9: Vencedores.

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La serpiente iba destruyendo el mástil, todos se veían agotados y preocupados por sus vidas. ¿Lograrían salir con vida? ¿Podrían vencer a aquel monstruo?

-La tenemos que acercar.- dijo Edmund. Se paró y tomó una soga, de la cual se columpió hasta llegar a las redes.

-Preparen los arpones.- ordenó Caspian. Enseguida todos se movieron, trayendo consigo las armas que su rey les había solicitado.- ¿Listos? ¡Ahora!- las arrojaron contra la bestia y éstas se clavaron en sus brazos, haciendo que gritara. -Bájenle la cabeza. ¡Jalen! ¡Adelante!

Edmund siguió subiendo hasta llegar a la proa, en donde escuchó que alguien murmuraba su nombre. La bruja blanca.

-Edmund... ¿Qué quieres demostrar, Edmund? ¿Qué eres un hombre? Yo te puedo convertir en uno, yo te puedo convertir en mi rey. Solo dame la mano.- la ofreció.- Solo cede.

Y fue ahí en donde, cuando todo parecía perdido, cuando Edmund estaba a punto de ceder, que la espada que sostenía brilló con un intenso azul. La bruja se quedó asombrada, al igual que él.

-¡Hazlo!- gritó Caspian desde abajo.- ¡Por Idalia!

Edmund se armó de valor y tomó la espada con fuerza. Lo haría, lo haría por su amada, por la mujer que lo hacía feliz. Lo haría por ella.

-¡Venga!

La serpiente amenazó de nuevo, él joven rey le clavó la espada en la boca, así haciendo que ésta perdiera su poder, haciendo que cayera, finalmente librándolos a todos del mal. La bruja blanca también desapareció, Edmund sabía que no lo volvería a molestar de nuevo. Un destello de luz, se abrió paso desde el cielo y alejó la neblina que obscurecía la isla. Era un día soleado y hermoso, justo después de una feroz y horripilante batalla.

-El hechizo, se está quitando.- dijo Lucy emocionada.- ¡Edmund! ¡Caspian! ¡Susan!

De entre las sombras se asomaron varios barcos con mucha gente.

-¡Narnianos! ¡Narnianos!- exclamaban aplaudiendo. La pequeña Gale y su padre encontraron por fin a su mamá, se arrojaron del barco y después de tanto, se reunieron con ella. Edmund, Lucy y Susan se abrazaron recordando cuando tenían a sus padres y eran una familia unida.

-Hey, tenemos que ver a Idalia.- dijo Caspian interrumpiendo el momento.

-Cierto.

Entraron al cuarto, el camarote de las chicas. Ahí estaba Idalia, con la mancha de sangre aún más grande, ella se veía pálida, deshidratada, a punto de morir. Lo que ella pensaba en esos momentos no eran más que felices recuerdos, cuando salía en familia con sus padres y su hermano, recordó los juegos que solía hacer con Caspian, el escondite, la búsqueda de objetos, practicar con las armas. Cuando los coronaron reyes de Narnia, cuando se curó de su enfermedad. Sin embargo el más hermoso de sus recuerdos fue haber conocido a Edmund Pevensie, al chico que había cambiado su vida, su forma de ser y su completa visión acerca del amor... ¿Podría volver a estar con él? Recordó su dulce aroma masculino, sus ojos ámbar, su perfecta sonrisa, su piel blanca, sus labios rosados y suaves. Su hermosa actitud, sus pensamientos... todo. Y se dijo a ella misma que si salían con vida del asunto, ella se iría con él, no podía pasar el resto de su vida alejada de su gran amor, siendo infeliz, viendo como los demás estaban con quien querían menos ella, se dijo que hubiera dejado todo por él.

Todos se acercaron a ella, rodeando la cama. Edmund tomó su pálida y fría mano, así dándole calor y fuerzas, Idalia apenas podía abrir los ojos, estaba tan cansada y agotada. Parecía como si los colmillos tuvieran veneno, o como si fueran especiales para paralizar.

-Está cada vez peor.- susurró Susan tocando su frente.- Está muy fría.

-No sé qué haré si la pierdo.- dijo Caspian sentándose a su lado, acariciando su cabellera negra como la noche. Observó sus ojos, ahora tenían un azul muy apagado. -¿Idalia me oyes?

-Sí...-respondió ella apenas moviendo sus labios.- Hermano.

-Mi pequeña princesa, tienes que ser fuerte. Te juro que si algo te llega a pasar nunca me lo perdonaré.- empezó a sollozar.- Eres mi luz, ¿Qué haré sin ti? ¿Con quién pelearé? ¿Con quién podré compartir mis cosas? ¡Eres mi pequeña!

-Ya no soy una princesa, soy una reina, bobo.- bromeó. Todos sonrieron ligeramente.- Te amo Caspian, tengo suerte de que seas mi hermano.

Caspian sintió como se le rompía de apoco el corazón, veía a su hermana tan hermosa, tan valiente, tan pura... ahora parecía que el destino tenía algo contra él. Había perdido a todo ser cuanto amaba, a toda persona quien le importaba, no podía volver a perder a su hermana, había tenido ese temor desde que la curaron de su enfermedad. Tenía miedo, mucho miedo.

-No... este no es el final.- dijo Edmund tragando saliva y conteniendo las lágrimas.- Tu eres fuerte, lo has demostrado de un y mil maneras, no puedo perderte, no te puedes dar por vencida. Narnia te necesita, Caspian te necesita... yo te necesito.

-Ed.- susurró.- No me doy por vencida, pero no hay manera de remediarme.

-La hay.- intervino Lucy.- Hay manera de curarte.

-¡¿Por qué no lo dijiste hace horas!?- reprochó Edmund frunciendo el entrecejo.

-Lo lamento, acabo de acordarme... todavía me queda algo de la flor de fuego, mi poción.- se disculpó ella y se levantó en busca de la botella. Estaba en uno de los estantes, como si hubiera estado intacta todo el tiempo, la tomó y depositó una gota en la boca de Idalia. De a poco su piel retomó su tono natural, sus ojos adquirieron ese brillo especial que siempre había tenido, su cabello recuperó la luminosidad y ella se llenó de energía.

-¡Lucy!- exclamó alegre.- ¡Me has curado!- la abrazó con fuerza.

-Por supuesto, eres mi mejor amiga. No podía dejarte morir.- sonrió. Todos en la habitación se llenaron de regocijo y la abrazaron, sintieron que el corazón que por un momento se había achicado ahora estaba aún más grande de lo usual. Alegría, gozo, era increíble como de un momento a otro sus emociones cambiaron.

Luego de un rato, cuando todo estaba calmado, los 5 salieron a la cubierta, donde el sol iluminaba el barco, el cielo azul se observaba, la tripulación iba y venía recogiendo cosas.

-Lo hicimos. Sabía que íbamos a poder.- dijo Lucy de repente, soltando una sonrisa enorme.

-No fuimos solo nosotros.- agregó Edmund.

-¿Quieres decir...?

-¡Estoy acá abajo, Lucy! ¡Aquí! ¡Lucy! ¡Estoy en el agua! - gritó Eustace. Todos se asomaron hacia donde estaba y se quedaron asombrados.

-¡Eustace!

-Soy un niño de nuevo. ¡Soy un niño!

-¡Eustace! Veo que te cortaron las alas.- exclamó Reepecheep tirándose al agua con él. Todos rieron. - Donde el cielo y el agua se juntan. Donde las olas son lo más dulces... Sí, es dulce. ¡Es dulce! ¡Mira! ¡Mira!

Señaló hacia lo lejos lo que parecía una tierra nueva, no una isla, parecía una ciudad. Era grande y blanca, el arcoíris pasaba sobre ella.

-La tierra de Aslan.- murmuró Idalia soltando un suspiro.-Debemos estar cerca.

-Ya llegamos hasta acá.- dijo Edmund mirándola. Ambos sabían que era lo que significaba.

El final

el principe caspian y la princesa idalia ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora