CAPÍTULO 17

252 56 11
                                    

Aquella tarde.

—¿Por qué tu vecino no guarda la camioneta? —pregunta Brayden.

Preferí no responder.

La noche está particularmente más oscura de lo normal, lo que me facilita distinguir algunas constelaciones. McCarthy y yo nos quedamos mirando el cielo, incómodos ante el silencio que ha surgido de repente.

—Sobre lo de...

—No importa—sus ojos inmediatamente vuelan a la venda de mi brazo—, me alegra que estés bien.

—Gracias.

Otro silencio vuelve a surgir.

—No te llegó a hacer nada, ¿o si?

—No.

No que yo recuerde.

Cuando recuerdo lo mal que lo traté y lo último que le dije, me sentía como la persona más desconsiderada del mundo. Él no se merece eso. Lo quiera o no admitir, Brayden era un ángel.

Observo las estrellas y de reojo veo como McCarthy apoyando sus manos en el césped.

Ni cuenta me he dado, pero lo estoy mirando fijamente. Como si mis ojos se manejaran solos desviándose a su rostro cada segundo; primero su cabello que noto que está un poco más largo, luego sus cejas, ojos y nariz. Paso por su quijada y luego sus labios, es allí donde me detengo.

Me alarmo al verlos moverse.

—Cuando recién me mudé, me fui a caminar un día, estaba lejos de casa y no paraba de pensar en todos los problemas de mi familia. La abuela había tenido un pre-infarto, mi tía un aborto espontaneo, los arranques de inseguridad de mi madrastra culpándose por haberse enamorado del esposo de su mejor amiga y las pesadillas de Diana.

» Sin mi hermano con nosotros, todos parecían echarme sus problemas encima, me sentía asfixiado sabiendo sus problemas y no poderlos ayudar. Tenía tantas mierdas en la mente que cuando vi el carro que se saltó el rojo pensé que era mi oportunidad... no pensé en nadie. Ese día casi muero.

— ¿De verdad estabas dispuesto a...?

—En realidad no pensaba con claridad, pero sí.

Brayden iba... no puedo ni terminar la oración. 

Tan feliz que se ve...

—¿Por qué me cuentas eso? 

Brayden se giró y me dedicó una media sonrisa.

—Porque nunca me dejaste darte las gracias.

—¿Que? —espete, más que confundida.

—A principio del verano, tú me salvaste la vida, olías un poco a alcohol, pero aun así lo hiciste. No podía decirte nada porque estaba en shock, había caído en cuenta que me iba a suicidar sin pensar en familia, intenté seguirte, pero parecías entrar al auto de Nayet. Me prometí darte las gracias cuando te volviera a ver, jamás imaginé que fuera en el mismo colegio.

¿A principio del verano?

¿Alcohol?

¿Nayet?

Mierda.

Abro mis ojos, atónita. Recordando.

¡Recordando aquella tarde!

Había pasado un mes desde que había terminado con Adrián, y estaba lista para liberarme de las cadenas que arrastran saber sus secretos, los de Adrián y su corrupto padre.

Bebí mucho esa tarde para poder tener la valentía y mandarle unas cuantas fotos a la prensa, pero vi a un chico caminar hacia la calle sin darse cuenta del carro que venía hacia él.

No me di ni chance a pensarlo, tal vez fue mi borrachera, pero corrí y me fui al suelo con él.

Ni siquiera lo detalle muy bien, tanto así que después de la resaca todo en mi mente se borró.

—¿Estas ciego o que, imbécil? —era todo lo que le gritaba pero él no respondía.

No lo creo...

—¡¿Eras tú!?

Mi boca cae al suelo y mis ojos se desprenden de mis cuencas cómo caricatura, metafóricamente hablando. En el exterior estaba petrificada.

Eso explica porque al principio me resultaba familiar.

—Me costó un poco reconocerte ya que te habías cortado el pelo y casi nunca se te veía por ahí, llegue hasta pensar en que eras un fantasma—su mirada pasó a ser una melancólica, y aunque lo tratara de disimular, su voz había cambiado—. ¿Qué te pasó?

«Adrián, eso fue lo que pasó» Quise responder.

Se había formado un silencio, él no sabía que decir y yo no sabía qué hacer. 

Toma mi mano sacándome de mis pensamientos. Aun no supero el habérmelo reencontrado.

—Escucha, no sé lo que haya pasado, y también sé que no puedo cambiar tu pasado, pero sí puedo hacer que lo olvides. Solo dame la oportunidad.

Es imposible olvidar algo que te sigue atormentando.

—Quisiera ver que lo intentaras—le doy un toque humor al ambiente, aunque él parecía serio.

Me levanto del suelo.

— ¿Me crees incapaz?

Extiendo mi mano hacia él para ayudarlo.

—Mejor no me preguntes que creo, porque creo que eres un niño encaprichado por un juguete que sus padres no le compran.

—Pareces una muñeca.

—No me llames así.

Brayden se ha quedado en silencio, viéndome fijamente con una sonrisa.

Y suelta lo nunca en mi vida pensé escuchar.

—Me gustas, Yenyei.

Ese maldito nombre.

Los secretos de Nova. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora