CAPÍTULO 4: "NO DEJARÉ QUE ME ATRAPEN"

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"Dos días" Elena se arrellanó en los cojines de su sillón y cambió de canal con el control remoto. Odiaba estar sentada de brazos cruzados en el mejor de los casos, y aquello distaba mucho de eso. Con todo, los medios de comunicación no iban a dejar de lado la historia. Y mientras no cesaran, ella no podía dedicarse a otra cosa.

Por ahora se habían quedado sin información nueva, y por eso había estado escuchando la misma historia con alguna que otra alteración: la vida de la Familia Volkov, los amores de Julia Volkova, la filantropía de Larissa Volkova, los negocios del difunto Oleg Volkov... Bla, bla, bla. Y estaban los hechos con los que contaban y que no cesaban de repetir en cada noticiero: Hubo una explosión, un guardia, ahora identificado como Domei Maslov, había sido asesinado, y varios objetos valiosos destruidos. Y la policía estaba buscando a una mujer blanca, con una altura aproximada entre el metro sesenta y cinco y un metro setenta y tres, un peso aproximado entre cincuenta y setenta kilos, conjuntamente con la investigación.

-¡Sesenta kilos! -Masculló-, ¡Idiotas!

Peso equivocado o no, sabía lo que aquello significaba; buscaban a una sospechosa, a una persona a la que culpaban. La buscaban a ella. Todos sus instintos le decían que huyera para poder mirar lo que había sucedido desde una distancia segura. El problema era que, si pensaban que había tratado de matar a Julia Volkova, no había distancia segura. Y tampoco un modo seguro de llegar a ella. Los aeropuertos y las estaciones de autobuses estarían vigilados. Bueno, podían seguir vigilando, aunque no le hacía sentir mejor oír en las noticias que la policía "esperaba llevar a cabo una detención en cualquier momento". No lo creía, pero tampoco estaba dispuesta a ignorar la amenaza.

Y así, estaba sentada en el sillón, bebiendo un refresco y comiendo galletitas de almendras, viendo el final de las noticias de media mañana e intentando averiguar lo que había ocurrido. Como ladrona, era una superdotada. Eso había dicho Iván y algunos de los discretos clientes para los que había trabajado. Disfrutaba de la independencia que sus habilidades le proporcionaban. Disfrutaba del reto que suponía su profesión, disfrutaba con la sensación de esa posesión pasajera que algunos de los objetos más raros del mundo le proporcionaban. Y disfrutaba del dinero que recibía como pago, a pesar del cuidado que debía tener al gastarlo pues trabaja con la mira puesta a veinte años en el futuro, no puesta en el mañana.

Ése era el objetivo por el que vivía en una casa pequeña y ordenada a las afueras de la ciudad, y era por lo que trabajaba por una miseria como asesora de arte autónoma para el Museo de Bellas Artes Pushkin. Y por eso, simplemente, no mataba. "El que mataba en su búsqueda de objetos inanimados no llegaba a jubilarse en algún lugar del Mediterráneo" le había dicho Iván. Todo lo cual dejaba clara una cosa. Si quería jubilarse, tendría que averiguar quién había colocado aquella bomba. Quería la revancha. Y tenía que ser capaz de demostrar que ella no lo había hecho. Solventar este embrollo sólo para satisfacer su propia curiosidad no evitaría que fuera a la cárcel.

El noticiero cerró con la misma historia, y al fin pudo encontrar algo que merecía la pena. Cambió el sillón y la televisión por una silla frente a su computadora, entró en su correo y revisó sus mensajes, dado que no halló nada interesante los borró, abrió un navegador y tecleó el nombre de Julia Volkova. Las páginas desbordaban de imágenes y de artículos de periódicos y revistas.

-Salimos mucho, ¿verdad? -Murmuró, desplazándose por la primera página y haciendo clic en la segunda.

La mayoría de los artículos empleaban fotos similares, como si hubiera posado para una foto y dejado que las publicaciones examinaran los resultados. Parecía arrogante, sus ojos de un color azul relampagueante hablaban de poder y confianza, miraban directamente a la cámara y anunciaban que había que tomarla en serio.

LADRONA DE CORAZONES [tATu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora