Eyes on you.

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-Advertencias-

· A.U universitario.

· Bakugõ y la lectora son pareja.

· Narrado en primera persona.

·····




¿Qué fue lo que hice?...

Me lo pregunto todo el jodido tiempo.

¿Qué fue lo que hice para que este hombre estuviera hoy junto a mí? 

No estoy solo junto a ti, idiota.

Eso me diría él si pudiera escuchar mis pensamientos. Ya me lo ha repetido varias veces antes.

¿Qué fue lo que hice para que él se fijara en mí de entre todas las que estaban a su alrededor?

¿Qué fue lo que hice para que su corazón latiera demasiado rápido la primera vez que lo abracé?

¿Qué fue lo que hice para que Katsuki se enamorara de mí?

Hasta el día de hoy, a veces me lo planteo como dilema.

Lo miro ahora, desde el mostrador de la cafetería en la que estamos haciendo un descanso antes de volver a clases en la universidad. Pedí dos cafés para ambos; el mío con crema. El suyo; con un extra de canela. Y en la espera de nuestro pedido, me perdí viendo por el ventanal grande que rodea el local para observar las calles mojadas en plena tarde de un día demasiado lluvioso. Amaneció lloviendo, y continuó así largas horas. Ahora solo caen vestigios suaves y ligeros de una pobres pero perpetuas nubes grisáceas.

Los autos transitan el asfalto, y el paso de las ruedas sobre el suelo mojado se oye como si pusieras papas a freír en aceite. Todas las personas caminan con grandes abrigos; algunas corren, otras disfrutan. No hay viento frío, pero pese a ello me sentí muy reconfortada cuando entré a la calidez de la cafetería. Ya no huelo el cemento mojado de las veredas o la humedad del aire, ahora solo percibo el café, la crema, y varias tonalidades dulces. 

En cuanto quise seguir viendo el torrencial dormido en el exterior y el cielo gris pero brillante por seguir siendo pleno día, algo más atrajo mi atención. Y fue aquella taimada (o maliciosa) pregunta de antes cuando mis ojos cayeron a una pequeña y redonda mesa junto al ventanal, donde Katsuki está pasando página del libro de aritmética de tercer nivel. 

Prometió ayudarme a repasar antes de tener nuestro examen más tarde. Así que debe estar repasando todas las páginas con las que me torturará dentro de pocos minutos. Pero no son sus despiadados planes para ponerme nerviosa lo que hacen que caiga mi codo sobre el mostrador y lo observe con quien mira las nubes pasar en un día cálido. Sino que lo es su propia calma y serenidad. 

Tiene el pómulo derecho apoyado en los nudillos de su mano, mientras la mano adversa corre cada página ante él. Sus pestañas largas se baten lentas sobre dos orbes que parecen el sol en un atardecer perezoso pero destellante por su gran rojo. Brillan y viven calmos, como entes pacíficos que yo me perpetuo a admirar... o más bien me atraen a observar.

Su rostro está sin ninguna expresión; no connota ni una pizca de cansancio sabiendo que durmió poco para este día. Solo son unos vagos rastros apenas oscuros bajo sus iris que, considerablemente, le dan ese aspecto de estudiante de tercer año. Lleva los labios algo rosados, más de lo habitual, pero eso es culpa mía por haberles dado una pequeña mordida en medio del beso antes de entrar al local.

Suele quejarse siempre de mis mordidas, pero es en vano si luego me las devuelve. Aunque hoy lo vi sonreír a medias, mirarme desde su altura y notar cómo destellaba otro tipo de afecto desde sus ojos. Un afecto más íntimo, acogedor, cálido y profundo; como el corazón de una hoguera.

Y yo aquí, con el privilegio de tenerlo a mi lado, de ser su pareja. ¿Qué habré hecho para que se enamorara de mí?

Una vez se lo pregunté; estaba en su casa, en su cuarto. Habíamos terminado de cenar lo que Mitsuki nos preparó, y estábamos descansando con una charla en su sofá, con la habitación en penumbra. No me respondió cuando se lo dije, pero se mordió los labios y me tomó hasta sentarme sobre sus piernas, me agarró del rostro con sus manos de tacto caliente y fue directo a besarme. Lo hizo como si yo fuese una muñeca de porcelana, me tomó con delicadeza al inicio pero con vehemencia en el tacto de sus labios contra los míos; en un acto que ocultaba más deseo y anhelo. Gritando en silencio una respuesta que guardo.

De repente, Katsuki cierra el libro con cierta fuerza, de un modo que hasta yo lo escucho, y eleva la cabeza ya con su expresión impaciente resurgiendo con la habitualidad de cada día. Me mira, y yo sonrío. Arquea una ceja y pone los ojos en blanco luego de negar con la cabeza.

Y ahí me doy cuenta, de la mano que no para de tocarme el hombro para llamar mi atención.

Miro a la izquierda, y la empleada de la cafetería está con una mezcla de nervios y preocupación, mirándome de forma rara. No la escuché en ningún momento.

Ya tiene los cafés en sus manos, y oscila su mirada de ellos hacia mí. Pido perdón con una risa nerviosa, explico que me distraje y tomo lo que me corresponde. Pero cuando doy un paso atrás para ir hacia la mesa con la persona que, supuestamente, debía esperarme, me lo encuentro justo detrás mía impidiéndome caminar.

Me mira con una ceja arqueada mientras la otra está muy tensa y le entorna el párpado del ojo. Percibo diversión en su cara más allá de que parece querer reprenderme por tener los brazos cruzados sobre su pecho y mirarme autoritario.

—¿Dónde diablos tienes la cabeza? —espeta, y no puedo evitar sonreír como tonta.

—Mmm... Me reservo el derecho a contestar —respondo con humor.

—¿Ah, sí? —Me arrebata los dos cafés que tengo en mis manos, e inclina el torso para llegar a mis labios—. Y yo obtendré los derechos a esa respuesta luego de torturarte para que resuelvas ecuaciones con infinito. 

—Carajo —bufo con suplicio.

Él sí sabe cómo derribar mi ánimo en instantes...

...Aunque me lo recupera cuando corta la distancia y planta un casto beso en mis labios, y al alejarse me muerde con fuerza. Antes de irse a la mesa y apurarme a que lo siga porque solo nos queda una hora de repaso, observo sus ojos rojizos y su boca mostrando sus dientes con una sonrisa.

Él sí sabe la respuesta a la pregunta que me hizo antes, pero si insiste en que se lo diga es porque es tan semejante a mí cuando repito una y otra vez... ¿Qué hice para enamorar a Katsuki Bakugõ?

Aunque puedo saber la respuesta, me la repito para reproducir como grabadora averiada una y otra vez lo que él me dejó saber con su comunicativo afecto.

·····

Micro Escenarios de Bakugõ Katsuki •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora