Capítulo 36: Mundo ardiente

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Sentía que cuando tocaba mi cuerpo, cuando besaba mi cuello, él me amaba.

Y era tan difícil permanecer lejos de él, era como una sed intensa.

- Déjala, Aaron-. Dije en el gran silencio de su habitación-.

Él no respondía, y continuaba haciendo su trabajo, besando mis labios secos, tocando mis senos vírgenes, acariciando mi espalda bronceada.

Miré sus ojos, sus celestes ojos, y emprendí mi viaje a tocar su rostro blanco, barba raspaba mis manos, los labios rojos de tanto besar, la nariz rosácea.

Lo miré tan profunda, tan sentida. Como las primeras miradas. 

Recordé cuando lo besé por primera vez. Me lancé a sus brazos como una niña pequeña, y eso haría ahora.

Puse mis piernas sobre su torso, y lo empujé hacía mí, mientras se inundaba del olor de mi cabello.

- Déjala-.volví a repetir, él volvió a callar-.

Era como si le provocara dolor besarme, como si mis labios quemaran los suyos.

- Seré tú tormento infinito si no la dejas.

Me tomó fuertemente, mientras me estampaba contra la cama, y desbrochaba mi blusa, prácticamente rompiendo la cara tela. Se topó con mis sostenes negros, y comenzó a masajear, y devorarme violentamente.

- Debo olvidarte. Debo hacerlo

- Déjala. Déjala, por favor.

- No puedo, Nihal… no puedo dejarla, no puedo olvidarte

Bajó mis pantalones, mientras sacaba fugazmente su miembro de sus jeans, que parecía a punto de estallar. Suspiró, como liberándose de un dolor que le provocaba agonía.

Puso su hombría dentro de mí, y comenzó a moverlo bestialmente, mientras mis gritos se dejaban escuchar bastante.

Sus embestidas aumentaron aún más de velocidad. Iba a llegar pronto al malicioso y pecaminoso clímax absoluto.

- ¿Eres mía?- dijo Aaron.

Entonces un sonido de un florero estampando con el piso de la habitación de Aaron nos interrumpió.

Nos arreglamos la ropa atónitos, mientras mirábamos a quien nos había descubierto.

- ¿Señor Aaron? ¿!Nihal!?-. dijo Paola, la empleada, con una cara de terror y ojos llorosos-.

Aaron se paró rápidamente, y yo me quedé inmóvil en la cama. Cerró la puerta con seguro, mientras se posicionaba al lado de ella.

- ¡¿Qué ha hecho señor Aaron?!-. la mujer parecía a punto de llorar-.

- Cálmate Paola-. Dijo Aaron-.

- ¿Qué ha significado esto con la señorita Nihal?

- Nada… nada, sólo cálmate

- Es su tío.-.dijo dirigiéndose a mí-.

- Nos amamos, Paola-. Irrumpió Aaron

Todos nos quedamos callados. Mientras la mujer cincuentona miraba el piso, o cualquier lugar, siempre desviándonos la mirada.

- Es algo tan enfermizo. Usted es su tío…. ¿Cómo puede pasar algo así? Hasta en las familias más prestigiosas hay terror

- No es algo enfermizo porque nos amamos-.reiteró-.

- ¡¿Cómo son capaces de amarse?! Usted le miente a su madre, la señora Christine, le miente al señor Thomas! Sus padres no lo criaron así

- ¡¿Qué tiene de malo?! Eh?

- Está comprometido con la señorita Elif, una señorita tan bonita… le miente a sus padres que jamás le han hecho mal. ¡¿Y pregunta que tiene de malo?!

- Lo siento… pero por favor, no le diga a nadie. No le diga a mi madre, ni a mi padre. No le diga a Elif tampoco. Estoy destrozado con esto, Paola. No puedo aguantarlo más. Perdóneme. Y sinceramente le pido que no diga nada.

Pasaron largos segundos de vacilación por la cabeza de la empleada. La miraba fijamente, luego sentía vergüenza de mirarla. Estaba tan horriblemente culpable.

- Está bien-. Respondió-. Me quedaré callada-. Di un suspiro-. Pero sólo es porque crecí junto a esta familia. Crecí aquí, y admiro tanto al señor Thomas como a Christine que no sería capaz de hacerles daños por una niñería o brujería de ustedes. El señor va a castigarlos. El incesto es un pecado mortal del cual no se podrán librar con buenas acciones… les deseo lo mejor en el fuego, quemándose.

La mujer abrió la puerta y se marchó. Yo y Aaron nos quedamos allí. Quería llorar, pero intenté ser fuerte, y no calló ninguna lágrima de mis ojos.

- Nihal-. Dijo en un susurro seco y áspero que parecía cortar mis entrañas-.

- ¿Qué? ¿También vas a juzgarme?

- Tratemos de pensar bien

- ¡¿Pensar bien?!

- ¿No piensas en cómo reaccionaran los demás? ¿No te imaginas, no te pones en el lugar de los que sufrirán con esto?

- ¿Qué importa, Aaron? Ellos jamás estuvieron allí. Jamás se pusieron en mi lugar, ni tampoco son los que hacen que mi vida siga en pie. 

Quedamos en silencio largos segundos.

- Ellos no estuvieron allí. No pienso ni quiero ponerme en sus lugares. Por mí, mandaría todo al carajo. 

- No puedes! No podemos! Porque ellos mismos fueron los que siempre te criaron, los que siempre te rodean aunque digan que no se ponen en tú lugar, sin ellos no serías nada

- Estoy tan cansada, Aaron. Tan cansada. Me cansa amarte. Lo que más me duele, lo que más detesto… es que jamás serás mío, jamás caminaremos por la calle dados de la mano, ni tampoco iremos a cenar o a fiestas como pareja. Jamás nos entenderán. Y duele tanto. 

- Lo siento. Siento tener que ser tú tío. No podemos hacer nada, Nihal, no podemos escapar de todo, porque siempre nos seguirá. Siempre serás mi sobrina, siempre, de alguna u otra forma el karma volverá a caer sobre nosotros. ¡No es mi culpa! ¡Ojalá fuese mi culpa! Pero no lo es. Ni tampoco la tuya.

Aaron se acercó a mí. Con los ojos azules bien abiertos, se dedicó a mirar otra cosa, quizá. Se perdió del mundo, se perdió de mi mirada. Porque éramos culpables, éramos miserables, chantajeados, perdidos, soñadores, aunque también deprimidos y faltos de esperanza.

Porque siempre estaría en sus brazos mientras el mundo ardía alrededor.

- ¿Crees que debemos dejarlo?-. dijo llevándose una mano a su cabello rubio y brillante-.

- No lo sé, Aaron.

- ¿Debemos acabar con esto?-. repitió con un eco vacío en su voz grave-.

- Jamás podremos acabar con esto.

- Esa es nuestro peor tormento, querida sobrina.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora