Capitulo 2 (La loca de los perros)

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-No, no, no, no – negué una y otra vez.

Había terminado mis labores del día cuando bajé a almorzar, y me di cuenta que ya no tenía protector gástrico. Mi abuela había salido con sus amigas ¿Pueden creerlo? ¡Me abandonó! ¡Por irse con sus amigas portadoras de enfermedades! Bueno... Retomemos. Mi ingrata abuela me dejó sola, mi adorado padre está trabajando y todo el personal de la casa está ocupado. No puedo salir porque según el clima se aproxima una tormenta y no me arriesgaré a mojarme con agua de lluvia y morir por una gripa. Llamé a Maggi y después de burlarse de mi situación, se negó a ayudarme alegando que estaba llegando al asilo de ancianos donde hace el dichoso servicio comunitario. Sin embargo, con la excusa de no dejarme abandonada, me envió el nombre de una aplicación que se supone hace entregas de cualquier cosa a domicilio. No suelo usar esas cosas porque ¡vamos! Es exponerme a contacto con personas que pueden venir de cualquier parte. Pero... Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

El problema es que hace 20 minutos la aplicación me informó que la entrega ya estaba en mi puerta y ¿adivinen qué? ¡No hay nadie en mi puerta! Esto es una total falta de respeto, voy a demandar a la aplicación, por su culpa llevo 30 minutos de retraso en mi almuerzo.

Justo cuando estaba a punto de darme por vencida y arriesgarme a almorzar sin protección en mi estómago, divisé una bicicleta venir a lo lejos. Asumí que esa era mi entrega al ver el nombre de la aplicación en la camisa de la chica que venía manejando. La chica venia tan relajada, con una enorme sonrisa en su rostro como si no fuera la culpable de mi retardo alimenticio. No sé si fue mi imaginación o ella manejaba en cámara lenta, pero sentí que fue una eternidad hasta que llegó a mí.

-Buenos días – chilló con entusiasmo. Sacando su celular, supongo yo que para revisar si estaba en la casa correcta – tú tienes que ser Abigail ¿cierto? –pregunto sin alzar la vista - Y tu pedido es... ¿unas píldoras de protector gástrico? –preguntó extrañada, extendiéndome el frasco con las píldoras.

-Sí. Soy Abigail y sí, ese es mi pedido –le arrebaté el frasco- Pero te informo que llevas 30 minutos de retraso – reclamé.

-Oh sí, lo siento mucho. Lo que pasa es que venía hacia acá cuando vi una manada de perritos callejeros y no pude evitar detenerme a darle cariño y medio sándwich que traía.

Como si sus palabras fueran fuego solté el frasco que me acaba de entregar. Si ella tocó esos perros, y tocó mi frasco, las pastillas dentro de él estaban completamente infectadas.

-¡Pero qué te pasa, como se te ocurre tocar mis píldoras con esas manos asquerosas!-grité asqueada ante el pensamiento de los gérmenes que traía ese frasco.

La chica se asustó ante mi grito exasperado.

-Oye cálmate ¿eres alérgica a los perros? Porque yo no lo sabía y dudo que te afecte en algo que yo los tocara y tocara el frasco. Hasta donde sé, así no funcionan las alergias.

-No soy alérgica a los perros, soy alérgica a los gérmenes asquerosos que traen esas cosas asquerosas –gruñí.

-Los perros no son asquerosos. Los perros son el mejor amigo del hombre –reprochó la chica, como si lo que yo dije hubiera sido una ofensa hacia su persona.

-¡Pero qué estupideces estás diciendo! Los perros son una máquina andante de gérmenes y enfermedades. ¿¡Sabías que tienen el virus de la tuberculosis en la nariz!? ¡Pero por supuesto que no lo sabías! ¡Tú no sabes nada!

La amante de los perros me observó como si estuviera hablando con una loca, lo que sólo hizo que mi furia aumentara. Nos sostuvimos la mirada por un largo rato, hasta que a ella pareció entrar en razón y recordar que estaba tratando con un cliente. Se agachó y recogió el frasco de píldoras contaminadas y me sonrió.

¡No Digas La Palabra Con "H"!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora