Capítulo 2.

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Al regresar al salón de clases le entregamos las mitades a la maestra, SeokJin al percatarse del hecho rompió su hoja por la mitad y se la entregó a la adulta, puesto que él quería compartir también.

Compartir tiene un poder gratificante en el universo y esto no lo sabemos, hasta que lo sabemos, debemos de dar sin esperar nada a cambio.

Los niños se conmocionaron esa mañana y todos estaban decididos a compartir pedazos de sus hojas, al final de la clase la maestra nos enseñó que el verdadero propósito era encontrar la belleza en algo simple y a la postre acabamos por compartir pedazos de nuestros tesoros.

A veces una lección nos brinda más de lo que esperamos y más de lo que imaginamos, después de todo necesitamos de cada una de ellas.

Al final del período de clase fui el último en el salón de clase, estaba a punto de entrar en un ataque de angustia de niño olvidado que no sabe como volver a casa ya que mamá no aparecía, estaba de pie en el umbral de la puerta mientras la maestra yacía en su escritorio con la atención puesta en mí y en el resultado de su plan de clase cuando vi a lo lejos una bonita castaña quien lucía como la vecina la cual de vez en cuando ponía música tan alta para toda la colonia, todas sus listas de canciones eran de despecho, como si alguien la estaba dejando o la habían dejado.

La mujer de ojos bonitos y camino contoneante se detuvo delante de mí y me sonrío casi de una manera que no me agradó hasta que habló.

-Hola, Jimin- sus expresiones no daban crédito a la manera sutil para dirigirse hacia mí, le sonríe con preocupación, ella me dirige una mirada amable y agrega -Buenos días, maestra, soy la vecina de Park Jimin y su mamá me ha pedido que venga por él- la otra adulta la ve con desconfianza, pero al final accede, toma mi mano entre la suya y caminamos hacia la salida, guardo silencio a medida que avanzamos cuando le pregunto.

-¿Le sucedió algo a mamá?

-Sí que le sucedió- me responde y un nudo se forma en mi garganta con obvia hostilidad, trago con dificultad y haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad que puede acumular un niño de cinco años, vuelvo a preguntarle.

-¿Qué le sucedió...?- por unos instantes mi voz se tambalea y ella me responde con tranquilidad.

-Es posible que tu mamá haya conseguido trabajo- estoy casi seguro de que esa respuesta es la que estuve necesitando todo este tiempo desesperado viviendo con un nulo ahorro del servicio social de mamá antes de obtener su título y ahora luego de un tiempo alguien en alguna parte nos ha escuchado y ha decidido que es suficiente, mamá tiene trabajo.

-¿Es así?- conservo la emoción en mi interior aunque quiero correr, saltar y gritar de euforia, ella me responde con un sonido.

-Por esa razón no ha venido por ti. Es por esto que tienes que comprender, Jimin, que los padres también son humanos y no pueden arreglarlo todo- ese año no comprendí el significado de esas palabras, pero una vez que cumplí los siete años, mamá tenía un trabajo y nos habíamos mudado a una pequeña casa más decente, una de esas mañanas de un niño que había salido del preescolar, vi a mamá correr por la estancia con un abrigo distinto, no se trataba del mismo de hace dos años, yo me ría silenciosamente mientras terminaba de comer.

-No te rías, pequeño diablillo y termina tu desayuno más de prisa que estoy llegando tarde- volví a reírme tirando mi cabeza hacia atrás, la mujer que me dio la vida se acercó hasta mí para hundir sus dedos en mis costillas y hacerme cosquillas -Rápido, rápido- me dice en un marcado acento Busan, me lleno la boca con la leche en un solo sorbo, camino hacia la cocina la cual ya no es una parte de la sala de estar, corro hacia el cuarto de baño para cepillar mis dientes y en cinco minutos estoy listo con mamá tomando mi mano, caminamos hacia esa nueva parada la cual queda algunas cuadras más cerca, esperamos, como llevábamos haciendo todo ese tiempo y prontamente estamos dirigiéndonos hacia mi escuela.

A mis diecisiete [Hopemin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora