-Advertencias-
·Bakugõ y la lectora son alumnos de la academia U.A./ Viven en los dormitorio./ Momento de la historia cuando Bakugõ queda castigado luego del examen de licencia provisional.
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—Dijiste que el conejo estaba aquí... —susurraste con seriedad y totalmente incrédula ante lo sucedido.
—Lo que menos me importa ahora es el jodido animal, (Nombre) —reniega Bakugõ.
—No te muevas tanto... ¿No ves que apenas hay lugar? —te quejaste ante los movimientos inquietos del rubio que no cesaban ni un segundo.
Ambos habían quedado encerrados en el pequeño depósito que había en la sala en común de los dormitorios; el pequeño lugar donde solo se guardan los materiales de limpieza y demás.
Habías vuelto temprano de las clases ya que no te sentías muy bien a causa de haberte sobreexigido con tu quirk pero, al llegar al edificio, te encontraste con los gritos y quejas del rubio ceniza de particularidad explosiva, totalmente colérico al no poder atrapar al conejo de Koda que se había escapado de su jaula.
Lo viste como una simple tarea y comenzaste a ayudarlo aunque Bakugõ se quejara, renegando de que era capaz de atrapar a un pulgoso animal, como él lo llamaba.
En un momento, Bakugõ se adentró al depósito afirmando que allí había visto al conejo entrar. Lo seguiste con la intención de ayudarlo, ya que el lugar se veía abarrotado de pertenencias y, quizá, su corta paciencia no ayudaría. Sin embargo, en un bruto movimiento la puerta se cerró y cuando el rubio buscó abrirla, con su innecesaria y exagerada fuerza, arrancó el picaporte de cuajo, logrando que del otro lado también cayera y no pudieran volver a abrir la puerta.
La distancia que mantenía un cuerpo del otro era casi nula y tu pecho chocaba contra el del rubio. Más aún si se removía tanto en su lugar. Un factor que les llevaba la contra, desde tu perspectiva, era que el foco de luz de aquella habitación se había quemado hace más de cinco semanas y jamás lo volvieron a cambiar... Dejándolos a ustedes en la completa oscuridad.
—¿Cómo quieres que me quede quieto si tengo un jodido estante detrás mía clavándose en mi puta espalda? —refunfuña, y chasquea la lengua molesto.
Tan corta era la distancia que, al hablar, sus alientos se mezclaban y chocaban el rostro del contrario.
—¿No puedes hacer una explosión para sacarnos de aquí? —inquiriste, buscando soluciones.
—¿Quieres que vuele todo el maldito lugar, (Nombre)? —cuestiona con un ceño fruncido que no pudiste ver. Vuelve a chasquear la lengua ante tu idea que solo les daría una reprimenda de parte de Aizawa—. Piensa mejor, joder.
—Al menos estoy buscando soluciones, no como tú que no haces más que quejarte.
—¡¿Hah?! ¡También estoy pensando, bastarda, pero no puedo hacerlo si me desconcentras!
—¡¿Qué?! ¡No estoy haciendo nada! ¿Cómo voy a desconcentrarte si apenas te veo? —cuestionaste, igual de irritada que él.
—¡Solo no te muevas, maldita sea! —exclama Bakugõ.
—¡Pero tú eres el que se mueve!
Ahora, tú también comenzaste a moverte inquieta, chocando con su pecho y pisando objetos de limpieza que se habían caído por sus tantos movimientos brutos. Sin embargo, quedaste tiesa al sentir las cálidas manos de Bakugõ aferrarse a tus caderas.
—Quieta, dije —murmuró en tono ronco y juraste que, al oírlo en una frecuencia tan baja, su voz llegó a temblarte hasta el alma. El contraste que hubo entre sus ásperas quejas y este comentario tan bajo te otorgó un escalofrío.
Ambos mantuvieron sus cuerpos estáticos en medio de la penumbra y el silencio. Dejaste de respirar por escasos segundos y centraste tu atención en cada parte que tu cuerpo tocaba del contrario. No podías implementar la palabra "rozar" porque era lo que menos hacían. Podías sentir sus muslos contra los tuyos, su pecho —moviéndose agitado en una respiración irregular— sobre el tuyo y sus manos parecían ser el mismísimo infierno de tan cálidas que estaban. Dudaste de si, en verdad, no estaba activando su particularidad en ti.
Volviste a respirar un tanto agitada, quizá, más que el rubio ceniza. Tu aliento chocando contra sus labios agitó el pulso de Bakugõ y apretó con más fuerza tus caderas entre sus manos, logrando que dieras un pequeño respingo en el lugar y tu corazón comenzara a avisar, totalmente acelerado, que el calor allí era demasiado para tu cuerpo y tolerancia.
—Quiero que te quedes quieta, (Nombre)... O yo... —La punta de su nariz chocó la tuya, le brindó una suave caricia.
—¿Tú qué...? —jadeaste.
—Solo no te muevas.
—Pero, debemos salir... Y el conejo... —Volviste a moverte, queriendo situar tus pies en una mejor posición y apartar los productos que estabas pisando... Pero él te había dicho, justamente, que no te movieras.
Bakugõ exhaló con fuerza, se oía frustrado.
—Dije que lo que menos me importa ahora es el condenado y puto animal —murmuró, tan cerca de tus labios que estos llegaron a rozarce por leves segundos.
Abriste tu boca ante ese suave y breve tacto, y tu estómago dio un fuerte vuelco... Deseando más.
No supiste quién de los dos fue el que cortó la última distancia pero, cuando menos lo esperaste, Bakugõ había posado su boca sobre la tuya. Te estaba besando. Sus labios se movieron dominantes, codiosos y deseosos de más al primer segundo que probó de tu boca... Mejor dicho, deseosos desde hace mucho tiempo, conformándose con verlos a la distancia... Hasta hoy.
Le correspondiste el beso sin dudar, sintiendo cada fogosa emoción estallar dentro de tu cuerpo, como si la particularidad del contrario pudiese activarla en tu interior con solo deslizar sus manos por tu cintura.
Bakugõ no se arrepintió cuando fingió haber visto al conejo entrar al depósito.
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Micro Escenarios de Bakugõ Katsuki •
FanfictionDicen por ahí, que la magia de la vida se esconde en los pequeños momentos. Para poder entender mejor esa expresión, me atreví a crear un libro con muchos escenarios que demuestran cómo un sentimiento tan grande cabe en un escrito tan pequeño. ¡Bie...