CAPÍTULO 8: "SOY ELENA, ELENA KATINA"

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Elena había observado a muchas personas poderosas y egocéntricas como para saber que esto era prácticamente un juego para Julia, sobre todo en lo que se refería a ella. Podía jugar a eso, si se veía obligada a hacerlo. Pero lo que de verdad le preocupaba en ese momento era mantener la atención de la policía apartada de ella y de Iván, para poder escapar de la ciudad durante un tiempo y poder así evitar ser perseguida por asesinato.

"Iván". Quería llamarlo desesperadamente para averiguar si la policía estaba haciendo algo más aparte de interferir su teléfono. Tanto si la había ayudado, como si no, solamente habían tardado dos días en dar con él. Iván Fradkov había trabajado en el límite de la legalidad, como él decía, durante treinta años. No lo había hecho, ni lo había convertido en un modo de vida el ser descuidado. Lo que significaba que alguien los estaba delatando.

Con los labios fruncidos, miró el teléfono que había en la mesilla de noche. Era evidente que las cosas se complicarían si rastreaban una llamada a Iván desde la casa de Julia. Sin embargo, tal como había dicho su ilustre anfitriona, de momento estaba a salvo. No se arriesgaría. Aún no, en cualquier caso.

Encontró el armario vestidor en la enorme habitación y buscó en su interior. Llevar un vestido y tacones era algo que hacía con frecuencia, generalmente cuando tenía la oportunidad de examinar minuciosamente una casa y otro establecimiento. Habitualmente las cosas bonitas se guardaban en lugares bonitos, y ella tenía que armonizar. Aunque faldas y tacones dificultaban sus movimientos cuando estaba trabajando. Y a pesar de que esa noche no estuviera robando nada tangible, no cabía duda de que estaba trabajando.

Al parecer, la mayoría de los invitados que se alojaban en la habitación verde no traían sus propios albornoces, pero sí encontró algunos pantalones deportivos y camisetas casi al fondo del armario, e incluso algunos vestidos de noche y un esmoquin. Julia esperaba que se relajara, por lo que parecería relajada. Cerró casi del todo la puerta del armario, y se quitó el vestido. Lo dobló con cuidado, lo metió en su bolso y luego sacó una sencilla camiseta roja y unos pantalones cortos de color blanco lo bastante largos como para cubrir el vendaje en la parte alta de su muslo.

Apiladas en el suelo había un par de cajas de calzado deportivo de varios números, pero optó por unas sandalias hawaianas de color negro. Encajaban con el ambiente relajado de la noche y, a juzgar por el modo en que Julia había estado mirándole las piernas, cuanto más dejara a la vista, mejor. Esta noche jugaban a la distracción. Además, que una chica tan guapa como Julia se la comiera con los ojos hacía maravillas con su ego y con varias partes de su cuerpo.

Tomándose un momento para admirar con mayor atención el elegante mobiliario y las obras de arte de la suite, se acercó hasta las puertas de cristal que llevaban a la terraza. La luz del sol que restaba arrancaba destellos a la piscina de abajo, el extremo más próximo aparecía sombreado por las frondosas higueras. A la izquierda, cerca del ala oeste de la casa, había un hermoso conjunto de mesas y sillas de hierro forjado decoradas al estilo español.

Todo le parecía extraño pues nada se asemejaba ni por asomo a lo que había esperado. Había eludido la cárcel descifrando rápidamente a las personas, y Julia la frustraba. Con el ceño fruncido, abrió las puertas dobles y salió a la terraza. Sintió la brisa de la tarde contra sus piernas desnudas, y respiró hondo. Le pareció fresca y reconfortante. La tensión que atenazaba sus hombros no se mitigó, pero se estaba acostumbrando a la sensación.

Con las sandalias golpeteando contra sus talones, bajó los escalones de piedra rojiza hasta la piscina. Estaba siendo una idiota, arriesgándose de modo innecesario. Pero con esta alianza, Julia había pasado de ser la única testigo en su contra a ser la única que podía esclarecer su nombre, y hasta que eso ocurriera no la quería muerta. Etienne casi la había matado una vez, pero ella no podía permitirse el lujo de asumir que él u otro no fueran a intentarlo de nuevo.

LADRONA DE CORAZONES [tATu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora