CAPÍTULO 8.

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Los chicos buenos no existen.


—Dime—respondo con total calma, dándome una pequeña idea por la cual me llama.

—ESE IDIOTA ME TERMINÓ, ¡ME TERMINÓ!

Mierda, mi oído.

Ruedo los ojos, yendo a mi armario a buscar algún abrigo. Por un momento pensaba en que, si de aquí a un tiempo no sé lo que haría con mi vida al salir de la preparatoria, probablemente me dedicaría a la clarividencia, no es la primera vez que doy en clavo.

—Ya voy para allá—corto fastidiada, guardando el teléfono en la chaqueta.

Yo misma soy ave de mal agüero. Lo que digo es cierto y lo que sospecho se cumple. Crecí maldita por conocer el perfil masculino. Ninguno sirve y todos mienten.

Aunque tampoco defiendo a las mujeres porque en nosotras está si ser pisoteada, engañas o humilladas. Jess, por ejemplo, teniendo las mil y un señales se cegó ¿por qué? Por amor.

Las primeras veces si me enojaba y hasta hacia planes para vengarme de esos imbéciles que le habían hecho daño, pero después del décimo octavo chico me canse de hacer el mismo papel de verdugo.

Asomo la cabeza por el umbral de la puerta para cerciorarme de que el auto de McCarthy no estuviera. Por suerte, no se veía rastro de él por ningún lado. Salgo hacia la casa de Jess y por el camino escuchaba el cuento y las quejas del cómo su novio la dejó por Brayden versión mujer.

«Ya estoy abajo» No pasaron ni dos minutos cuando la pelirroja me abrió la puerta.

—Qué asco —me burlo, observándola de arriba a abajo con el pote de helado en brazos—. ¿Te dejó el novio?

No llego ni a dar un paso cuando ya la tengo sobre mí. Con todas mis fuerzas intento levantarla, pero es inútil. Esta cerda había comido demasiado.

Miro a todos lados por si había algún alma bondadosa dispuesta a cargar sesenta kilos de comida chatarra, pero nadie aparece, ni siquiera el arbusto del desierto. Vuelvo a hacer un último intento fallido que hace que la arrastre hasta el sofá.

— ¡LO AMO! Y aun así no le importó—chilló, esparramada en el sofá, aferrándose al pote de helado.

— ¿Te vas a quedar llorando por alguien a quien claramente no le importas?

La he dejado sin habla, los lloriqueos cesaron y dudo que este respirando. Contemplaba el helado como si la respuesta estuviera ahí.

Esperaba otro llanto aún más fuerte, un balbuceó o incluso un discurso motivacional de ella misma sobre que ya no se volverá a enamorar, pero no, apretaba los labios mientras que un torbellino de ideas pasaba por su cabeza.

— ¿Por qué los chicos son así? —logra decir con un hilo de voz.

Dejo el teléfono a un lado, para abrazarla y hacer que se recueste en mi pecho.

—Porque está en su naturaleza, ellos no quieren a nadie. Mienten, se divierten y se van sin importarles cómo te sientas.

—Lo dices porque tú piensas así de todos.

—¿Y crees que es poco? Mi padre me abandonó, mi mejor amigo era un manipulador encubierto y él único que creí que podría ser la excepción terminó siendo un hijo de puta.

—Ya se...

Se separa de mí para dejar el helado en la mesa y veo que otra lágrima se escapa de sus ojos.

Sabe que tengo razón.

Suspire, aceptando que lo que diré a continuación sea posiblemente mi boleto al infierno.

Los secretos de Nova. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora