Día 8. Paraguas. [FrUk]

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Lo detestaba. El francés detestaba los días lluviosos y aquel día no paraba de llover, lo cual no era difícil ya que se encontraba en Inglaterra por temas de trabajo. Odiaba que su jefe lo mandase allí a veces, no quería ni ver a ese inglés que tanto lo detestaba y que ni cocinar un simple plato sabía. Aunque en realidad detestaba estar cerca de él porque su corazón se aceleraba como si fuese un quinceañero enamorado en el instituto.

Para olvidarse un rato de la lluvia se metió un rato en una cafetería y casi tira por la ventana un intento de croissant con un intento de café con leche que le sirvieron.

-¿Es que aquí nadie sabe cocinar? -Dijo para sí mismo, tratando de comer esa aberración, y lo logró. Aunque tuvo que pedir un té que no es que le gustase demasiado para poder quitarse ese olor, si algo se les daba bien a los ingleses era hacer té.

-Ugh, no sé cómo sobreviví a eso. -Salió de aquel lugar y se dispuso a caminar, tenía que ir hasta Oxford Street a resolver unos asuntos de negocios. Probablemente Inglaterra estaría ahí dispuesto a insultarlo y tratarlo mal, aquel día no dejaba de mejorar.

La verdad es que, si algo le gustaba de aquel país, eran sus calles. Era increíble pasear por ahí, completamente distinto a pasear por París. Londres tenía algo especial que no terminaba de entender. Si tan solo hiciese mejor tiempo y tuviese mejor comida no le importaría ir más allí.

Finalmente llegó al lugar de la reunión, donde no tardó en encontrar con la mirada a Arthur, la misma personificación de Inglaterra.

-Así que la reunión es contigo. Mi jefe no me dejaba saber con quién era porque decía que huiría, ahora entiendo por qué lo decía. -Dijo el británico con su habitual cara de desprecio hacia él, la cual le dolía bastante.
-Yo tampoco quiero estar en esta maldita ciudad donde solo llueve y me intoxico cada vez que trato de comer algo. -Respondió al ataque, molesto por su actitud de siempre.
-Pues si tan poco te gusta vete al infierno a hacer negocios con tus estúpidos amigos, estúpida rana.
-Mis amigos imposible. Espagne bastantes problemas tiene ya, y mi pobre Prusse ya no es ni país. Además, esto es un acuerdo de dos partes. ¿Por qué no negocias con tus amiguitos Rumanía y Noruega?
-Noruega no me necesita y Rumanía está como España o peor.
-Pues ya está, no estamos en condiciones de rechazar este acuerdo. A mí me gusta tan poco como a ti, pero por lo menos no voy diciendo mierda de ti a la mínima.
-Está bien. Tienes razón. Perdí los papeles antes de tiempo.
-Oh, me das la razón.
-Así es. Sé reconocer cuando me equivoco.
-Pues vale, firmemos lo antes posible y yo me largo de aquí.
-Okay. -El británico leyó todos los papeles, al igual que el francés. Ese acuerdo los haría ser bastante más cercanos y no les hacía mucha gracia, pero acabaron firmando porque sabían que sus países lo necesitaban.
-Perfecto. Si ya está todo, me marcho. -El francés recogió sus cosas y se dispuso a irse. Dio un gran suspiro de alivio al ver que hacía mejor tiempo y por aquello, se acabó dejando el paraguas sin darse cuenta.

Aprovechó el buen tiempo para pasear por la ciudad y disfrutar de sus paisajes con un buen tiempo poco usual. Estuvo mirando algunas tiendas desde fuera, pensando en el poco sentido del "glamour" que tenía aquel país, además de reírse con los comentarios de los turistas.

-Escúchame, te digo que ese café parecía agua del váter. -Dijo una adolescente que iba junto a sus amigos por aquellas calles.
-Lo peor sin duda fueron los macarrones del otro día. Parecía que tenían agua con tomate.
-Yo ni los probé. -Todos empezaron a reír.

Definitivamente el inglés era un desastre. Y a pesar de eso se había enamorado de aquel desastre y no sabía cómo olvidarlo. Y lo había intentado, pero ni con aquella larga guerra que tuvieron siglos atrás pudo. Incluso salió con varios países como Austria, España e incluso tuvo un lío con Turquía, pero nada le llenaba.

Ya un poco cansado, se sentó sobre un banco, suspirando por aquellos pensamientos, pero apenas pudo estar unos minutos porque el día volvió a ponerse oscuro y de nuevo la lluvia volvió a molestarle, además esta vez se había empapado.

-Merde! El paraguas! -Ya no era posible volver, debía meterse en algún sitio y si podía compraría otro.

En busca de algún sitio donde poder comprar un paraguas, alguien corrió tras él, tocando su hombro para que se detuviera. Iba igual de empapado que él.

-¿England? -Preguntó sorprendido. No esperaba que lo buscase.
-IDIOT! STUPID FROG! TU PARAGUAS!! -Se lo dio de forma algo brusca. -El mío se ha roto por el camino, tsk. Uno intenta hacer algo bueno y pasa lo que pasa. No quería romper el tuyo porque me podrías echar la culpa así que he venido sin nada hasta aquí. Pensaba que no te encontraría.

En el rostro del francés se dibujó una sonrisa. Este abrió el paraguas y se quedó bajo este, protegiéndose de la lluvia.

-Vamos, ponte debajo. Cabemos los dos.
-¿Y por qué debería ir contigo?
-Porque te puedes resfriar y tendré que cuidar de ti porque fue por mi culpa.
-Okay. Pero me dejas en mi casa y te vas.
-Está bien. Estaba cerca, ¿verdad?
-Sí. Está cerca.

Los dos caminaron bastante incómodos por aquella situación, incluso sus manos se juntaron alguna vez. El francés insistió en llevar él solo el paraguas por ser más alto, pero el británico no quiso.
Finalmente llegaron a la casa de este último y antes de entrar, el británico se quedó mirando al francés.

-Estás empapado. Entra. No quiero que tú enfermes por mi culpa.
-Hm... Está bien. -Parecía feliz por aquella preocupación.
-Espera, te daré ropa de Alfred. La mía no te entrará.

Y ya estaba de nuevo con ese estúpido nombre, pero el francés no iba a perder su sonrisa pensando en ese crío.

-¿Alfred y tú sois novios? No sé, no es normal que tengas tantas cosas de él en casa.
-What? Por supuesto que no. Es un niñato. ¿Por quién me tomas?
-Solo fue una pregunta. ¿Por qué te alteras tanto? Solo quiero conocerte más, que nunca hablamos aunque llevemos siglos siendo más cercanos que enemigos. -El francés se desnudó frente al inglés sin importarle demasiado y se puso la ropa que le dio. Era ropa bastante infantil pero algo era mejor que nada.
-Idiot! Podías cambiarte en el baño... -Una vez que este se cambió, el británico se echó a reír porque se veía muy extraño.
-Déjame hacerte una foto.
-Non!

El británico sacó su teléfono y lo siguió por toda la casa hasta que logró hacerle un par de fotos.

-¡Haré lo que sea para que las borres! -El francés se hizo el dramático aunque en realidad se lo estaba pasando bastante bien.
-¿Lo que quiera?
-Oui.
-Está bien. Solo te voy a pedir una cosa y la vas a tener que hacer.
-Lo que sea.
-Confiesa tus sentimientos hacia mí.

Aquello se sintió como una patada en el estómago. ¿Realmente lo había descubierto y lo quería humillar? ¿Lo estaba poniendo a prueba? Por un momento se quedó en silencio sin saber qué decir.

-¿No lo harás? Seguro que Antonio y Gilbert se lo pasarán bien con estas fotos.
-Cálmate, mon ami. -Intentó aparentar tranquilidad. -¿Por qué crees que hay algún sentimiento hacia ti?
-Nunca subestimes a un mago.
-¿Y qué harías si te dijese que me gustas desde que te conozco?
-Pues... Haría esto. -El británico se acercó al francés y besó sus labios. Este, confuso, pero feliz, correspondió. -I love you too.
-Pensaba que me odiabas.
-Y te odio, maldita rana.

Ambos rieron y se besaron de nuevo.

Fictober 2020 [Hetalia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora