-Advertencias-
·Los personajes son adultos./ Bakugõ y la lectora son pareja.
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—Katsuki, ¿podemos hablar? —susurras, entrando a la cocina donde tu novio se encontraba.
Un cúmulo de emociones revuelven tu estómago al ver al rubio frente a ti cuando cerró la puerta de la heladera y se volteó para verte. Tenía en sus manos un pequeño postre de vainilla que pocos días antes habías preparado para él. La esencia de vainilla revolvió aún más tus entrañas y te viste tentada a hacer una arcada, pero lo evitaste tragando con dificultad la saliva dentro de tu boca y aplicando fuerza en los gestos de tu cara para evitar que tu novio sea testigo de tu rostro nauseabundo.
Sin embargo, Katsuki era muy perspicaz y el rojo de sus ojos te recorrieron rápidamente de arriba abajo. Te inspeccionaron con gran atención, confirmando la teoría que reformulaba mentalmente hace días, viéndote más que extraña con todos tus comportamientos.
—Lo sabía, joder —dice, apoyando su zona lumbar contra la mesada detrás de él y cruza sus pies en una posición cómoda, mirándote atento—. Habla, ¿qué tienes? —pregunta con tono suave y ronco, comenzando a comer del postre con una cuchara.
Abriste la boca sin que ninguna palabra pudiera salir de allí. Sentías su interior reseco, áspero, con un gran nudo en el centro de tu garganta dificultándote también respirar. Bajas la vista a tus dedos entrelazados a la altura de tu abdomen. Podías ver de reojo los zapatos de Katsuki y te sentías aún más nerviosa al sentir su mirada en ti.
—(Nombre). —Su tono sonó más serio, preocupado e impaciente—. Habla.
—Yo... Yo estoy... —Con la misma rapidez con la que hablaste, volviste a callar, nerviosa.
Katsuki comenzaba a sacar suposiciones acerca de lo que te sucedía.
—Ya sé que tienes —confesó de repente.
—¿Qué? —Te tensaste de pies a cabeza.
—Es obvio. No quieres ir a la boda del idiota de Deku —dice, dando un bocado al postre entre sus manos—. No te preocupes, yo tampoco.
—No es eso, Katsuki.
—¿Pero vamos a faltar no? No me interesa ver al estúpido con todas esas mier-
—Estoy embarazada —soltaste con rapidez, provocando un pequeño respingo en el rubio que abrió de par en par sus ojos.
Quedó rígido en su lugar, con la cuchara a medio camino direccionándose a su boca.
—¿Qué...? —Ni siquiera respiró al hablar—. Joder, (Nombre)... No hagas esas putas bromas.
—No es una broma —siseaste seria, con un nudo en la garganta, sintiendo poco a poco incontables ganar de llorar por su comentario—. Es de cuatro semanas...
Katsuki no respondió. No se movió. Tampoco respiró.
Sus ojos quedaron fijos en los tuyos y lo viste tragar con dificultad antes de hablar.
—¿Voy... a ser padre? —murmuró con tono áspero, pero por la sequedad dentro de su boca.
No sabías si te lo decía a ti o a él mismo.
Los segundos pasaban y Katsuki aún no se movía, no hablaba y continuaba mirándote pasmado, sumergido en la infinidad de sus pensamientos, los cuales, por su expresión, no podías descifrar cuáles eran.
No esperabas esa reacción. Esperabas gritos, ya sean de emoción, frustración o enojo... Pero no su silencio e inexpresividad... Y eso fue peor que si se hubiese molestado. Ahora creías que, para él, era un disgusto, una desgracia, una traba y estorbo en su camino como héroe.
Ni siquiera estaban casados y tú ya tenías un hijo esperando en tu vientre.
Cerraste tus manos en puños, dejando tus nudillos blancos por la fuerza. La retina de tus ojos comenzó a arder con potencia, formándose traicioneras y dolorosas lágrimas que amenazaban con desbordarse. Pero no te romperías frente a él.
Diste media vuelta, con dolor y cierta molestia. Tus emociones eran un caos y parecían reventar dentro de tu mente y pecho. Hasta sentías el impulso de insultarlo ante aquella reacción que te brindaba.
No llegaste a dar dos pasos que escuchaste el abrupto golpe del postre impactando contra la mesada y, al instante, la mano de Katsuki sujetó con fuerza tu muñeca y tiró de ti para que te voltearas. Tu cabeza impactó en su cálido y mullido pecho. Una de sus manos sujetó tu cabeza desde la coronilla y su otra mano se deslizó por tu cintura.
—¿A dónde demonios crees que vas, joder? —murmuró. Su tono se oía suave, ronco y parecía que su voz se quebraba.
—¿Katsuki? —Echaste la cabeza hacia atrás, queriendo ver su rostro.
Al hacerlo, divisaste todas las emociones que antes no habían emergido en él. El corazón te dio un vuelco al apreciar el brillo en sus ojos, aquella capa cristalina que cubría el bermellón de sus iris. Sus ojos parpadeaban varias veces, queriendo quitar esa comezón molesta que le impedía ver bien tu rostro frente a él. Sin embargo, lo que más derritió por dentro cada parte de ti, fue la gran sonrisa que esbozaba ahora mismo Katsuki. Aquella sonrisa que tanto te gustaba, reluciendo sus perfectos dientes blancos. Aquella que reflejaba felicidad y orgullo porque la persona que más amaba le daría una pequeña persona fruto de su unión.
—Maldita sea, vamos a ser padres —expresó, con un nudo en su garganta afectando su ronca voz—. Vamos a ser malditos padres. Joder, no tengo ni jodida idea del cómo tener un mocoso... pero seremos los mejores —habló apresurado, parecía nervioso o ansioso, con varias emociones estallando dentro suyo—. Seremos los mejores malditos padres, ¿oíste?
Alzó sus manos para cubrir tus mejillas y limpiar con sus pulgares las lágrimas que ya surcaban tu rostro al oír sus palabras. Aunque dijera más insulto que de costumbre, podías ver la emoción cargada en su tono.
—No llores, joder... O harás que yo... Maldita sea. —Chasqueó la lengua, siendo totalmente imposible para él quitar la sonrisa que tenía en su cara.
Copiaste la grandeza de su sonrisa y te reíste ante los insultos que no podía dejar de decir.
—¿Estás... feliz?
—No lo dudes ni por una maldita vez, nena. —Agachó su cabeza, dejando un recorrido de besos por toda tu cara. Depositándolos en tus ojos, tus mejillas, tu nariz y hasta llegar a tus labios, donde dejó el beso más cálido y posesivo, prolongándolo varios segundos—. Maldición (Nombre), claro que estoy feliz... Estoy malditamente feliz, joder. Vamos a ser jodidos padres.
Volviste a reír, siendo la tercera o cuarta vez que lo repetía. Rodeaste su cuello, colocándote de puntillas hasta llegar a besarlo nuevamente. Sus brazos rodearon todo tu cuerpo, aprisionándote entre ellos y queriendo tenerte para él —junto a él— una eternidad. Aunque sus palabras no lo expresasen con claridad, porque sabías que Katsuki no lo diría explícitamente, sentiste el fuerte latido de su corazón golpeando contra tu pecho, lo cual confirmó su comentario anterior.
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Micro Escenarios de Bakugõ Katsuki •
FanfictionDicen por ahí, que la magia de la vida se esconde en los pequeños momentos. Para poder entender mejor esa expresión, me atreví a crear un libro con muchos escenarios que demuestran cómo un sentimiento tan grande cabe en un escrito tan pequeño. ¡Bie...