Capítulo 45

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Hola, mamá:

Sólo una nota breve para desearte suerte (aunque no la necesitas) para mañana, tu primer día de trabajo. ¡Seguro que los dejas anonadados!

¡A por todas!

Besos,

Emma

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Tiene un mensaje instantáneo de: NADIA

NADIA: Bueno, doña directora adjunta, cuéntamelo todo. ¿Cómo va el trabajo?

ANAJU: Muy leeeeento.

NADIA: ¿Puedo preguntar por qué?

ANAJU: ¿Estás preparada para oír una perorata? Porque si no lo estás, te doy la oportunidad de evitar esta conversación, aún estás a tiempo.

NADIA: Lo creas o no vengo preparada para esta conversación. Dispara.

ANAJU: Vale. Llegué a la calle donde está situado el hotel con bastante antelación y me puse a recorrerla durante tres cuartos de hora en busca del despampanante Grand Tower Hotel. Pregunté en tiendas y tenderetes, pero nadie tenía ni idea de dónde estaba este hotel.

Cuando llamé al director del curso casi llorando y presa del pánico por llegar tarde mi primer día de trabajo, me las arreglé para acusarlo de haberme dado mal la dirección. Me repitió la misma dirección varias veces, ante lo cual tuve que decirle que era imposible que fuese correcta porque el edificio que se correspondía con esas señas parecía abandonado y casi en ruinas.

Finalmente dijo que llamaría al director del hotel para reconfirmar las señas, de manera que me senté en la mugrienta escalera de la puerta principal del edificio en ruinas (ensuciándome el trasero de mi traje nuevo) y procuré no llorar por lo tarde que era y la mala impresión que iba a causar. De repente la puerta del edificio que tenía detrás se abrió con un ruido muy fuerte, como si las bisagras se tiraran un pedo, y una cosa me miró. La cosa habló con un acento muy marcado, se presentó como Cronin Ui Cheallaigh, propietario del edificio, e insistió en que lo llamara Beanie.

Al principio me desconcertó este mote, pero a medida que fue avanzando el día me quedó más que claro. No habían sido las bisagras las que habían hecho un ruido como de pedo, sino el flatulento trasero de Beanie.

Me hizo entrar al viejo y húmedo edificio y me mostró las dependencias de la planta baja. Entonces me preguntó si tenía alguna pregunta y yo, por supuesto, quise saber por qué estaba en aquel edificio en concreto y cuándo iba a ver el hotel. A lo que él respondió con orgullo: «Esto es el puñetero hotel. Bonito, ¿verdad?».

Luego me preguntó si tenía alguna idea para mejorar el hotel después de mi primera impresión y le sugerí que quizá convendría poner el nombre del hotel en algún lugar visible del edificio para que a los huéspedes les resultara más fácil localizarlo (aunque no hacerlo también era una buena estratagema de marketing). También sugerí que hiciera correr la voz de su existencia entre los establecimientos del barrio para que colaboraran en publicitar el hotel (o al menos en dar indicaciones a los turistas perdidos).

Love, AnajusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora