretón a sus manos entrelazadas.


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Micro Escenarios de Bakugõ Katsuki •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora