🐯C A P I T U L O 22🐯

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James

—¡Bambie! –dije una vez fuera del baño, mientras sonreía.

—¿Qué diablos pasa contigo? –preguntó Bambam exasperado.

—Oh, eso dolió. Solo trato de mejorar mi ánimo, ¿tiene algo de malo?

—No, pero...

—Pero nada –interrumpí– dijiste que estarías conmigo sin importar que. Ahora solo quiero despejarme. Aprovechemos el día, ¿Que te parece si reunimos a todos los chicos?

Bambam quedó sorprendido por mi repentino cambió de humor así que durante toda nuestra conversación mantuvo los ojos entrecerrados y su boca entreabierta. Me ponía los pelos de punta.

—Bien –dijo Bambam alargando la última e– juguemos dardos, conozco un bar tranquilo –regreso a su postura normal y comenzó a teclear en su celular– vayamos cuando Jackson salga del trabajo –hizo una pausa para mirar su reloj– en aproximadamente cinco horas. Cariño –me miró a los ojos y yo le mostré una sonrisa– tengo que irme ahora, tengo un par de cosas que hacer, y no me alcanzará el tiempo si pensamos en salir a beber y jugar.

—Lo entiendo Bam, puedes irte –hice un ademán con mis manos para darle a entender que se podía ir. Asintió con la cabeza y salió cerrando la puerta detrás de si.

Me encontré solo en casa, miré hacia las paredes, teñidas en un azul que pretendía ser elegante pero solo alcanzaba a ser deprimente. “ponerle algo amarillo lo haría menos horrible” pensé.  “Talvez almohadas o un marco. Pero no tengo fotos con Jackson. A lo mejor una lámpara o una alfombra. Ojalá la ventana fuera más grande” mis pensamientos danzaban en mi cabeza sin rumbo fijo.

Me senté en el mueble junto a la ventana, la gente pasaba despreocupada, llevando abrigos y bufandas pues recién comenzaba invierno. El cielo era de un azul opaco y los árboles tristes y secos. La vista era deprimente. Regrese la vista al interior de la casa. Todo estaba pacífico y el tenue olor a libros acarició mis fosas nasales. A mi lado una cómoda con enciclopedias. Me llamó la atención uno titulado “Felinos”, la portada mostraba a un león tomando a una cebra por el cuello. “Los felinos procuran cansar a sus presas antes de atacarlas mortalmente en el cuello, logrando una muerte rápida y calculada”.

“Cuello” pensé, recordando el último suspiro de la castaña al cortarle la garganta.

Seguí pasando las páginas y noté el precioso color marrón de la melena de los leones.

“Marrón” tuve la sensación de placer por todo mi cuerpo, “como los ojos de la castaña”, recordé la forma en la que hilos de sangre recorrian su cara petrificada y sus pequeñas piernas trataban de safarse en vano de una muerte inminente, reí por lo bajo, la J grabada en su estomago era una firma perfecta de la pieza de arte que había logrado. Recordé sus senos y lo placentero que fue abrirlos y lo orgulloso que me sentí al haber acertado en que eran completamente naturales.

De repente, un sentimiento de vacío llenó mi pecho. Quería más y sin embargo, solo había pasado un día. Debía comer algo. Debía ir de compras.

Hombre Perdido MarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora