Capítulo 27: Entregando su confianza

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Carla se encontraba en su apartamento tomando mate, acompañado de unas cuantas tortafritas que preparó para comer con Ethan antes de que se marchara. 

Observaba el fragmento de Amatista y se preguntaba qué tipo de cosas increíbles se podría hacer con tan solo una parte de esa bonita piedra. 

El timbre la sacó de sus pensamientos, dejó el mate en la mesa frente a ella, se levantó y abrió la puerta.

—Buenos días. —dijo Óscar. No llevaba una expresión muy agradable.

Carla pudo ver como su jefe estaba ahí, parado junto al Bajang, con sus ojos ojerosos y sosteniendo al demonio, de apariencia humana, por la nuca.

Los dejo pasar.

—¿Qué huele tan rico? —preguntó el chico con una leve sonrisa.

—No es asunto tuyo. —respondió Óscar con tono poco amistoso.

Carla agarró el plato donde tenía las tortafritas y lo acercó al chico.

—Las preparé yo, son tortafritas. —le comentó la rubia teñida. —Probá. 

El chico miró a Óscar dudoso. 

—Dale, probá. Óscar no va decir nada. —insistió Carla mientras miraba al castaño.

Óscar se cruzó de brazos resignado, la mujer frente a él era un ser muy amable  ¿Cómo podría llevarle la contraria?

—¡Gracias! —exclamó el Bajang tomando una y le dió un mordisco grande. 

Carla sonreía con dulzura, el chico le recordaba mucho a su hijo.

—¡Está muy bueno! —decía con la boca llena. 

Óscar dejó de prestar atención al demonio y sólo se centró en la hermosa sonrisa que traía el rostro de la mujer frente a él. 

—Supongo que es momento de que ambos cumplamos con nuestra parte del trato. —dijo Carla llevando su mirada a Óscar. 

Él se ruborizó levemente y desvió la vista con disimulo. La estaba mirando tan fijo que provocaron un cruce de miradas que lo puso muy nervioso. 

—Sí, tenés que decirnos dónde se abrió el portal. —habló el oji verdes, disimulando lo ocurrido. 

El Bajang los miró a ambos y luego se sentó en el piso, mientras terminaba su tortafrita.

—¿Están seguros? ¿De verdad quieren saber eso? —preguntó con una sonrisita burlona.

—Sí. —respondió Óscar, perdiendo la paciencia. 

Se sentía agotado porque no durmió nada en toda la noche y no estaba para aguantar los juegos de un demonio. 

—¿Seguro? —siguió preguntando el chico. Parecía tramar o insinuar algo.

Óscar levantó su puño dispuesto a golpearlo, pero Carla lo detuvo sosteniendo su brazo.

—¡Óscar no! —dijo y esperó a que él la mirara. — Déjame a mí. 

El castaño bajo el brazo al mismo tiempo que la rubia lo soltaba. 

Ella de alguna forma lo ayudaba a controlar su ira.

—¿Por qué nos preguntás eso? —cuestiono Carla al Bajang en tono dulce —¿Vos pensás que hay algo que nos puede servir mucho más que esa ubicación?

El chico de cabellos oscuros sonrió de lado y luego afirmó con su cabeza.

—Entonces ayúdanos. —dijo la mujer en tono suave.

AMATISTA (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora