Faltaba poco para que comenzara a oscurecer en Buenos Aires, apenas eran aproximadamente las seis de la tarde. El cielo era una mezcla de anaranjado, con bellos y claros tonos de celeste y lavanda; el sol se retiraba con lentitud. Las hojas secas alrededor de los árboles se mantenían allí, no era una tarde de vientos, era fría pero tranquila.
Vestida con su típica ropa diaria, de remera cuello "V" y sobre ésta una linda camisa, zapatillas cómodas y jean ajustado de cintura alta color negro, el cual le quedaba bastante bien aunque no fuera muy delgada, paseaba Dana. Con una expresión decaída en su rostro, mirando algunas vidrieras de los diferentes locales o tiendas que había en la zona.
En principio, la joven se retiró de la casa de Ethan, dejando a la madre de éste junto a otros dos adultos que desconocía -aunque suponía uno era la madre de Ámbar-, dispuesta a regresar a casa de Darién, pero su disgusto ante lo que había ocurrido anteriormente le llevó a cambiar de opinión.
La rizada, seguía algo molesta porque pese a que comprendía el abandono repentino de los dos vampiros no le cabía en la cabeza como su mejor amigo pudo dejarla ahí tirada. Llegó a pensar que seguramente ni siquiera se percataría de su ausencia, ni mucho menos se preocuparía. Y no era la primera vez que algo así pasaba, desde que todo lo referido al Mundo Amatista intervino en sus vidas comenzó a sentir como Ethan la excluía de todo.
Dana, siempre fue una joven algo insegura, pero lo disimulaba bastante bien. Jamás demostraba estar triste sino que ocultaba ese sentimiento con enojos, dramas o caprichos y sus mejores amigos sabían muy bien cómo tratar con ese tipo de actitudes. La mayoría de las veces, Ethan lograba hacerla sentir mejor consintiendola un poco y Darién tolerando cada uno de sus ataques dramáticos, pero esta vez ella sentía que era diferente, tanto que no tenía las fuerzas para ir a hablar con ellos y hacer uno de sus numeritos, prefería estar sola.
Le preocupaba Ámbar, pero estaba segura de que al final lo solucionarían. Además, pensaba que la rubia necesitaba energías positivas y en este momento ella no se sentía capaz de dárselas.
En su interior sentía angustia, sabía que si hablaba con sus amigos todo eso desaparecería, pero era consciente de la situación y no era momento de hacer reclamos por tonterías, ahora solo importaba que su mejor amigo estuviera a salvo porque había todo un Clan intentando matarlo. Aunque en definitiva lo que más deseaba era por lo menos recibir un mensaje o una llamada que le hiciera notar que en realidad sólo era un mal entendido y que sus amigos no la estaban excluyendo.
Lamentablemente, durante todo el rato que estuvo apartada del grupo, no recibió señales de sus amigos.
«¿Tan insignificante puede ser mi presencia?» se preguntaba a ella misma y se respondía con la idea de que sólo era una chica ordinaria en un grupo donde había un chico super valiente como Ethan, un ser mágico como Crystal, dos poderosos vampiros que eran Ander y Min; una joven que podía hablar con un Adze, Ámbar y un chico muy inteligente y detallista como Darién. «Sí, eres insignificante»
Ya un poco harta de torturarse a sí misma, se dispuso a encaminarse hacia el apartamento de Darién. Si su grupo decidía excluirla, antes debería enfrentarlos o tomar la decisión de marcharse por su cuenta porque se supone eran amigos y los amigos se apoyan mutuamente, no se dejan a un lado.
En el camino se sorprendió al ver al joven alto de cabellos oscuros, junto a su fiel compañero de campera verde y cabellos castaños. Se cruzó con éstos y por la expresión seria en el rostro de Ander supo que algo no había salido bien.
—Dana.
Dijo Min, alzando levemente las cejas al verla.
—¿Qué estás haciendo aquí?
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AMATISTA (Editando)
FantasiaLa amatista, la Esmeralda, el Cuarzo rosado, la Aguamarina, el Jade, la Obsidiana, la Hematita, el Ámbar y por último la Fluorita. Todos fragmentos de minerales duro que se usaron para abrir un portal entre dos mundos. La realidad en la que vivimos...