Capitulo 37 (Este no es el final de nuestra historia)

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El camino a la clínica se me hizo eterno. Sin embargo, aquí me encontraba yo corriendo por los pasillos como si mi vida dependiera de ello, yo conocía cada rincón de memoria, pero justo en este momento me sentía perdida, fue la primera vez que deseé que este lugar no fuera tan grande. Tardé unos cuantos minutos en llegar a mi destino, pero en cuanto lo hice, la preocupación y el miedo aumentaron considerablemente, la cara de todos los presentes no podía significar nada bueno.

La primera en notar mi presencia fue Elaine, ella aun con sus lágrimas expuestas logró darme una sonrisa; la segunda fue Maggi, ella a diferencia de Ela no me dio una simple sonrisa, ella corrió en mi dirección y me dio el abrazo más fuerte que haya recibido en mi vida.

-¡Dios Abby! ¿Estás bien? Dime que estás bien ¿Ese desgraciado te hizo daño? –Maggi vomitaba cada con una rapidez que logró marearme.

-Tranquila Maggi estoy bien –aseguré rompiendo el abrazo –Pero si me sigues apretando así moriré de asfixia.

-Lo siento –se disculpó con sus ojitos llenos de lágrimas –Es que estaba tan preocupada de que algo malo pudiera pasarte...

Esta vez fue mi turno de atraerla a mis brazos para darle un abrazo.

-Yo también estaba preocupada de no escuchar tus locuras nunca más –confesé –Pero no me pasó nada malo... Por lo menos no a mí ¿Quieres decirme qué demonios le sucedió a Dan? –pregunté directamente.

-Abby, eso es algo que Dan debe decirte él mismo –respondió.

-¿¡Por qué todos me dicen eso!?- exploté –Lo mismo me dijo Matt en la casa donde me rescató ¿Qué no ven que la zozobra está acabando conmigo?

-Abby cálmate. En este momento Dan está allí adentro con mi padre y el tuyo –reveló –Le están haciendo un chequeo, estoy segura que los tres estarán feliz de verte ¿Por qué no entras?

Yo asentí, caminé junto con Maggi hasta donde las enfermeras se lo permitieron. Una vez adentro, me tendieron el equipo necesario para entrar a esa área; yo me lo coloqué sin chistar y me indicaron la habitación donde estaban los tres hombres más importantes de mi vida. Una presión extraña se asentó en mi pecho, no supe descifrar si era tristeza de tener que volver a verlos en estas circunstancias, o completa alegría porque pensé que simplemente no los vería de nuevo.

Cuando me adentré en la habitación, nadie notó mi presencia pues estaban verdaderamente ocupados. Sin embargo, yo sí pude detallar mi entorno. Mi padre estaba del lado derecho de Dan, tenía una pequeña linterna con la que apuntaba a sus ojos, mi padrino estaba a su izquierda con el estetoscopio escuchando su corazón, y justo en el medio se encontraba el gran amor de mi vida. Mi pecho se estrujó de dolor al ver su estado. Dan estaba más pálido de lo normal y en su rostro lo único que se distinguían eran dos bolsas debajo de sus ojos, su estado actual me hace recordar aquella vez que desperté de mi operación, él luce igual o peor que ese día.

Dan fue el primero en notar mi presencia, sus hermosos ojos azules se abrieron a más no poder y un jadeo se escapó de sus labios; eso alertó a mi padre y a mi padrino, quienes voltearon a ver qué había distraído a su paciente. Las reacciones fueron distintas: mientras que Dan no podía contener el asombro, mi padrino no podía contener su felicidad, pues tenía una sonrisa más grande que el Gato de Alicia en el País de las Maravillas. Y mi padre... Bueno, mi padre no logró contener sus lágrimas. Los dos adultos reaccionaron casi al mismo tiempo y corrieron en mi dirección, fundiéndome en un abrazo ambos a la vez.

-Hija ¿Estás bien? –Preguntó mi padre -¿Esa mujer te hizo algo?

Yo fruncí el ceño al no entender lo que mi padre preguntó, pero sólo me bastaron unos segundos para entenderlo ¡Ellos creían que Margot había sido la culpable! Bien no los culpo, en un principio yo también había creído eso.

¡No Digas La Palabra Con "H"!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora