—¿Qué están haciendo? ¡Déjenla!— gritaba Thristan tratando de soltarse del agarre de dos de los irins que le sujetaban. Hayden también estaba sujeta y llorando, los demás aún no llegaban.
Yo estaba en medio de un círculo que ellos habían formado a mi alrededor y no decía ni una palabra, estaba dispuesta a tomar mi castigo sin buscar aliviarlo, había cometido un error del cual ya estaba advertida, así que debía asumir.
Miguel estaba frente a mí, yo no le miraba.
—Hazlo de una vez, Miguel, no me hagas esperar más— le pedí algo desesperada ya, llevaba como quince minutos solo ahí parado, y entre eso y mi hermana junto al príncipe gritando que me dejasen en paz, me tenía colérica.
—Los irins decidimos dos opciones para ti, Arden, te daremos la oportunidad de escoger la que quieras.
—Dilo entonces, dudo que alguna sea buena.
—¡Arden, no!— gritó Thristan luchando por soltarse aún, yo le miré y negué con la cabeza para que no siguiera con ello; no valía la pena luchar, pero parece que él aún no se daba cuenta de ello.
—La primera opción es que se le acorte el tiempo de vida a tu madre...
—No— respondí al instante y le miré a los ojos—, eso no es una opción, sabes que no aceptaré esa condición, ya bastante poco me está pareciendo el que tenemos.
—Supuse que esa sería tu respuesta, por eso está la segunda propuesta, debes soportar el dolor de la muerte de todos a los que mataste, pero te aseguro que no será leve.
—No hay de otra, ¿no?— me encogí de hombros resignada, ya daba igual, entre más rápido pasase el trago, mejor.
—Lo siento, Arden, te dijimos que si matabas a un humano habría consecuencias.
—Lo sé, haz lo que tengas que hacer.
Miguel se echó hacia atrás y se puso junto a los demás irins en el círculo luego de mi asentimiento. En total eran doce con él, hicieron aparecer arcos dorados en sus manos y unas flechas que me cegaban con su luz se encontraban en ellos. Esas mismas flechas fueron las que me lanzaron una a una, fue el dolor más horrible de mi vida. Gritaba agonizando con cada una de ellas, una dolía más que la otra, era como si quemaran mi interior, destrozándome sin hacerlo, haciéndome pedazos pero seguía completa. Definitivamente, la sensación de dolor más horrible que había experimentado hasta ese entonces. La última me dio justo en el corazón y caí de rodillas mirando hacia el cielo, sintiendo como me hacía arder, el sol traspasaba levemente la copa de los árboles y llegaba a mi rostro dándome mi última visita hasta que sucumbí en mi agonía.
Mi mundo no se volvió negro, al contrario, volví a ese sueño que había tenido en la mañana. Esta vez yo estaba observando de lejos la escena, era yo cuando tenía diez años y ese niño tan parecido a Thristan. Ambos estábamos sentados a la orilla de la playa, lograba verme con claridad a mí misma, pero al chico no podía; era como si por más que tratase, no pudiese recordar quién era él, como si el recuerdo me lo hubieran arrebatado a la fuerza.
Me acerqué un poco, quería escuchar lo que hablaban pero una barrera invisible me lo impedía como la otra vez. Mi yo del pasado se recostó de su hombro y él parecía estar diciendo algo.
No escuchaba nada en absoluto, ni si voz, ni la mía, nada. En un momento el chico se apartó para volver al agua rápidamente porque alguien venía. Era... ¿Mi padre?
—No te vayas, Thristan— escuché claro como el agua, que le pedía mi yo del pasado le tomándole de la mano y noté al chico sonreír, esta vez no solo percatándome vagamente de su existencia, sino notando los vestidos de sus aletas dorsales.
ESTÁS LEYENDO
Arden (Dark Angel II)
Fantasy¿Qué pensarías si hubieses vivido más de un siglo sin poder amar? ¿Sin sentir en absoluto ese sentimiento por nadie? Arden ha vivido así durante más de un siglo, está condenada a vivir sin poder amar a nadie, ni familia, ni amigos y mucho menos cua...