La luna había llegado a su punto fijo, el aire empezó a contaminarse debido a la gran nube de humo, tapando el cielo y pueblo en llamas.
El niño de 10 años, ojos cobre de reflejos verdes, cabello marrón con mechones claros, ropa sucia y andrajosa debido al accidente actual. Miró como su pueblo se convertía en carbón y cenizas, escuchó los gritos de los pueblerinos pidiendo ayuda.
No podía moverse, la puerta cayó sobre él, con todas sus fuerzas trató de moverla. Pero le era imposible. Vio como los cuerpos de sus padres eran carbonizados frente a sus ojos, sus gritos dolorosos aturdieron sus oídos.
Las lágrimas se escaparon de sus ojos rojos por el humo, su tos se hizo más potente, sentía como su garganta se cerraba. Delicados quejidos y gemidos de dolor al sentir como la puerta dañaba su cuerpo con cada movimiento qué hacía.
'Me duele... Q-quiero salir... De aquí... Shuu.'
Sintió como perdía la conciencia, dejó de forcejear, sus ojos empezaron a cerrarse. Su cuerpo entumecido por el dolor. Antes de cerrar sus ojos, vio como una enorme figura se posó sobre él, su mano se extendió a su cara. Pero la oscuridad domó su vista.
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Tu vista se posó en el pueblo en llamas, los horrendos gritos de ayuda llegaron a tus oídos desde muy lejos. Soltaste un suspiro cansado, montaste tu caballo y galopaste. Tal vez y tenías suerte y encontrabas algo interesante. No importa si era vivo o muerto.
El animal frenó cerca del fuego, bajaste y dejaste la cuerda atada a un árbol. El sonido de tus botas en el camino de piedras y tierra, la sangre, carbón y cenizas impregnadas al suelo.
Viste los cuerpos quemados de la gente, el olor a la carne cocida inundo tus sentidos. Pero por el momento no tenías hambre.
Por el momento...
Las casas de desmoronaban a tu paso, viste como una aún ardía en las intensas llamas. Y presenciaste un exquisito olor.
Viste al niño casi inconsciente, sin poder moverse por la pesada puerta de madera encima de él, sus mejillas sucias y pegajosas. Tu mano tocó su rostro inconsciente, tu pulgar toco sus labios, le abriste la boca y examinaste sus dientes.
'Sanos y fuertes, pero no afilados... Tuviste pura suerte cría...'
Afirmaste qué era humano, su piel no era muy pálida era piel arañada y seca. Sin esfuerzo levantaste la puerta, lo cargaste y empezaste a caminar. Viste como uno de los pueblerinos agarró tu capa.
Viste al humano con asco, le hiciste soltar tu capa y con fuerza aplastaste su cabeza. Destrozándola.
'Te llevaré conmigo, no te dejaré con ese idiota...'
