Don.

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—No sé, Bella, no sé. La verdad es que no tengo ni la menor idea de qué es ni cómo controlarlo. —se dejó caer al suelo con delicadeza.

Bella tenía más de diez minutos pidiéndole una explicación y estaba harta, ¿por qué no entendía que ella tampoco sabía? Era la primera vez que veía aquello.

—Bueno, tienes que averiguarlo, ¿que si te vuelve a pasar de la nada?, eso sí será un problema, ¿cómo lo explicarás?

—¿Crees que no lo sé? —se levantó dispuesta a encarar a Bella. —Cada día, cada hora, cada minuto no puedo dejar de pensar en que voy a arruinarlo todo, mi mente no deja de imaginar escenarios donde me descubro, ¿y qué pasará si me descubro? Tendré que huir, ¿a dónde iré?, ¿seré nómada el resto de mi vida? Existencia, mejor dicho, porque viva viva ya no estoy.

—¿Estás enojada?

—¿Enojada? Obviamente, Bella. Estoy enojada, triste, preocupada, nerviosa, asustada... ¡aterrada! No tienes idea de lo mal que me siento.

—¡Mira! —señaló entusiasmada.

A regañadientes volteó a donde señalaba Bella, irritada por su alegría. Sus manos nuevamente emanaban aquella estela oscura. Bella acercó sus dedos temblorosos, tratando de tocar la estela. Sintió un calor recorrerla, como si hubiera puesto la mano sobre el vapor caliente de una olla hirviendo. Un extraño sentimiento, una inusual mezcla de molestia, tristeza y miedo la recorrieron.

—Ahora cálmate. —Adara la observó interrogante, ¿calmarse? Como si fuera tan fácil. —Vamos, inténtalo.

Con extrema precaución Bella sujetó suavemente sus muñecas. Adara trató de ignorar la cálida sensación que la piel de Bella le otorgaba, concentrándose únicamente en encontrar un modo de disminuir todo el enojo y miedo. Después de unos minutos lo logró.

—La sombra se ha ido. —susurró.

Adara abrió los ojos rápidamente, inspeccionando sus manos: ya no quedaba ni rastro de aquella estela.

—Cuando sientes miedo, enojo, aparece, y cuando te tranquilizas se va.

—Perfecto, soy una bomba de tiempo. —se alejó de Bella, volviendo a sentarse en el suelo. —¿Ese es mi don?, ¿demostrar mis emociones?, ¿qué tiene de genial? No lo quiero, no es divertido... ¡ni siquiera útil!

[***]

—¿Segura que no quieres que mande a un médico? El doctor Snow es excelente. —escuchó la voz preocupada de su padre al otro lado de la línea.

—Estoy segura. Tranquilo, me siento genial, solo necesitaba dormir y comer.

—Ayer estabas muy fría.

—Tenía frío, la lluvia estaba helada, es todo. Ya estoy mucho mejor, a una temperatura más cálida. —le hizo un ademán de fastidio a Bella, quien la miraba burlona.

—Me alegra que estés de vuelta.

El tono de voz de Charlie le dolió internamente. Sonaba tan aliviado y tan preocupado al mismo tiempo, y todo era culpa suya.

—Te quiero, papá.

[***]

—No quiero volver a la escuela.

Bella la observó desde el sofá. Le era inevitable encontrarle la gracia a la forma que tenía Adara de ver las cosas; había cosas mucho más preocupantes que volver a la escuela o no volver a comer sus postres favoritos, sin embargo, era en lo único que la neófita pensaba.

—Deberíamos preparar todo para tu regreso. —Adara hizo un ruidito en señal de duda. —Si, ya sabes, tus cambios no van a pasar desapercibidos. Ya arreglamos lo de los ojos, pero, ¿y lo demás?

Hematoide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora