Capítulo 21

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Esta vez nos encontramos en el North Blue, nueve años antes de que todo esto pasara. Adentrémonos un poco en el pasado de nuestra protagonista, para entender el presente hay que conocer el pasado, y una amistad forjada hace años no puede entenderse viendo únicamente el presente.

El mar no parecía haber sido muy cruel con la pareja de fugitivos que se había escapado escondidos en el almacén de un barco. No sabían cuánto llevaban allí ni hacia dónde se dirigían, pero si seguían robando comida los tripulantes se darían cuenta, así que tuvieron que racionarla. Hambrientos y tiritando del frío había dos niños de a penas 12 años. Sí, esos son Hécate y Alaric. Por aquel entonces Alaric tenía el pelo más largo que su amiga, que lo llevaba por los hombros, y ambos eran delgaditos, aunque probablemente se debía a que llevaban un año huyendo sin un rumbo fijo y sin dinero.

El frío era inaguantable y los niños estaban abrazados el uno al otro para mantener el poco calor que les quedaba. Si seguían así ambos morirían de hipotermia, pero una campana sonó, la campana que les daba una ligera esperanza, la campana que presagiaba la llegada a tierra. Tenían que esperar a la noche para poder salir, pero no sabían si este barco zarparía antes del anochecer y no podían resistirse, ambos querían salir de ahí, querían entrar en calor, comer algo decente, hablar sin tener miedo a que alguien les escuche y los mate, así que decidieron salir.

No podían salir por la puerta principal sin más, así que se dedicaron a buscar un escotilla por la que salir, lo cual no fue muy difícil. En cuanto salieron del almacén, a su derecha, había una pequeña ventana por la que ningún adulto entraría, pero estamos hablando de dos críos desnutridos con muchas ganas de salir de allí, así que con un poco de esfuerzo lo lograron. Tuvieron suerte de que ese lado del barco diera al muelle, porque caer en el agua hubiera acabado con ellos muertos de hipotermia.

Se apartaron lo máximo posible del barco para que no fueran relacionados con él y echaron un vistazo a la isla. Había muchísima nieve, por todos lados, y aún siendo de día el sol a penas brillaba. En el horizonte, en lo que podría ser el centro de la isla se encontraba una enorme y extraña montaña con forma de pájaro. Entre el puerto y esa montaña podían distinguirse unas luces que Hécate y Alaric pensaron que era un pueblo. No era una caminata larga, pero el hambre y el frío hacían mella en su cuerpo, y cuando estuvieron frente a la entrada del pueblo, marcada por un cartel en el que ponía "Pleasure town", ambos cayeron al suelo, agotados, sin poder mover ni un músculo, y rezando a sus dioses para que alguien los ayudase.

Con suerte, ellos escucharon. La gente no salía del pueblo casi nunca, pero hacía tiempo que unos niños que vivían a las afueras habían empezado a trabajar allí, lo cual aumentaba las posibilidades de encontrar a la pareja. La fábrica había cerrado pronto y un oso polar se dirigía a casa cuando los vio allí tirados, blancos como la nieve, casi parecía que estaban muertos. Comprobó su pulso como su amigo le había enseñado y, en cuanto notó el leve palpitar de sus corazones, levantó a los dos niños, los colocó sobre sus hombros, y los llevó corriendo hacia la enfermería.

Corrió por todo el pueblo llevándose muchas miradas de sorpresa por parte de los vecinos, casi arrollando a algún despistado que no lo vio venir.

No tardo mucho en llegar al edificio blanco, no era muy grande, lo suficiente para las pocas personas del pueblo. Tenia a ambos muchachos cada uno en un hombro, así que pateó la puerta lanzándola a unos metros de distancia y consiguiendo que el frio entrase en la clínica.

Ahí estaba el adolescente de 14 años, recogiendo unos papeles para su jefe, que se quedó sin palabra al ver a su amigo entrar. No le duró mucho el shock, lo justo para darse cuenta de que había dos niños medio muertos en brazos del oso polar.

-Sígueme -ordenó el joven y salió corriendo escaleras arriba seguido por el oso.

El doctor y su aprendiz estuvieron un par de horas intentando que los niños volviesen a recuperar el calor mientras quien les había traído fue a por comida para cuando se despertasen.

La primera en despertar fue Hécate, completamente desorientada.

-¿Ya estas despierta? ¿Cómo estás? -preguntó el joven levantándose de una silla frente a un escritorio.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres? -intentó levantarse, pero estaba demasiado débil y no se pudo mover.

-Tranquila, soy Law, mi amigo os a encontrado a las afueras del pueblo casi muertos.

- Hécate. Eres un niño.

-Tu también, pero no soy yo el que casi se muere. -Se acerca a una mesita cerca de la cama de Hecate y coge un plato- incorpórate, tienes que comer algo.

-¿Cómo está él?

-Bien. Todavía no ha despertado. Ahora siéntate y come.

Hécate no se fiaba de él, llevaba un año solo confiando en Alaric, y no se iba a comer lo que alguien que no conocía le ofrecía. Law sabía que no comería, él en su lugar tampoco lo haría, así que cogío la cuchara y probó la sopa delante suyo.

-¿Ves? No tiene veneno.

Ella cogió el plato y al segundo ya estaba bebiendo hasta la última gota de sopa, dejando al médico sin palabras, que se había sentando a un lado de la cama.

-No tenéis a dónde ir, ¿verdad?- preguntó Law cuando Hecaté se terminó su comida. Ella negó la cabeza y miro hacia abajo. - Os podéis quedar con nosotros, dudo que al viejo le importe si sois útiles.

Law cogío el plato de las manos de Hécate y se dirigió a la puerta.

-Gracias- susurró Hécate de forma casi imperceptible, pero Law lo escuchó.


Una lucha constante (Eustass Kid)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora