Capítulo 29.

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Bueno, esta es mi vida. Y quiero que sepas que estoy al mismo tiempo contento y triste y que todavía intento descubrir cómo eso es posible.

Las ventajas de ser invisible.


La razón por la cual tuve que marcharme esa noche de viernes de verano fue a causa de una llamada de mamá, cierto era que el sol se había ido desde la tarde lluviosa, pero también cabía resaltar que la noche estaba plena, con llena y muy brillante. Jamás me había frenado a observar una noche tan resplandeciente como esa, era como si todos las cuerdas invisibles provenientes del universo, atadas a nuestro cuerpo de manera inexorable se habían aflojado para poder dejar ver esa luz que salía de mi interior. A veces las situaciones nos aprietan sin embargo, una vez que nos liberan, aunque sea un poco, el resultado es toda esa luz que había estado siendo reprimida con vigor. Probablemente la llamada de mamá resultó ser una excusa para poder escapar del tan peculiar dúo: Nayeon y Jin, pese a que a esas alturas, luego de haber comido y bromeado hasta el cansancio, se habían alzado hasta niveles de verdadero cinismo, juntarse con ellos era como no hablar de nada en particular, era todo chistes de mal gustos.

Caminé bajo la luz de las farolas hasta llegar a la parada de autobús, cinco minutos después lo abordé y veinte más me encontraba en mi vecindario, caminé por la acera por mera inercia, mis pasos me llevaron hasta el jardín delantero, lo atravesé, de repente estaba abriendo la puerta, entrando en la estancia con el miedo y la lujuria en cada partícula de mi cuerpo. El momento de hablar con mi progenitora se avecinó de la misma forma que un huracán, nadie los espera, no siempre, solo suceden llevándose todo a su paso, di una respiración profunda, sopesé la sensación de dejá vú, la misma escena en la casa de Nayeon con el giro heterogéneo que se trataba de mi madre y no de una amiga.

-¿Jimin?- exclamó a lo lejos cuando cerré la puerta a mi espalda, la sala de estar se encontraba vacía.

-¡Sí!

-¡En la cocina!- me esforcé para no sonreír por nada, hace un tiempo leí un artículo sobre la risa nerviosa, esa horrible expresión que sale cuando se encuentra bajo presión, estresado y muy ansioso, irrefrenable e intransigente. A travesé el pasillo que conectaba con mi habitación, lancé la mochila a la cama en un tiro casi no asestado, estrellándose accidentalmente sobre Rumau quien maulló en una especie de chillido en reproche, retorné esta vez hacia la cocina, presioné mis manos en un puño por última vez y la vi, la mujer de cabello pardo en el afán de terminar la cena ¿O a penas había iniciado? No estaba seguro -¿Dónde estuviste mocoso?

-Me encontré con Georgie en las cloacas, luego fui a la casa de Nayeon.

-¿No invitaste a Georgie?

-Oh, no, estaba demasiado ocupado con Penny y los perdedores, ya sabes como funciona eso- me acerco hasta la nevera , tomo una botella de plástico en la cual había más de la mitad té frío de limón, busqué un vaso y vertí un poco.

-No vayas a llenarte- me advierte ella, mamá decía eso generalmente cuando se encontraba trabajando en una nueva aunque simple receta, devolví la botella al interior de la nevera para poder sentarme delante de la isla del desayunador, apoyé mis codos y la vi moverse con energía sin siquiera requerir de mi ayuda lo cual me permitió tomar todo el líquido café -Me alegra que hayas ido a la casa de Nayeon- inicia luego de unos minutos en silencio -Quizá se trate de una chica difícil, pero es una buena persona.

-Lo sé...- le digo con convicción, ahora lo sabía.

-Me alegra que sean tus amigos, Mimi, porque otras personas no solo tienen defectos, también lastiman todo el tiempo allá donde vayan y no hacen nada para cambiar por más que seamos indulgentes y tratemos de amoldarnos a su vida y manera de ser. No debes cambiar por nadie de no ser porque se requiere, o porque tienes que mejorar- sostiene el sartén con una mano enguantada con la otra mueve con concentración lo que hay en su interior.

A mis diecisiete [Hopemin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora