CAPÍTULO 9.

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Caperucita roja.

«Diana McCarthy e Ethan Nilsson.

La Bella y el Intelectual. La nueva versión del cuento de hadas se hace realidad. Impresionante fue encontrar a la estudiante de 4to con el delegado de último año solos en la sala privados de los que ponen orden dentro y fuera de los pasillos de Belmont.

Ejemplos a seguir que a escondida parecen arrasar con todas las reglas. Fuentes cercanas confirman la relación asegurando que desde hace dos semanas empezaron los encuentros clandestinos...»

Dejo de leer el Instagram con la salida de Jess de los vestidores disfrazada de bicho.

— ¿Qué tal? —pregunta.

—Un insulto a los ángeles.

— ¡Soy Cupido!

—Peor —vocifero—. Un Cupido sin amor propio.

Esquivo las alas que me avienta.

Vuelvo a ver el teléfono y arriba de la noticia se encuentra adjunta una foto demasiado comprometedora de ambos en la sala de delegados.

De no ser porque mande a crear el chisme, hasta me lo creería de lo bien editada que esta la foto.

Continúo leyendo, dándome cuenta que se enfocan más en el delegado que en la zorra y eso despierta mi interés pues no puedo pasar desapercibida las intenciones ocultas del "Chico Sombra" —nunca me voy a acostumbrar a ese ridículo nombre—; hay demasiada precisión para alguien que yo no autorice a involucrar.

Dos por uno, buena estrategia.

Esto pone en duda la credibilidad de Ethan y le atrae la envidia a Diana por lograr enrollarse con Don Perfecto.

— ¿Qué tal este? —vuelve Jess—. Y no digan que parezco hombre.

—Yo no iba a decir nada.

En realidad, sí.

—Ir de viernes 13 no es muy sexy —opina Luke y se oculta detrás de mí cuando Jess lo amenazo con el palo.

— ¡Soy jugadora de hockey! ¡Hockey! ¿¡Y tú por qué sonríes?! —me regaña—. Toma esto y ve a cambiarte.

Me meten obligada al vestidor con el traje.

— ¿Me estas jodiendo? —escucho como se carcajea.

Siento que he caído en la madriguera de un conejo apenas introduje ambos pies en la maraña de encaje y relleno del vestido. Deslizo la cortina de un solo tirón para dejar expuesto a mi reina malvada interior.

Esto es ridículo, estaba vestida de la Reina de corazones. Pensé que se orinarían en los sillones en cuanto me vieron.

— ¡Oye! Ahora puedes llevar a Beta a la fiesta —dice entre risa Luke mientras se limpiaba las lagrima.

Sé que lo dice de broma, pero no sería mala idea. Si fuese rubia y tuviese un vestido azul, no dudaría en llevar a mi bebe.

Vuelvo a entrar en el vestidor para ponerme mi ropa y lanzarle el disfraz en la cara a Jess. Ella va a dejarlo en su lugar y vuelve al vestidor para probarse otro traje.

Y como un show de las Vegas, saca su pierna por sobre las cortinas para luego sorprendernos con un extravagante traje de sirena.

No llevaba una aleta en sus pies, pero si una larga falda aguamarina con estampado de escama y top de conchas moradas. Un último retoque a su cabello y es el retrato viviente de Ariel, camina por el pasillo—casi igual que un pingüino—para buscar otro traje y vuelve con las manos en la espalda.

Estornudo y Jess se adelanta en decir:

—Salud—vuelvo a estornudar—. Amor—me quedo en la misma posición esperando a que otro estornudo saliera y que fuese dinero y no... pues eso.

—Irónico—se burla Luke.

El pirata se sienta a mi lado destapando una lata de refresco.

—Y dime Luke ¿Te gusta Nayet Maslow o también lo espías? —se ahoga con el jugo.

Escucho la estrepitosa carcajada de Jess mientras Luke se recupera con una mirada asesina.

—Ya déjalo en paz...—me reprende Jess—. ¡Mi pequeña gatita!

Con un chillido me muestra un traje de Gatúbella.

—No —sentencio.

—Bueno, tampoco esperaba que accedieras. Iré a pagar el otro—antes de que diera otro paso como si no hubiese dicho nada piso su vestido para detenerla.

— ¿Que traes ahí, payaso de McDonald?

Voltea con una sonrisa inocente, exponiendo una larga capucha roja.

— ¿Y lo demás? —me muestra un hermoso (pero muy corto) vestido carmín—... Ve a pagarlo.

Corre hacia la cajera donde la pobre chica, al verla llegar tan de repente, da un brinco y suelta un grito. No me tomaré la molestia de probármelo, ella sabe exactamente mis medidas, confío en ella... Dentro de lo legal y lo razonable, claro.

Por la tarde nos reunimos en mi casa para alistarnos e intentar hacer que Jess razonara sobre a qué casa vamos a ir y qué puede pasar, todo eso lo ignoro, por supuesto, sellando su pena de muerte social puesto que Diana tiene todo el derecho de hacer lo que quiera, es su casa, y la festejada.

Por lo tanto, pusimos ciertas reglas: mantener distancia de ella, no llamar la atención, y avisarme cuando Brayden esté cerca para huir.

— ¡Bien! Ya estas listas —avisa Luke—. Para maquillar cadáveres soy bueno.

Le golpeo el hombro.

—Cállate y decime dónde estabas.

—Con uno al que le puedo romper el culo—sonríe de medio lado.

Demasiada información.

Me miró en el espejo pensando que a este chico deberían de darle un trofeo por el impresionante trabajo que hace con el maquillaje.

Mi disfraz se compone de un vestido corto rojo, medias blancas que me cubren hasta la rodilla, tacones negros y los que más me gustaba, una capucha roja con capa hasta los tobillos.

Salgo de la habitación estilo película estadounidense, donde el novio de la protagonista la está esperando para ir al baile de graduación y así vivir felices por siempre.

—Regia, diva y poderosa como siempre —aplaude mi amiga—. Ni pareces de diecisiete.

—Tampoco que le montaron cacho —murmura Luke y recibe un zape en la nuca de parte de Jess.

Alza la mano y yo choco los cinco con ella.

—Ya vamos —dice abriendo la puerta —, tu casa hace que sude como loca.

—Te disfrazaste como pescado —habla Luke—, lo lógico sería que olieras como uno.

Jess voltea amenazante.

—¡Me callo!

—Tú como que te cansaste de vivir —le digo antes de entrar en la parte de copiloto con él.

—Al igual que todos nosotros, pero primero quiero ver como las princesas se convierten en Calabazas.

El auto se pone en marcha.

Los árboles, las casas, incluso las personas que pasaban con la velocidad del coche parecían más interesantes que la conversación que mantenían mis amigos. El mismo ambiente que recorría todos los días para ir a la escuela se me hacía extraño al dirigirme a la casa de los McCarthy.

Posiblemente estaría nerviosa por ir a su casa, pero no, no es por eso por lo que estoy nerviosa, sino por lo que vaya a pasar al momento de que crucemos la puerta o mínimo pisemos su césped.

Los secretos de Nova. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora