PRIMERA PARTE.

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- ¡Tae, le voy a disparar a alguien si gano! ¿Me das dinero?

Lo único que Taehyung le dio fue una aneurisma cerebral.

Abrió la puerta de su dormitorio con dificultad, empujándola con la pierna para poder ingresar. Sus ojos se esforzaban por mantenerse abiertos y sus brazos por no flaquear mientras sostenía las piernas de Jungkook por debajo de los muslos.

El Omega se había quedado dormido después de llorar por casi una hora cuando Taehyung no le dejó apostar en aquel último juego.

Llevó al pelinegro sobre su espalda desde el estacionamiento de CastleWolf, pasando el campus de Caza y subiendo tres pisos hasta finalmente llegar a su dormitorio, en la torre A-7, destinada únicamente para alfas con aquel rango casi purasangre.

Taehyung era el único que estaba en esas torres. En secreto, una parte de él se alegraba de poder tener a Jungkook ahora viviendo con él. Así ya no estaría tan solo.

Con cuidado dejó al pelinegro sobre la cama, acomodando su cuerpo para que no quedara en una posición incómoda. Bajó sus manos hasta las Timberland de éste, comenzando a desatar las agujetas y quitando una de ellas, riendo bajito cuando se encontró con una media de Ironman.

Siguió con el otro zapato y dejó ambos a un lado de la cama. Luego miro el pantalón de Jungkook, dudando un poco pero finalmente retirando solo el cinturón. Se levantó para buscar una funda con la cual cubrirlo, tomando la más suave de todas y llevándola hasta donde seguía dormido. Sus labios se curvaron en una sonrisa inconsciente cuando lo vio acostado de lado, sus cabellos cayendo revueltos sobre su frente y su boca ligeramente abierta, aspirando y exhalando de forma rítmica y lenta.

Lo cubrió bien, desde la punta de los pies hasta sus hombros, acariciando su mejilla y después depositando un beso allí.

Jungkook era hermoso. Un Omega terriblemente difícil de tratar, terco e impulsivo... Pero encantador.

Era jodidamente tierno cuando quería, sus ojos expresando cada una de sus emociones, sus mejillas regordetas dándole un aspecto infantil, su sonrisa tan expresiva y auténtica, y aquella risa cantarina que era imposible odiar, incluso si solo la escuchaba cuando Jungkook se burlaba de él.

Los dientes de conejito que tenía, las arruguitas que se formaban alrededor de sus ojos cuando reía, como cubría sus orejas cuando estaba nervioso y lo bonito que se veía así, dormido plácidamente en su cama.

- Ojalá y esto dure - Se encontró deseando en un susurro mientras acariciaba los cabellos del menor.

Ojalá y dure... Porque se estaba acostumbrando a Jungkook, y eso le aterraba.

Se levantó con cuidado y se dirigió hasta su armario, buscando una pijama para ponerse y comenzó a quitarse la ropa que llevaba.

Se deshizo de los zapatos primero, siempre odiando tener que usarlo. Si fuera por él, iría por la vida descalzo.

Siguió con el pantalón, zafando el cinturón y bajándolo junto al jean hasta sacar una pierna y luego la otra, dejando la prenda sobre una silla y dirigiéndose luego a quitar el suéter que llevaba puesto, pasándolo por encima de sus hombros y despeinando un poco sus cabellos.

Dejó el suéter junto al pantalón y tomó un mechón de su cabello, frotándolo entre sus dedos y mordiendo su labio con fuerza. ¿En verdad él le había gustado a Jungkook como era antes? Con su cabello castaño oscuro, sin resaltar entre los demás Alfas, tan común y relajado, tan simple, tan... Él.

-¿Tae...?

Se giró rápidamente soltando su cabello, Jungkook estaba estirándose y forzaba sus ojos para abrirse. Por un momento le dio la impresión de ver a un cachorro bostezando y sonrió de lado ante la encantadora imagen. Se apresuró en colocarse el pijama, pasando primero el pantalón y colocándose la camisa aún sin abotonar.

Sé Sólo Mío | TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora