CAPÍTULO 16.

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Monkey-man.

Abro los ojos despacio. De nuevo las paredes blancas del hospital que me daban escalofríos.

Por el trabajo de mi madre estuve rodeadas de ellas casi la mitad de mi vida. Sé lo que tengo que hacer cuando vengo acá.

Esperar a que una enfermera llegue. No decirle "mamá" a mamá en el trabajo, ya que no sería profesional. Y, por último, no creer cuando los doctores dicen que todo va a salir bien.

Pero esta vez es diferente. No estaba aquí por una situación de salud, estaba aquí por...

¿Por qué estaba aquí?

No recuerdo nada, solo la imagen de Beta revolcándose en el lodo y luego a Luke...

Escucho como la puerta se abre, veo una figura alta entrar y prender la luz, Ricardo corre hacia mía y por reflejo cierro los ojos gritando.

— ¡Nova, cálmate! ¡Soy Patrick! —El compañero de mamá—. Todo va a salir bien, cálmate.

Mentira.

Rápidamente abro los ojos, recordando todo. Menos el cómo llegue hasta aquí.

Intenté guardar la calma hasta que se fue. Y cuando lo hizo el nudo en mi garganta aumenta y creo que estoy a punto de llorar, pero contengo las lágrimas sin pensarlo dos veces.

Aprieto mi labio inferior cuando mi barbilla comienza a temblar. Una lágrima resbala por mi mejilla la cual seco con la manga de... mis vendas.

La puerta de mi habitación se abre y la miro aterrada.

— ¿Amor?

Es mamá.

No Ricardo, mamá.

Se veía tan real...

Así pase los dos días siguiente, dos malditos días en donde no distingo que es real y que no con las constantes pesadillas; aun estando despierta. 

En cuanto desperté mamá hizo lo posible para que me dieran de alta.

Le había reportado al director que guardaría reposo. 

Al tercer día, vi en las noticias que por fin habían logrado capturar a Ricardo. Se encontraba oculto en un departamento a las afuera de la ciudad.

— ¿Cómo te sientes? —pregunta mamá, asomando su cabeza por la puerta.

Escucho sus pasos aproximarse a mí, se sienta a mi lado y me acaricia la mejilla.

— ¿Quieres hablar? —Niego con la cabeza— ¿Quieres que te consiga un psicólogo? —vuelvo a negar—. ¿Quieres helado?

En cuanto abro la boca para reprocharle y pedirle que me deje sola, me doy cuenta de sus intenciones por hacerme sentirme mejor.

—No—respondo calmada y se retire de mi habitación.

Vuelvo a leer el mensaje por quinta vez.

«Podrás parecer ruda, pero ya no estarás sola.

A partir de ahora estaré a tu lado.

Aun si eso te vuelve loca. »

No importara cuanto me negara, sonreír en medio de lágrimas me generaba más confusión que respuesta. 

Me abruma todo lo que me genera y siento.

No quiero. Sé lo que es y me niego a sentirlo.

Me niego a admitir que Brayden está logrando entrar en donde no debe.

He intentado suprimirlo haciendo cualquier cosa para no pensar en el rubio latoso que aparece hasta en donde no debe.

Y al cual le debo la vida por segunda vez.

23:10 p.m. dicta mi teléfono.

No puedo conciliar el sueño.

Estar toda la semana en mi cama, sin salir y sin nada más que pensar sino en Brayden, me hacía dudar de mí misma. 

¿Por qué siempre debe estar donde no lo llaman?

¿Por qué no me deja en paz?

¿Por qué siempre Brayden?

Un agudo golpe en la ventana hace que mi corazón palpite con fuerza. El ruido se repite dos veces más hasta que decido levantarme de la cama. 

Camino hasta la ventana y tardo en correr las cortinas pensando en lo que se podría encontrar detrás del vidrio. Aunque fuese un estúpido pájaro.

Lo hago y al instante retrocedo espantada, ahogando un grito para no despertar a mi madre. Debo estar loca porque jamás en mi vida espere ver a Brayden McCarthy encaramado de un árbol.

— ¿¡Qué mierda haces aquí?! ¡Y montado en el árbol! 

— ¡Soy Monkey-man, muñeca! —Responde guiñándome un ojo.

¡Pero por supuesto que es un mono!

—Quería saber si seguías viva. Llevo cinco días con seis horas sin verte, muñeca. ¿Cómo estás? —cierra los ojos y sonríe.

Una risa incrédula surge de mí.

¿Cómo es que sigue vivo este idiota?

—Intentaba llamar tu atención lanzándote piedras como en una película romántica que vi, pero nunca salías y ya me estaba cagando de frio. ¿Me prestas un suéter?

Dios mío, cuanto habla.

Camino a mi armario para sacar el antiguo suéter de mi padre. Iba a dárselo cuando me doy cuenta de que ya no estaba. 

Entonces escucho un fuerte golpe y a alguien maldecir. De seguro se cayó. Me asomo rápido por la ventana para verlo con una mueca de dolor.

—Estoy bien—con esfuerzo levanta su pulgar.

Brayden en un grandísimo idiota.

Los secretos de Nova. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora