Día 9. Nieve [LietPol]

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Aquel día significó demasiado para su vida. Tanto que estuvo apunto de morir. Aún recuerda su cuerpo sin fuerzas tirado en el suelo, congelándose con la nieve que había debajo, aunque esta le aliviaba en cierto modo el dolor que tenía por los golpes que recibió.

Pudo ver a los tres países frente a él discutir algunos asuntos, como si estuviesen hablando de repartirse dinero. Sí, así era, lo trataban como un mero objeto que se podían repartir a su antojo, despersonalizándolo completamente. Aquel había sido su triste destino desde que tuvo que separarse de la única persona de la que había estado enamorado en toda su vida. Su caballero armado ya no estaba para protegerlo y él era débil.

-Levanta, maldito vago. -El chico de cabello albino tiró de su brazo para incorporarlo, pero este no podía sostenerse en pie.
-Idiota, no le hagas eso. -El de cabellos castaños, apartó al albino e intentó sostenerlo. No es que él tuviese demasiada fuerza, pero era ligero.
-Dejad de discutir y decidid ya, yo no me lo puedo llevar a mi casa porque su amiguito está conmigo y no quiero que se rebelen contra mí así que haced lo que queráis con él. -El ruso no iba a permitir que su juguete favorito, Lituania, estuviese con aquel chico. Sabía que era su debilidad y podían perjudicarle.
-Hungría seguro que estará encantada de tenerlo con nosotros. -El austríaco, sosteniéndolo para que no se cayera, demostró interés por llevárselo. El polaco estaba rezando para que así fuese. Fue el único de los tres que no le puso la mano encima e intentó negociar con él, además Hungría era una de sus mejores amigas y ellos actualmente vivían juntos, todo sería genial formando parte de su casa. También le alivió que el ruso no lo quisiera, sabía por Lituania lo complicado que era vivir con él, además este era el más maltratado por el de cabellos rubios sin duda alguna.
-De eso nada. Tú ya tienes muchos países en casa. Quédate con los balcanes y déjame este a mí. -Tiró del polaco con tal fuerza que este cayó de nuevo al suelo. -¿Es que no sabes ni andar?
-¿Pero cómo puedes ser tan salvaje? Estúpido. Le has golpeado hasta que no se puede ni sostener en pie. Te dije que era mejor negociar.
-Es el trato que se merece. Ese estúpido me ha dejado en ridículo varias veces por culpa de su amigo. Menos mal que Rusia se encargó de él.
-¿Y tú desde cuándo te llevas tan bien con Rusia?
-No lo hago, solo hizo bien eso.
-Tsk, digas lo que digas no voy a permitir que hagas como él y te lleves a un país solo para hacerle daño.
-Ah, no. Mejor te lo llevas para tener un sirviente más.
-¿Qué quieres decir? ¿Que esclavizo a los territorios que me quedo?
-Así es. Hasta lo hiciste con Italia y Romano cuando eran niños. Eres lo maldito peor.
-Lo dice el que ha golpeado a un país hasta que no puede más. Bueno, aunque eso no es nada nuevo. Incluso conmigo lo has hecho.

El polaco solo los escuchaba discutir mientras deseaba congelarse de frío y no verles más. No supo en qué momento se pusieron de acuerdo y el de cabellos blancos lo tomó sobre su espalda y lo llevó hasta su casa.

-Recuerda, no le vas a hacer daño o te lo quitaré. -El austríaco amenazó.
-Que sí, pesado. -El prusiano resopló. -No le haré nada, puedes vigilarme.

Y sorprendentemente cumplió con su palabra. Por alguna razón el prusiano era realmente obediente con el austríaco y no era capaz de hacer algo contra él. Al poco tiempo viviendo en esa casa descubrió que la razón era porque estaban liados en secreto, pero tampoco es que le importase.

Habían pasado los años y por mucho que lo intentase, no lograba llevarse bien con sus compañeros de casa. Ni el en aquel momento pequeño Ludwig ni Gilbert habían conseguido entablar una amistad con él. Se sentía demasiado fuera de lugar.
Aquel sentimiento fue así hasta que llegó 1918, a pesar de que Ludwig ya era un adulto fuerte y Gilbert tampoco era débil no lo lograron retener más. Finalmente era libre. Los otros países se habían debilitado tanto que tuvieron que dejarlo ir. Y no solo eso, su amado Lituania también era libre por lo mismo y este no tardó en ir a buscarlo.
A pesar de que era invierno y aún estaba algo débil por el trato que recibía en casa del ruso, decidió ir a verlo. Probablemente se sentiría como él, a pesar de que nunca habían tenido nada más que una amistad bastante cercana.

-¡Po! ¡Estás bien! -Este rompió a llorar y lo abrazó. Jamás había hecho algo así antes, probablemente por miedo a que le molestase al polaco, pero aquel día era especial.
-Liet... -Este correspondió a aquel abrazo, incluso sonrió porque lo hubiese abrazado así.
-Perdón si fui muy brusco. -Besó su mano, como si de una princesa se tratase.
-No lo fuiste. Además deja de hacer eso, ya no estamos casados. -Quería que lo tratase como un igual pero era difícil después de sus propias acciones durante aquel matrimonio.
-Perdón, a veces se me olvida...
-¿Me echas de menos?
-Claro que sí. No solo en casa de Rusia con todo lo que sufrí. Ahora solo... Me faltas tú. -Un pequeño rubor se dejó ver en las mejillas del castaño.
-¡Qué adorable eres, Liet! -Le dio un pequeño beso en la mejilla.
-Eso lo eres tú...

Ambos salieron a pasear por las calles de Varsovia aquel día. Era bonito recordar los viejos tiempos en los que los dos eran felices antes de que los separasen. Incluso parecía que no había sucedido nada y habían seguido juntos siempre.
Con su actitud infantil usual, el polaco se detuvo en medio de la calle y tomó un poco de nieve del suelo. Con esta hizo una bola y se la tiró en la cara al más alto.

-¡No vale, estaba distraído! -Este agarró nieve también y se la tiró al polaco, iniciando una guerra de bolas de nieve hasta que los dos acabaron tirados en el suelo, riendo como niños pequeños.

-No era consciente de lo mucho que echaba de menos esto. -El lituano miró al polaco y este sonrió. Después se acercaron y terminaron de cortar su distancia con un tímido beso. En aquel momento ambos volvieron a mirarse y se besaron con más seguridad.

-Creo que estoy enamorado de ti. -El lituano dijo como si no fuese algo evidente. El polaco, por su parte, sonrió y respondió.
-Yo lo estoy desde el primer día que te vi, el día que hice el berrinche de mi vida porque me iban a casar con un país que no conocía de nada. Fue verte y todo en mí cambió.
-Yo también, pero no tenía el valor de decírtelo... Ya sabes, trabajaba para ti y no quería arruinar todo.
-No habrías arruinado nada, kochanie.
-Te quiero. -Y lo besó de nuevo. Probablemente aquella momentánea felicidad no duraría demasiado estando el mundo como estaba en aquel momento. Por eso querían aprovechar aquellos momentos ahora que podían.

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Ya tenía ganas de un fic histórico y siendo la primera vez que escribo algo de este ship estoy muy contenta con el resultado. Espero que os guste <3

Fictober 2020 [Hetalia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora