Hematoide.

Lobos.

Al terminar su ducha Bella caminó al cuarto de su hermana. Adara la observó atentamente, tenía los labios entreabiertos como si se le dificultara respirar por la nariz, aunque su respiración y pulso estaban tranquilos. A pesar de que le mantenía la mirada no parecía estar ahí realmente. En un segundo Adara ya tenía a la humana sujeta por los brazos, guiándola a la cama.

—¿Es el agujero en el pecho? —le susurró recordando el término que Bella usaba para describir su tristeza.

—Jake dijo que ya no podemos ser amigos. —susurró de vuelta acariciándose los brazos inconscientemente.

Apretando la mandíbula se obligó a relajarse, aguantó la respiración y abrazó a Bella. Si bien podía tolerar la quemazón que el mero aroma de Bella le provocaba, sentir su cálida piel y el pulso de sus venas era otra historia, era mucho más tortuoso. Ignoró el cómo se sentía y recostó a Bella cuidando de no hacer fuerza, tratando de consolarla.

—No lo necesitas, Bells, me tienes a mí. Yo siempre estaré aquí para ti, para protegerte de todo.

Asintió débilmente. Adara sabía que lo que ella le aportaba a su hermana no era lo mismo que Jacob hacía, por más que las mellizas se amaran Adara no podía llenar todos los huecos que la partida de otros dejaban en su hermana. Lo único que podía hacer es estar para ella y tratar de hacer más ameno su dolor.

Bella logró conciliar el sueño unos minutos después de que Adara absorbiera el sufrimiento y la pena que le inundaban.

Aun cuando su melliza dormía serenamente Adara no dejó de utilizar su poder sobre ella. Eran extremadamente raras las noches en que Bella no tenía una pesadilla que la dejara sin habla, incluso si Adara trataba de mantenerla en paz, la mente de su hermana no cedía, haciendo que Bella pasara parte de la noche en vela.

Bella giró levemente, aun sin alejarse del abrazo de Adara. Una inofensiva envidia le recorrió el cuerpo al ver a su hermana descansado, con la respiración tranquila y los labios entreabiertos. ¡Cuánto extrañaba dormir! No porque se sintiera cansada, simplemente por el mero placer de liberar la mente un rato.

Un extraño ruidito salió de los labios de la humana, quien nuevamente se giraba en la cama. Adara sonrió, por más que lo odiara Bella debía admitir que era adorable. Le quitó el cabello del rostro, preguntándose como alguien podía herir a propósito a una persona tan buena. Bella era de las personas más amables y bondadosas que Adara conocía; admiraba su enorme y puro corazón, siempre tan justo.

Bella era tan buena persona y siempre terminaba herida. Primero Edward y ahora Jacob. Los dos habían sido insensibles y la habían lastimado aun sabiendo lo mucho que Bella se preocupaba y estimaba a cada uno. Los dos eran unos idiotas por haber sido tan egoístas, por haber abandonado a Bella como si ella fuera mala. Se debatió internamente quien de los dos era peor, si Edward por jurarle amor eterno y luego dejarla, o Jacob por haberle hecho creer que la cuidaría y jamás la lastimaría para después abandonarla y decirle que no la quería cerca.

Bella se removió una vez más, con el entrecejo fruncido.

Jacob. Jacob era peor, sabía que Bella había puesto todas sus esperanzas en él y él solo la desechó, sin siquiera un poco de tacto. Le aterró internamente darse cuenta que el mismo odio que le había tomado a Edward ahora lo sentía por Jacob. Se alejó cuidadosamente de la cama, sintiendo que su furia era lo que provocaba intranquilidad en el sueño de Bella.

Un asqueroso olor le inundó las fosas nasales. Sam. No, Sam olía distinto, era Jacob. Se acercó a la ventana y la abrió tratando de no hacer ruido. Jacob se balanceaba en el árbol a un metro de ella.

—Lárgate ahora mismo. —gruñó.

—Te ves mucho peor de cerca. —se burló.

Adara entendió que se refería a su transformación. Desde la mordida, Adara y Jacob solo se habían visto dos veces: en el prado, cuando Laurent trató de matar a Bella, y en ese momento, donde Jacob parecía querer entrar por la ventana. Rodó los ojos con exageración, poco le importaba lo que Jacob pensara de ella.