Dicen por ahí, que la magia de la vida se esconde en los pequeños momentos. Para poder entender mejor esa expresión, me atreví a crear un libro con muchos escenarios que demuestran cómo un sentimiento tan grande cabe en un escrito tan pequeño.
¡Bie...
·Narrado en primera persona./·Los personajes son adultos.
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A una edad muy tarde, quizá, aprendí una lección que mi entorno venía enseñándome hace mucho tiempo. Inclusive me animo a decir que es algo que veo desde que tengo memoria, pero jamás di atención.
Las cosas no son para siempre. Todo, en algún momento, termina.
Como el cálido café en el desayuno. Las vueltas en la montaña rusa. El libro que leías. Tu película favorita en el cine. La batería del celular. El sol que entra por la ventana. Las lluvias que mojan la tierra... y, también..., el amor.
Todo termina.
Como nuestra relación.
En la que también tuve constantes llamadas de atención, muchísimas advertencias que, como esta lección, mis ojos no estaban listos para ver.
Debí intuirlo cuando ya no me llamabas por las noches para escuchar de mis días y tú contar los tuyos. Cuando los fines de semana tuvieron tus secas respuestas donde un "estoy cansado" era la excusa para que no fuera a visitarte. Creí que lo decías por el trabajo, pero creo que solo lo decías por mí.
Estabas cansado de mí, ¿y no lo entendí?
Estas cansado de mí, ¿y no lo pude ver? ¿O no lo quise ver?
O también lo debí saber cuando las caminatas en el parque se volvieron más silenciosas. Cuando seguías caminando sin darte cuenta que yo me detuve en un puesto de ventas, y ni te percatabas que yo ya no estaba a tu lado. Debí saberlo cuando tus manos pasaban más tiempo dentro de tus bolsillos que entrelazadas con las mías. Cuando tus labios permanecían inmóviles y ya no surcaban el espacio vacío hasta llegar a los míos.
Debí saberlo cuando las visitas a casa de tus padres dejaron de ser acontecimientos de todas las semanas para solo pasar a ser un recuerdo. Incluso nuestras escapadas a un bar se volvieron polvo, y a veces anhelo que vuelva esparcido a mí entre una brisa que me susurre los retales de nuestro idilio en su punto más fuerte.
Quisiera volver a sentirme ligera, risueña y enamorada en tus brazos. Quisiera tener la calidez de tus besos y no pensar que ahora solo es un recuerdo. Algo que ni siquiera me dejó marca... Porque por más que me mire al espejo, en mis labios no encuentro tus restos. En mis sábanas tu olor se escapó por la ventana y ni en la costura de sus hilos hallo tus palabras de medianoche; esas que prometían lo que ahora ya no tenemos.
Quisiera que tus dedos vuelvan a firmar tu nombre en la piel de mis caderas, hasta ascender a mis senos y grabar promesas. Pero el agua caliente de las duchas que me di luego de tu partida se llevó todo por la cañería. Incluso el recuerdo de aquella noche en la que, en esa misma bañera, tomamos licor hasta reírnos y perder la cabeza, hasta que la espuma de las sales se disolviera y yo llenara el espacio con mis gemidos por tus besos detrás de mi oreja.
Y aunque te digo que ahora quiero todo, en realidad no quiero nada.
No me sirven las migajas del pan crudo que trajiste a la mesa, ni las caricias falsas de tus manos ásperas y gruesas.
Me hundo entre los espacios que forman la palabra falsedad, porque es mejor cerrar tu ciclo con esa creencia a plantarme en la cabeza que tu amor alguna vez fue real... porque creo que al ahogarse en mis lágrimas eso algún día florecerá.
Y aun cuando esto es todo lo que tengo para decirte, quizá mañana encuentre más letras esparcidas en la taza que me regalaste por navidad, en las pantuflas rosas que me dio tu mamá, o en el cuadro que aún no me atrevo a tirar... donde tus ojos rojos brillan ante los míos y donde solo se me limitan a mirar. Si de recuerdos que no puedo olvidar hablamos, ese se lleva el primer lugar.
Y ahora espero que al quemar esta carta, sus cenizas vuelen hasta darte en la cara, tatuándote mis palabras con tinta indeleble, dejándote en claro lo que perdiste por no saber valorar.
Y, por favor, no me vuelvas a mirar, o tomo las cenizas aunadas en lágrimas hasta amasarlas y crear lo que antes fue con tal de que me vuelvas a besar. Porque el poder del rojo que ahora me cuesta ver incluso en el atardecer, se sumerge en mí hasta llegarme a conquistar.
Eso es todo lo que tengo que decirte.
Te quise (y quiero) siempre.
(Nombre).
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Nota de la escritora:
Sé que esto puede verse como que me lo tomé un poco personal... (Incluso dudé si publicarlo o no) Pero, si por una parte es verdad, por otra no. Igual, tranquis, que estoy bien. 10/10
Sin embargo, quiero decirles algo: la escritura muchas veces ayuda a desahogar y eliminar todo lo que se guarda... Justamente lo que tienen que decir pero no lo hacen ya sea porque no pueden o no se animan. Y esto fue puro improvisado en una madrugada.
Así que, por eso, recomiendo demasiado que, quienes no escriban, se animen a hacerlo. Más que nada para que puedan desprenderse de aquello que todavía tienen atorado en la garganta.
Si alguien se anima a compartir lo que quiere soltar (sea lo que sea), pueden usar estos comentarios para desahogar y tirar bombas, aprovechando que ESA persona jamás lo leerá en ningún momento de su trola vida. (Esto me recuerda a la película "La galería de los corazones rotos")
Por mi lado, lo que tenía que decir, lo dije (al menos, una parte).