Ñam... ¡Dulce!

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-Advertencias-

·Bakugõ y la protagonista son adolescentes. Van a la preparatoria.

·····



Las cigarras proliferan sus cantos con vigor y aletean a la mínima brisa que tienen oportunidad de sentir en aquel cálido clima. Pero sus esperanzas son escasas, al igual que para cualquier habitante de Japón, al creer que el tiempo aminorará su temperatura o les brindará alguna noche lluviosa con una ventisca fría o, mínimamente, una tarde nublada. Nada de eso puede pasar a comienzos del verano, donde cada día las calles son tan ardientes como un río de lava, donde el aire es tan seco que casi no existe y los cuerpos se bañan en sudor hasta pegar la ropa a la piel.

Sin embargo, no todo era tan insufrible para ti si ya sabías que las clases habían acabado, teniendo la oportunidad de vacacionar con tu familia y, como siempre, visitar el pueblo de tu abuelo en las montañas junto al valle. Pero en este momento te era imposible ver todo tan glorioso como se presentaba y mucho menos podías imaginar el lago de agua fría en el que siempre te zambullías al estar de regreso de tu último día de clases, bajo el portentoso lumbre del sol, con tu bolso al hombro y la camisa del uniforme siendo un padecimiento tan asfixiante como si te encerrases en una burbuja.

—Mierda... Hace demasiado calor —ululas con desgana, arrastrando tus pasos por la calle con una postura desganada, con tus brazos meciéndose a ambos lados de tu cuerpo.

—¿Quieres callarte de una vez? Comienzas a irritarme —habla tu amigo a tu lado, con tono áspero, cansado e irritado—. Llevas todo el camino quejándote. No dejarás de tener calor por hacerlo, idiota.

Bakugõ estira el cuello de su camisa enganchando su dedo índice en la uve que formaban los primeros botones desabrochados, e intenta darse algo de aire al agitar la prenda. Gotas de sudor descienden por su cuello hasta absorberse en la blanca tela, transparentando algunas zonas hasta dejar ver su piel. Sus facciones se ven cansadas, molestas por el calor y los rayos de sol impactándolos de frente, pero, a diferencia de ti, se mantiene callado en su caminata. Sus mocasines dan pasos lentos y desganados, con los pantalones ceñidos arrastrándose por el pavimento. Su bolso también lo cuelga al hombro, y evita como puede descansar las manos dentro de sus bolsillos como hábito ya creado, puesto que no tolera el calor y solo desea llegar a su casa para darse un fresco baño.

—Imposible que pueda dejar de tener calor si todas las calles por las que caminamos no hay nada de sombra —respondes con gesto serio, entornando la vista a tu entorno.

—Jódete. Tú quisiste venir a mi casa.

—Bueno, fue el último día de clases. Quería hacer algo más que simplemente volver a mi casa y aburrirme. —Te encoges de hombros mientras comienzas a abanicar con una mano tu rostro.

—Tampoco esperes hacer algo en mi casa. Tengo cosas más importantes que hacer. —Gira su cuello para verte con una ceja alzada, dándote su queja y advertencia con cada músculo de sus facciones, sin embargo, se queda varios segundos analizando tu rostro por más tiempo hasta que frunce el ceño y exclama—: Demonios, (Nombre). Tu cara es un maldito tomate. ¿Tanto calor tienes? —Echa el cuello hacia atrás para darle un análisis a todo tu estado agotado por el calor, mirándote de pies a cabeza.

—¿En serio? ¿Tanto? —cuestionas algo preocupada, llevando tus sudorosas manos a tus mejillas para patentar el calor que emanabas.

Bakugõ observa las gotas de sudor y la película brillosa en tu frente, junto al color carmín que adorna toda tu expresión. Chasquea la lengua al pensar en que aún falta un largo trayecto hasta llegar a su casa y observa todo su entorno a fin de encontrar algo que pueda ayudarte. Para buen fortunio, a unos metros de distancia, justo en la próxima esquina, ve un almacén en donde piensa que pueden comprar algo fresco para la convalecencia de tu estado.

Micro Escenarios de Bakugõ Katsuki •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora