Revivir.

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La lluvia no cesó ni un poco, al contrario, caía tan fuerte con gotas tan gordas que no podía ver más allá de un metro y medio.

Tomó varias piedras que encontraba en su camino, mientras maldecía por lo bajo.

—Maldita lluvia, maldita Bella, malditas motos. —con cada maldición lanzaba una piedra al frente. —Maldita... —la última piedra nunca sonó, como si no hubiera caído.

Volvió a lanzar otra roca. Para su sorpresa, tampoco se escuchó caer. Lanzó las últimas dos que le quedaban en distintas direcciones. Tampoco se escucharon.

Un mal presentimiento la inundó. Siguió caminando al frente con pasos más cautelosos. Una brisa la abrazó por detrás haciéndola girar rápidamente. No había rastro de viento. Aceleró su paso, sintiéndose repentinamente asustada. Otra brisa la recorrió. Se giró sin detener su paso; no había nada, al menos en su campo de visión.

—Adara. —escuchó que la llamaban en susurros.

Se giró en varias direcciones, buscando el origen de la voz. No había nadie en la calle. Volvió a inspeccionar, no tenía sentido, había escuchado el susurro en su oído. El pánico estaba ganando poder en su cuerpo, decidió dejar de buscar a alguien y se echó a correr.

—Oh, Adara.

Aquel susurro fue distinto. La misma voz, si, el tono no. Era como si le hablaran con lastima y ella odiaba la lástima, lo suficiente para hacerla actuar de forma poco razonable.

—¡Ya basta! ¿Quién está ahí?

Unos segundos después la bocina de la camioneta la hizo voltear. Bella la miraba interrogante.

—¿Tú me llamaste?

—¿De qué rayos hablas? Ven, sube. —Adara no lo pensó dos veces antes de subir apresuradamente al auto, tratando de disipar la sensación de pánico.

—¿A dónde vamos? —preguntó al ver que no seguía el camino a casa.

—A casa de los Black, veré si Jacob puede arreglar las motos.

Adara rodó los ojos fastidiada, tenía la esperanza de que Bella se hubiera arrepentido de adquirir las motos.

El camino fue silencioso, excepto por el golpeteo de la lluvia contra el metal. Adara se mantuvo taciturna, pensando en lo que había ocurrido minutos antes, ¿lo había imaginado? Se sintió tan real para ella... se sintió tan familiar.

Los susurros, la brisa. Le fue inevitable recordar sus primeros días en Forks, cuando iba al bosque y Jasper la observaba, aunque claro, en aquel momento desconocía aquel detalle. Rápidamente trató de apartar el recuerdo.

La casa de los Black le pareció vagamente familiar: pequeña, de madera y ventanas estrechas, estaba pintada de un rojo mate. Le recordó a un granero.

Antes de que bajaran Jacob ya iba saliendo de su casa observándolas con una espléndida sonrisa. Adara suspiró con fastidio, se había acostumbrado tanto a las expresiones desoladas que casi olvidaba que no todos la pasaban tan mal.

—¡Chicas! —le confundió bastante que no solo a Bella le sonreía.

—¿En qué momento creciste tanto? ¿Hace mucho no te veía? —trató de recordar cómo se veía Jacob la última vez que lo vio: en la playa. Sin duda era más alto, musculoso y su voz sonaba más madura.

¿Por qué su pubertad no fue tan genial como la del chico?

—Uno noventa. —Jacob sonrió orgulloso ante las miradas sorprendidas de las hermanas. —Vamos, entren.

Hematoide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora