Capítulo 27

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Tiene un mensaje instantáneo de: NADIA

NADIA: Oye, ¿sigues ahí?

ANAJU: Oh, tus palabras de apoyo son como una bocanada de aire fresco. Sí, sigo aquí.

NADIA: ¿Y encontraste a tu hija?

ANAJU: Sí, la hemos adiestrado para que acuda a la carrera cuando oiga tres silbidos y una palmada.

NADIA: Impresionante...

ANAJU: Todo este asunto me ha llevado a recordar que Hugo y yo nos fugamos unas cuantas veces cuando éramos niños. La primera vez nos fugamos porque los padres de Hugo no le dejaron ir el fin de semana a un parque temático para ver al Capitán Tornado. Ahora comprendo el punto de vista de sus padres, porque, bueno, el parque en cuestión estaba en Australia... en unos dibujos animados. En fin, no debíamos de tener más de cinco o seis años. Cogimos las mochilas del colegio y salimos corriendo. Salimos corriendo literalmente. Creíamos que era lo que teníamos que hacer, correr calle abajo, una gran estrategia para pasar desapercibidos, por supuesto.

Estuvimos el día entero deambulando por calles que no conocíamos, mirando las casas y preguntándonos si las monedas que habíamos ahorrado aquella semana nos alcanzarían para comprarnos una casa. Hasta mirábamos casas que no estaban en venta. Todavía no habíamos acabado de captar el concepto. En cuanto se hizo de noche comenzamos a aburrirnos de nuestra libertad y también a tener un poco de miedo. Al final decidimos volver a casa para ver si nuestra protesta había alterado la situación con respecto al Capitán Tornado. Nuestros padres no se habían dado ni cuenta de que habíamos huido. Los de Hugo pensaban que estábamos en mi casa y los míos en la suya.

No sé si Emma habría subido a ese avión de haber tenido ocasión. Me gusta pensar que de mis enseñanzas como madre ha aprendido que huir no es manera de resolver un problema. Puedes correr y correr tan rápido y lejos como quieras, pero lo cierto es que por más que corras el problema seguirá ahí. De hecho, hoy ha intentado decirme que me quería con todo el corazón y que nunca podría abandonarme. Me ha parecido percibir sinceridad en sus ojos y en su voz, pero en cuanto la he abrazado me ha preguntado si eso significaba que ya no estaba castigada. Me temo que es una oportunista, igual que su padre.

¿Alguna vez te escapaste de casa cuando eras niña?

NADIA: No. Pero mi ex marido se fugó de casa con una niña a la que le doblaba la edad, si te sirve de consuelo.

ANAJU: Caray... Pues no, no me consuela, pero gracias por contármelo de todos modos.

NADIA: No hay de qué.

ANAJU: ¿Qué planes tienes para celebrar los cuarenta, Nadia? Tu cumpleaños está al caer.

NADIA: Voy a romper con Teddy.

ANAJU: ¡No! ¡Es imposible! ¡Tú y Teddy sois una institución!

NADIA: ¡Ja! Has dado en el clavo. De acuerdo, quizá no lo haga. Sólo estaba pensando en introducir algún cambio emocionante en mi vida y, curiosamente, eso ha sido lo primero que se me ha pasado por la cabeza.

ANAJU: No necesitas ningún cambio en tu vida, Nadia. Está muy bien tal como está.

NADIA: Voy a cumplir cuarenta, Anaju. CUARENTA. Soy más joven que Madonna, ¿puedes creerlo?, y parezco su madre. Cada día me despierto en un dormitorio desordenado junto a un hombre que ronca y huele mal, tropiezo con montones de ropa camino de la puerta, bajo tambaleándome a la cocina, me preparo un café y me como un pedazo de pastel de chocolate del día anterior. Al volver hacia el dormitorio me cruzo con mi hijo en el pasillo. Algunas veces me saluda, pero son las menos.

Love, AnajusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora