Capítulo 29

2.7K 189 2
                                    

Al llegar a mi casa, me he preparado un sándwich y estoy en la cocina esperando a que Quil vuelva de su casa con su mochila, ha dicho que no me va a dejar sola, así que se va a quedar toda esta semana. Dormiremos juntos, y sé que mis hormonas atacarán, aunque no tanto como las de Quil, que antes de despedirse de mí, me ha subido en la encimera y literalmente me ha devorado, tengo una marca de una mordida en el cuello, y es extraño, porque me he desmayado un poco y Quil me ha mirado culpable, aunque le he dicho que no pasaba nada, yo siempre le estoy mordiendo en el pectoral o en el brazo. Tocan al timbre y me levanto corriendo, seguramente sea Quil, pero no, es Paul, mirándome dolido, le he dejado en el límite y he salido corriendo.

—¿Por qué demonios me quieres dejar? —Pregunta entrando por la puerta y sentándose donde me estaba comiendo el sándwich.

—Paul, no estamos juntos. —Respondo incómoda, no sé a que se refiere.

—Ya sé, sales con Quil, me refiero a porqué me dejas solo, soy tu jodido mejor amigo. —Gruñe y se cruza de brazos.

—No te he dejado solo. —Susurro viendo dolor en sus ojos, no sabía que Paul se afectase tanto, lo abrazo con cuidado y tarda unos segundos en responder el abrazo sorprendido. —¿Amigos?

—Amigos. —Suelta antes de separarse un poco de mí, me huele y aparta el pelo, observándome el cuello. —¿Qué demonios cachorrita? ¿No te dije que virgen hasta el matrimonio?

—¿Q-que? —Pregunto avergonzada. —No te incumbe, pero soy virgen.

—¿Y por qué te ha marcado ya? —Pregunta olfateándome.

—¿Marcar? —Pregunto confundida, Sam nunca me ha dicho nada de eso.

—¿No sabes que es marcar? —Pregunta él a su vez, frunce el ceño, pienso que se a transformar por lo que está temblando, pero de repente se comienza a reír. —Oh dios, quiero estar presente cuando te enteres de que es y mates a Quil.

—¿Por qué me iba a matar? —Pregunta Quil entrando en la cocina con una bolsa de deporte al hombro, la deja en el suelo y se pone a mi lado, separándome de Paul. —Muy cerca.

—La posesividad se multiplica después de la marcación, ¿no? —Pregunta Paul subiendo y bajando las cejas, con una sonrisa malvada. Noto a Quil tensarse, pero no dice nada y me coge de la mano para subir a mi cuarto con sus cosas.

—Os veo en casa de Sam en una hora. —Se despide Paul entre risas de bruja mala, ¿qué me he perdido?

—Adiós. —Digo, pero Paul ya se ha ido, me siento en mi cama y observo a Quil sacando su ropa y metiéndola en mi armario, pero me pone nerviosa. —Quita, no sabes ni doblar un pantalón.

Quil me observa como coloco su ropa, y cuando termino de poner la última camiseta, Quil se pega a mi espalda y me comienza a besar y lamer justo donde me ha dormido, haciéndome recordar lo que está tardando la marca en desaparecer.

—Tenemos una hora. —Ronronea Quil en mi espalda. —¿Nos echamos una siesta?

—Quil, antes que nada, ¿qué es la marcación? —Pregunto girándome entre sus brazos, que, por cierto, no me quieren soltar, y observo como sus ojos muestran culpabilidad.

—No te enfades, por favor. —Susurra sonando como un cachorrito recién abandonado. —Te he marcado, eso pasa cuando hago saber a los demás que eres mía, normalmente se suele hacer tras hacer el amor por primera vez, pero te habías ido, y no puedo permitir que lo vuelvas a hacer.

—¿Qué demonios hace la marca esta? —Pregunto intentando soltarme de su agarre, pero es imposible, con razón me he sentido rara cuando se ha ido a su casa a por sus cosas.

—Lo primero es que solo podrás tener hijos conmigo, tu aroma ahora tiene matices míos y... No puedes alejarte mucho de mí o te dolerá, será doloroso para ambos. —Susurra arrepentido, pero ¡demonios! Ya me ha marcado, no se puede hacer nada.

—¿Y por eso la marca que tengo en el cuello no se cura? —Pregunto en un susurro.

—Es otra forma de hacer ver que eres mía. —Susurra de nuevo y me abraza con cuidado.

—Yo también te quiero marcar. —Decido mordiendo su cuello, pero la marca se cura a los segundos. —Que te quiero marcar. —Digo frustrada y muerdo su pectoral, pero la marca se cura a los segundos, suspiro frustrada y dejo la frente justo donde le he mordido.

—Lo siento nena, solo sirve en las imprimadas. —Dice riéndose, me abraza y me alza en brazos, como siempre hace, me lleva a la cama y se sienta en ella con la espalda en el cabecero, con mis piernas a cada lado de las suyas. —Lo siento mucho, ¿me perdonas?

—No hay nada que perdonar, me hubiese gustado que me preguntaras primero. —Digo juntando su frente con la mía, observando a mi dulce lobo. —Pero, si es justo al hacer por primera vez el amor... ¿Por qué no has esperado?

—Porque estaba enfadado, me habías vuelto a dejar cuando me dijiste que no lo harías, de verdad que lo siento. —Dice con sinceridad, me besa la nariz y me abraza.

Nos quedamos así hasta que es la hora para ir al claro donde veremos a los Cullen para entrenar, aunque primero tengo que aguantar los chistes de los chicos por haber sido marcada.

La nueva integrante de la manada  |QUIL ATEARA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora