CAPÍTULO 4.

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BETA.


—Es una broma ¿verdad? —me mira asqueada con su típico tic en la nariz.

—No. Lo encontré. Es pequeño, tierno y quiero conservarlo.

—Con ese razonamiento por qué no también tienes un hijo.

Ruedo los ojos soltando un bufido, mamá sube las escaleras para alejarse de mí y de... ya veré como le pondré.

— ¿Te tomates las vitaminas?

—Si mamá—pongo los ojos en blanco cuando me da la espalda.

— ¿Te ha causado alergia?

—No. Espera... —me pegue el conejo a la nariz, espere cinco segundos y—: No, estoy bien.

Me mira minuciosamente y al final accede.

—Tú limpiaras lo que haga—advierte, para luego perderse en su cuarto.

Subo a mi habitación, aviento el bolso a la cama y coloco al conejo en mi escritorio. Me mira por unos segundos y luego intenta saltar, pero no lo logra.

Abro la gaveta para buscar unas pinzas y sacarle las espinas. Lo sujeto lo más delicadamente que puedo y cuando iba a sacar la primera espina, me acobarde.

—No paras de chillar—le reclamo, echando mi cabeza para atrás.

Me paro de la silla buscando mi teléfono.

—Luke.

— ¿Qué pasa? —responde desde la otra línea.

—Necesito que vengas.

Yo esperando ayuda y comprensión y lo que obtuve cuando llegó fue:

—Es una broma ¿verdad? —pregunta con el mismo tono sarcástico que el de mamá y con la mano en su mentón sin despegar la vista del conejo.

—No. Y ahora tú me ayudaras—le lanzo las pinzas que a duras penas lo atrapar.

—La gente normal tiene gatos, perros, incluso aves o tortugas ¿Por qué no te conseguiste una tortuga?

—Porque en el mágico arbusto no había tortugas.

Me mira con ternura y se dirige a mí con una sonrisa. Sostengo al conejo mientras él se encarga de sacarle las espinas.

Mis labios, manos e incluso el cuerpo entero me temblaban más que el pobre conejo. Con mucho esfuerzo logra sacarle varias espinas, pero aún faltaban, el conejo no para de moverse y se me hacía aún más difícil sostener.

¡Está comprobado! No sirvo como veterinaria.

—Falta una, resiste.

— ¿Ya oíste? Resiste un poco más—le hablo al conejo.

—Te lo decía a ti—me mira divertido y deja las pinzas en la mesa.

Por fin acabó.

Pongo al conejo en mi hombro y me encierro con él o ella en el baño. Sé que debo de tener algo mal en la cabeza pues en vez de estar concentrada solo pienso en que me tendré que calar a Brayden en las tardes. Bailar no me molesta tanto como tener que oírlo hablar, o verlo sonreír.

Me alegra haberle pateado las pelotas cuando me abrazó.

Luego de limpiar al conejo me asomo por la puerta viendo a Luke acostado en mi cama, revisando su teléfono. Salgo del baño con el conejo en brazos envuelto en una toalla.

—Mi labor ha terminado.

—¿A dónde vas? —pregunto.

—A culiar—siento su mano pasar por mi cabeza antes de depositar un beso en mi mejilla.

Los secretos de Nova. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora