11| The Bakery

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"Not my first pick, but I'll do it
Make the cash right so I could move quick
Out the shithole with a new whip
Cream on top, I'm boutta prove it"

The Bakery – Melanie Martinez

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Empaquetar. Sellar. Voltear. Cubrir. Moño. Siguiente.

Empaquetar. Sellar. Voltear. Cubrir. Moño. Siguiente.

Empaquetar. Sellar. Voltear. Cubrir. Moño. Alto.

Era algo que se tenía memorizado desde hacía casi más de un año.

Sus manos estuvieron con cortadas por tiempo gracias al papel decorativo y sus dedos pegajosos gracias a la cinta de mala calidad que tenía que usar para terminar la envoltura, pero eso era algo que dejó de suceder con el paso del tiempo. Sus manos se volvieron ajiles y sabían de memoria cada movimiento que tendría que realizar antes de la siguiente acción.

Esto no era la clase de sueño que tuvo cuando tenía quince años y creyó que abandonar la escuela a los dieciséis sería una buena idea, pero para este punto de su vida sus altas expectativas ya no existían.

Es decir, estaba completamente seguro que tuvo más que suerte cuando su madre lo echó de casa luego de su expulsión y mandó a vivir con su tía a los diecisiete. Vivir en un pequeño pueblo tenía sus ventajas. Cortas caminatas, tardes silenciosas, inexistencia del horrible humo de autos o sonido de bocinas, y un nuevo comienzo, algo que necesitó desde que hacía años.

Acá no era el chico que llegaba tarde a clases y estaba por fallar la mayoría de sus materias, no era el Alma de las Fiestas, ni quien terminaba vomitando en los baños luego de pasarse por su limite a alcohol, tampoco quien la persona con una vida sexual más activa en la secundaria, ni quien "salía con cualquiera". No era al chico que ellos creían que siempre acababa en la cama de todos, era alguien más. Era simplemente el chico que vino de la ciudad a un tranquilo y pequeño pueblo, que trabajaba en la vieja pastelería a tiempo completo y usaba botas demasiado brillantes o camisas extravagantes. Era algo con lo que podía lidiar.

Pero, no todo era perfecto. En su caso nunca lo era.

Cuando fuiste expulsado de la secundaria a los diecisiete y no pudiste acabar tus estudios básicos conseguir un trabajo no es algo fácil. Sus opciones eran limitadas, aunque su tía hizo lo posible para ayudarlo a completar su ficha de trabajo. Sabía que no era en muchas cosas (que no contaran con pasar despierto más de tres días o su gran habilidad para mezclar diferentes clases de alcohol), pero hizo lo posible para mostrar su compromiso en cada entrevista de trabajo. Así fue como acabó aquí; en el infierno.

Jamás creyó que el infierno sería un lugar con aroma a galletas recién orneadas, glaseado y aromatizantes alimenticios. Además, estaba completamente seguro que la versión del infierno no contaba con paredes con decoraciones de conejos o arcoíris colgando del techo. Quizá, era el infierno que el mundo le tenía preparado.

Trabajar empaquetando galletas o haciéndolas no era algo tan malo. Aburrido, rutinario y algo en lo que ninguna de sus habilidades podían ser desarrolladas, pero no era como si fuera a morirse por eso (de todas formas, estaba seguro que si moría volvería a este lugar, porque el cielo no era una opción). Pero, su más grande problema era su jefa.

La Señora Mary no era lo que mostraba a los demás del pueblo. Ella no era la dulce señora mayor que iba al mercado por rosas frescas para su tienda o quien regalaba sonrisas a cada persona que pasaba por su delante. Y, sin duda, no era la persona que lo hacía sentir animado de tener que volver a este lugar.

I want to write you a song - 20 OS | MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora