Día 30. Pesadilla [NedSpa]

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Jamás había deseado tanto que un momento de su vida fuese realmente una pesadilla y que acabaría despertando. Lo que estaba sucediendo era probablemente el momento más doloroso de su vida, pero ahí estaba, manteniéndose en pie. No podía perder. No lo podía perder.

-Ya ríndete. Me iré de aquí de cualquier forma. Tengo que regresar a mi casa. -El neerlandés sostenía su espada con seguridad, era ahora o nunca. No quería dejarse llevar por sus sentimientos. Si lo hacía jamás sería una nación fuerte e independiente.
-¿No te he tratado bien aquí? ¿No te he dado todo lo que has querido? -El español estaba en lágrimas, intentando mantenerse en pie. -Hice todo lo que me pedías. Te lo di todo y más, igual que al resto aquí.
-Que lo hayas hecho no cambia nada. Por favor, ríndete ya.
-¡Nunca!
-Eres demasiado cabezota. -No tardó demasiado en finalizar aquel conflicto, en el que el neerlandés salió victorioso y se marchó de la casa del español.

Aquel momento había pasado hace varios siglos, pero aún así el español soñaba con él con mucha frecuencia. Le destrozaba recordar cada momento que pasó con aquel país cuando vivían juntos en la misma casa. Cuando se veían ahora ni se dirigían la palabra y le parecía realmente triste. Sin embargo siempre pasaban los días importantes juntos, los únicos donde hablaban más de la cuenta. Siempre buscaban disfraces conjuntos con Bélgica y el resto, pasaban las navidades los dos juntos... Esos días eran como si nada hubiese cambiado. Pero nunca más se volvía a hablar de esos momentos.

El español despertó de aquella pesadilla cuando sonó el despertador, con el corazón acelerado, recordando el día que era. Tenía sus maletas preparadas para marcharse a Rotterdam para pasar las Navidades.

-Debo olvidar ya ese mal sueño. -El español intentó despejar aquel pensamiento negativo de su mente y se dirigió hacia el aeropuerto. El viaje se pasó rápido, tampoco estaban tan lejos. Una vez aterrizó encontró bastante cerca al país que le tenía sin descansar bien desde hace siglos. Siempre le daba miedo saludarlo con un abrazo pero lo acababa haciendo y a este no le molestaba aunque ni se molestase en devolverlo.

-¡Hola! Esto... Feliz Navidad. -Si bien el español era muy sociable a veces llegaba a sentirse bien incómodo con él.
-Feliz Navidad. -El neerlandés sacó un cigarrillo y le dio un par de caladas, tirándolo una vez que lo apagó. -¿Vamos a casa?
-Yo... Me gustaría pasear un rato antes. S-si no te molesta, claro.
-No me molesta.
-Pues... Vamos.
-Sí...

Y pasearon por las calles de la ciudad, las cuales estaban muy decoradas y en ellas había muchísima gente. Todos parecían felices y alegres, era genial. Un poco distinto era el caso de ambos.
Los dos se sentían un poco incómodos, pero a la vez estaban felices teniendo la compañía del otro.

Una vez que el español se cansó de mirar adornos de Navidad, escogió uno y lo compró. Después se lo dio al holandés.

-No querrás que me ponga esto en la cabeza, ¿no? Te conozco demasiado bien.
-¿Qué? -El español se empezó a reír, no esperaba aquella reacción. -Es un regalo. Quiero que haya algo mío entre tus adornos. Por si algún día no podemos pasar las fiestas juntos te acuerdes de mí.
-Idiota. -El neerlandés intentó dibujar en su rostro un intento de sonrisa, pero sólo se quedó en eso. Después su rostro se puso bastante serio. -No va a pasar nada para que no vengas. Pero gracias por el regalo.
-¿Por qué sigues queriendo que nos veamos estos días si me odias? -Aquella pregunta pilló al de cabellos rubios completamente por sorpresa. Ellos siempre tenían como tabú sus sentimientos hacia el otro o las batallas del pasado. Nunca habían dicho que estuviese mal hablar de eso pero no lo hacían.
-No te odio.
-Vamos, desde que te llevé a mi casa me odias.
-En ese momento sí te odiaba. No te voy a mentir.
-Ya veo. Fue cruel sacarte de tu casa y llevarte a la mía. Lo siento.
-No fue esa la razón. Era un país débil y necesitaba protección. Incluso me hiciste un favor.
-¿Entonces? ¿Y si me odiabas por qué aceptaste la bufanda que te regalé y siempre la llevas puesta?
-Haces muchas preguntas y no quiero discutir en la calle. -Afortunadamente llegaron a su casa poco después de aquella discusión extraña y el neerlandés se pudo encerrar en su habitación. El español, por su parte fue hacia la cocina para hacer la cena de Nochebuena. Sabía que el holandés no sabía cocinar apenas nada y siempre se quedaba ahí en la cocina. Cuando ya había dejado todo preparándose no esperaba que el de cabellos rubios lo agarraría del brazo y lo metería en su habitación con él. Nunca había tenido permitido pasar ahí y tenía su propia habitación en aquella casa, como la tenían Bélgica o Luxemburgo.

-Te odiaba porque siempre fui algo secundario para ti. Siempre había alguien más importante que yo. No conseguí llamar tu atención ni tratándote mal. -Dijo de repente, retomando la conversación de antes. -Primero "tu amado Roderich" y después tu "preciado Romano". Estaba harto de quedar en segundo plano siempre. Yo solo era "el hermano amargado de Bélgica" y seguramente sigo siendo eso para ti.
-¿Estás celoso del resto? -El español hizo un intento de carcajada, pero unas lágrimas salieron de sus ojos.
-¿Por qué lloras?
-Nunca tengo pesadillas con mi divorcio con Roderich. Tampoco con la independencia de Romano, ni con tu hermana yéndose contigo de casa. En cambio sueño casi todas las noches con el momento en el que decidiste dejar mi casa.
-¿Qué?
-Es cierto que cuando viniste a casa estaba enamorado de Roderich. Y mucho. Es gracioso porque si a él le gusté no estuvo nunca enamorado de mí. Y me di cuenta de eso cuando llegaste. Porque empecé a sentirme igual con él desde que apareciste tú. Empecé a tener sentimientos por ti y los sentimientos por él desaparecían. Supongo que es como le pasó a él con Gilbert. Y no lo culpo porque al final yo acabé igual. Y bueno, Romano era un crío aunque sí, lo tenía muy mimado. Oh, y tu hermana es también como una hermana para mí.
-¿Por qué nunca me contaste nada?
-Nunca querías pasar tiempo conmigo. Siempre te quejabas.
-Trataba de llamar tu atención.
-Y lo hacías, pero también me daba miedo acercarme a ti. -El de cabellos rubios hizo algo que el español jamás habría imaginado. Este empezó a reír.
-Definitivamente somos idiotas.
-Los idiotas más grandes del mundo.
-¿También te daba miedo pasar las navidades contigo?
-Claro que no.

El español iba a decir algo más pero tuvo que ir corriendo a la cocina o la comida se le quemaría. Cuando apagó los fuegos y el horno, notó como era abrazado por la espalda y sonrió como nunca.

-Te quiero. -El de cabellos rubios susurró en su oído. Aunque no lo pareciese el holandés era muy tímido y expresaba más fácilmente sus sentimientos sin que otra persona no lo mirase. Pero el español no tardó en voltearse.
-Yo también te quiero. Y que sepas que me llevas quitando el sueño desde hace siglos. Por tu culpa no duermo bien.
-Bueno, puedo seguir haciéndolo pero de formas más... Agradables.
-Hm... Me parece bien. -En aquel momento el neerlandés besó sus labios, acariciando sus mejillas mientras el español lo abrazaba por su cuello. El neerlandés aprovechó aquella posición para tomarlo en sus brazos y llevarlo a su habitación, donde resolvieron algunas tensiones que tenían guardadas desde siglos atrás.

Por la noche, a pesar de estar los dos solos, se arreglaron y tuvieron su cena especial de Navidad, que esta vez fue más una cena romántica.

-Vincent, cierra los ojos. -El español le avisó desde su habitación. -Voy a poner tu regalo bajo el árbol.
-Está bien, yo acabo de poner el tuyo. -Jamás recordaba haber sonreído como lo hacía en ese momento. Cerró sus ojos y esperó a que el otro le avisara para ir hacia el árbol.

El primero en abrir su regalo fue el español. Cuando lo abrió vio que no era una sola cosa. Lo primero que vio fue una pintura de la ciudad de Málaga. Solía regalarle pinturas de sus ciudades, las pintaba él mismo. Siempre le había parecido un detalle precioso por su parte. También en ese regalo había una pequeña caja. En ella había un anillo y había un hueco para otro.

-Compré uno para ti y uno para mí. Si no hubieras hablado tú tenía planeado hablar yo y decirte lo que ya sabes. -El de cabellos rubios, bastante ruborizado le mostró el otro anillo, similar al suyo, en su mano.
-Vincent... -El español lo abrazó con todas sus fuerzas y besó sus labios, estaba más feliz que nunca. -Eres todo un romántico y no lo sabía, eh.
-Bueno, supongo. -Él tomó su regalo y no pudo contener una sonrisa al encontrar una bufanda nueva, igual que la anterior. Dentro de ella había una pequeña cajita también.
-Tu bufanda tiene ya muchos siglos. Necesitabas una nueva. -El español rió. Abre el otro regalo.
-De todas formas guardaré la de siempre. Es muy especial para mí. -Se puso la bufanda y abrió la cajita, encontrando un colgante con un tulipán dorado. -Es precioso... Gracias. -El de cabellos rubios abrazó al español. Finalmente ambos se sentían tranquilos el uno con el otro. No tenían que sentirse incómodos nunca más. Ahora sabían los sentimientos de ambos.
La pesadilla había terminado. No volvería a repetirse aquel sueño jamás.

Fictober 2020 [Hetalia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora