Hematoide.

Soledad.

Se sintió ingenua al pensar que sus primeros dos días habían sido difíciles. El fin de semana fue mucho más complicado con Charlie en casa todo el día y Adara castigada.

—Dile adiós a tu hermana... ¡ey! Desde la entrada, no puedes salir.

—¿Ni al pórtico? —la mirada severa de Charlie le hizo retroceder un paso. Le sonrió aprobatoriamente. —Es ridículo, papá.

—Tú te lo ganaste.

Adara suspiró con fuerza viendo como Bella se alejaba de la casa en su camioneta. Tomó una gran bocanada de aire y cerró la puerta tras de sí. Estar sola con Charlie supondría todo su esfuerzo.

—No me dijiste que te parecían. —tomó asiento en la mesa, observando a Charlie guisar tocino.

—Igual que todo lo que usas: te ves bien. —Adara conocía perfectamente a su padre, sabía que aquello, aunque tratara de sonar indiferente, era un gran cumplido. —Pero, ¿si ves bien? Los lentes de sol en Forks no son muy necesarios, dentro de casa me parecen excesivos.

—Estoy reorganizando mi imagen personal, pa. Siento que los lentes de sol se volverán una parte de mí. —dijo teatralmente. —Además, tienen poco polarizado, veo perfectamente.

Charlie hizo un ruidito extraño, no muy convencido por el nuevo accesorio de su hija, sin embargo, decidió no decir nada, no era la primera vez que Adara quería nadar contramarea... metafórica y literalmente. Terminó de cocinar y para sorpresa de Adara, llevó dos platos a la mesa: uno con huevos y tocino y el otro con wafles.

—¿Qué es eso? —Charlie la vio con una expresión sarcástica. —Es decir, se lo que son, pero... no tengo hambre.

—No te he visto comer en lo que va de la semana, ya no tienes excusas.

—No tengo hambre. —repitió.

—Dijiste que almorzabas temprano, pruébalo. —le acercó más el plato. Adara evitaba la mirada de Charlie. —¿Sabes qué? No pasa nada, no te obligare a comer. —entrecerró los ojos, su padre nunca cedía en cosas así. Se levantó de la silla y a Adara le pareció imponente. —Ponte una chamarra, iremos al médico.

—¿Qué? ¡No!

Charlie la ignoró mientras caminaba al vestíbulo, se puso la chamarra y tomó las llaves del auto. Adara se debatió internamente que hacer: no podía comer, no quería lidiar con los posibles estragos, en cambio, la idea de hacerle frente a Charlie tampoco le agradaba. Si, ella podía ser una criatura sobrenatural sacada de una historia de terror, pero Charlie era su padre y eso tenía más peso.

—Bien, comeré. Mira. —fue por el plato de wafles y comenzó a comerlos, haciendo su mayor esfuerzo por no demostrar el asco que le daba. La expectante mirada de su padre la obligó a seguir comiendo. —¿Ves? Delicioso...

Su expresión asqueada no pasó desapercibida para ninguno. Tragó saliva tratando de ignorar las ganas de vomitar. La mirada de Charlie le advirtió que no estaba disimulando muy bien. Un momento después la garganta le ardió de una forma nueva y a la vez familiar: iba a vomitar.

Se obligó a correr a velocidad humana hasta el baño. Cuando Charlie se acercó a ella para recogerle el cabello ya había vomitado todo, aunque aún tenía arcadas. Le extendió un poco de papel para que se limpiara.

—¿Aun crees que es innecesario llevarte al médico?

Charlie la ayudó a levantarse. Adara se lavó los dientes cuidando de hacer movimientos lentos.

—Comí muy rápido, es todo. —la mirada sobre ella no se suavizó, podía sentirlo a sus espaldas. —Prometo que ya no va a pasar.

Se acomodó los lentes nuevamente antes de girarse hacia Charlie. Contuvo la respiración al tiempo que se acercaba a su padre, abrazándolo levemente.