Capítulo 33

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Tiene un mensaje instantáneo de: NADIA

NADIA: ¡Alabado sea el Señor por los milagros que obra! ¡Amo a mi hijo, es un ser perfecto, un genio!

ANAJU: ¡Qué sorpresa!

NADIA: Bueno, estarías de acuerdo conmigo si, como yo, hubieses asistido al renacimiento de Fred Astaire. ¡No sólo estoy sumamente dolorida por haber bailado como no lo había hecho nunca, sino que estoy impresionada hasta la médula! ¡En cuanto comenzó la música, empezó la magia! O sea, Ricardo fue más bien duro con Gary pese a que era su primer día. Dijo: «Nadia, ésta es la clase avanzada, Gary tendrá que seguir el ritmo de los demás». Y, Dios mío, Gary lo siguió tan bien que por poco me desmayo. Ricardo hasta puso «1, 2, 3, María» de Azuquita y como tú bien sabes, Anaju, es una canción rápida, tan rápida que tú y yo acabamos tiradas por el suelo antes de llegar a la mitad, con estrellas y pajaritos de dibujos animados dándonos vueltas en la cabeza. Gary se movía de una manera increíble. Daba vueltas por la pista con mucho garbo mientras las gotitas de sudor se movían a su alrededor como... un sistema solar. Ricardo dijo que Gary era una estrella en ciernes y que hacíamos muy buena pareja.

Teddy no se impresionó demasiado cuando se lo conté. Verás, estaba tan entusiasmada cuando llegué a casa que lo solté sin darme cuenta de que los colegas camioneros de Teddy estaban en el cuarto de la tele. Teddy se puso más rojo de lo habitual y empezó a despotricar diciendo que todos los bailarines son gays y que con mi influencia a Gary acabarían gustándole los chicos. Le contesté que sólo estaba intentando que sacara un poco la cabeza de su concha, no que saliera del armario. Pero Teddy y sus colegas no lo entendieron. Piensan que pueden aplastarse latas de cerveza en la cabeza, tirarse pedos (para luego olerlos y reír), gritar a los jugadores de fútbol de la tele (como si ellos fueran a hacerlo mejor si estuvieran en el campo), criticar a todas las gordas que salen en la tele (como si ellos no tuvieran unos barrigones de cerveza de padre y muy señor mío ni llevaran más de diez años descuidándose), llamarme cada diez minutos para que les lleve más latas de cerveza (de la variedad que va a cincuenta céntimos la media docena) y luego tener la osadía de largarme una conferencia sobre cómo son los hombres de verdad, los muy cabrones, perezosos y egoístas.

ANAJU: Para el carro, Nadia, me parece que nos estamos desviando del tema. ¿Qué hizo el pobre Gary cuando Teddy y compañía se metieron con él?

NADIA: Bueno, el pobre chico pasó tanta vergüenza que salió hecho una furia del cuarto, subió la escalera pisando fuerte y se encerró en su habitación dando un portazo.

ANAJU: Vaya por Dios, pobre Gary. Espero que Teddy se disculpara.

NADIA: ¿Has perdido el juicio? Claro que no lo hizo. La reacción de Gary sólo sirvió para demostrar lo gay que se estaba volviendo: al fin y al cabo se había puesto hecho un basilisco como una mujer. Aunque no tardé en hallar consuelo en seis delicados pastelillos con un precioso glaseado de color rosa. Así que olvídense de Fred Astaire y Ginger Rogers, ¡aquí llegan Nadia y Gary Minelli!

ANAJU: ¿Minelli?

NADIA: Pues sí, me he cambiado el nombre por otro mucho más propio de una superestrella. Ricardo dijo que podría entrenarnos para participar en concursos. Hasta iríamos de viaje por el mundo si llegamos a ser lo bastante buenos. Para alguien que considera que pasear hasta el fondo del jardín es una aventura, poder viajar por el mundo es un auténtico sueño. Eso si somos lo bastante buenos, por supuesto.

Love, AnajusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora