Capítulo 30: En busca de los fragmentos parte 2

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¿Qué se supone que debes hacer cuando sientes que el mundo se pone patas arriba?

 Me refiero a ese momento en dónde todo aquello que considerabas real da un giro inesperado y ya no sabes cuál es tu verdad. 

Te sientes desorientado, buscas encontrar respuestas a preguntas que se vuelven incógnita cuando se suponía que ya estaban resueltas. 

Repasas una y otra vez tu vieja historia en la cabeza, los motivos del pasado que te dieron rumbo a un futuro que hoy es tu presente. 

Comienzas a desesperarte, te llenas de negación. No quieres aceptarlo, no puedes hacerlo ¿Por qué? Porque era lo único que conocías y ahora parece ser todo desconocido. 

Se te volteó la vida, ahora es todo duda. Se quiebra la confianza. Comienzas a ver grises en lo que antes era blanco o negro. Esos pequeños detalles que no tomabas en cuenta comienzan a resaltar en tu cabeza. La incertidumbre se apodera de ti. 

 Óscar Guerreiro, en su juventud, destacaba por ser el más curioso de su clase, por no dejar nada sin resolver. 

Detestaba profundamente desconocer y por eso amaba investigar.

Las increíbles historias que José le contaba lo inspiraron y alimentaron de motivación a seguir con esas actividades de investigación.

Por otro lado, la muerte de José lo trajo de nuevo a Buenos Aires y hoy en día tenía la oportunidad de conocer todo aquello que antes era sólo probabilidades. Aun así, él regresó para saber qué pasó con su amigo. Averiguar si estaba muerto o desaparecido, optando más por la segunda opción.

Su investigación se basaba en todo lo que aprendió junto a su compañero, jamás imaginó que podía haber falsedad en ello. Y ahora, ante la posibilidad, las cosas debían verse de otra forma.

El castaño se retiró con furia del apartamento de su asistente y se tomó un taxi hasta el barrio de Caballito, allí donde Kate y José poseían una casa que ponían en alquiler. 

Óscar se encontraba en dicho lugar, el cual no es muy grande y se encuentra  actualmente deshabitado. 

 Abrió el portón usando la llave que le dió Kate en su momento, pues ahí fue donde decidieron ocultar las piedras de Aguamarina y del ámbar. 

La casa era de estructura cuadrada, por fuera las paredes eran de un celeste muy suave, la puerta principal de madera de primera calidad y las ventanas tenían unos marcos del mismo material. 

El jardín delantero era muy pequeño y del costado derecho de la casa había un camino que llevaba hasta el fondo de ésta, donde estaba el patio trasero. 

El castaño notó unas huellas de zapatos en la tierra humedecida apenas llegó al jardín trasero, pero le restó importancia por el momento y caminó hacia el fondo de este. 

Tomó una de las palas que estaban junto al resto de las herramientas de jardinería y se dirigió hacia el lugar donde con su amiga enterraron ambas piedras. 

Alzó levemente una ceja al ver que la tierra del sitio parecía cubierta hace no mucho tiempo. 

Se remangó el suéter, dejando ver sus atractivos brazos y clavó la hoja de la pala en el centro,  comenzó a desenterrar, el relleno de aquel hueco cubierto, hasta chocar con la madera dura de la caja donde estaban guardadas. 

Removió la tierra restante y dejó caer la pala mientras se inclinaba para tomar el objeto que se hacía visible. 

«Mal cerrado» pensó al ver la floja cerradura de la caja, la cual abrió con facilidad y como esperaba, faltaba una piedra. 

AMATISTA (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora