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Soy una guerrera. Princesa de mi tribu y mi deber es protegerlos con mi vida. 

Este mundo es muy cruel e injusto, dejándonos a nosotros, los seres humanos, muy abajo en la cadena alimenticia. Vivimos rodeados de seres mitológicos, en las laderas de las montañas del oeste. Nuestro mundo es uno de fantasía, pero no una de color de rosa.

Desgraciadamente, no vengo para contar un cuento de hadas.


Soy la primera en levantarme y veo que todos siguen durmiendo, incluido mi padre. Levantó la cabeza y veo a más de cien personas dormitando apretujados en el suelo de piedra. Dormimos todos juntos en la misma cueva, dándonos calor y protección. 

En mi tribu no somos más de 100 personas. De todas formas, me levanto moviendo levemente a mi mejor amigo, con el que comparto todo. Siempre quiere dormir a mi lado para darme protección. Me parece un gesto realmente adorable y nunca le he llevado la contraria en ese aspecto. Me prepararon desde pequeña para matar y acabar con cualquier peligro inminente que hubiera. Soy la princesa y algún día reina, con lo cual, debo saber proteger a lo que amo. Y lo que amo es a mi pueblo. Silver se despierta en el momento en que me separo de sus brazos, se restriega los ojos.

-Kumi... ¿Otra vez madrugando? - murmura bostezando, sonreí atando mi cabello en una coleta alta. Mis ropas son escasas; una tela marrón para cubrir mis senos y otra para ocultar mis partes bajas. Lo más cómodo que puedo ir para poder cazar y pelear. Tengo un tatuaje en mi brazo izquierdo, puesto que soy zurda y a cada uno nosotros nos hacen algo parecido a un brazalete de color rojo en nuestra mano dominante. Mis ojos son de distinto color, al igual que mi padre y mi difunta madre. Uno de color miel y otro de color celeste cual el cielo azul. Esta es la marca de la familia real y demuestra que por mis venas corre la sangre de una luchadora nata, protectora de nuestra especie. Pues sólo quedamos nosotros en este mundo podrido.

-Voy a mirar si los centauros están más cerca- Explico saltando sobre los cuerpos de los demás. Silver me sigue de una forma un poco más torpe. Alcanzó la entrada de la cueva y agarro mi arco colocándolo en mi espalda. Engancho el cinturón con la espada a mi cintura y espero a Silver con las manos en la cadera-. Me gustaría mirar antes de que el sol esté en los alto - Digo con una sonrisa burlona. El bufa y coge sus cosas.

Con la pequeña espada atada a su cintura, se parece a las mujeres. Todos los hombres usan hachas en batalla y las mujeres espadas. Las hachas son devastadoras, pero más lentas, sólo usadas con fuerza bruta dan resultados. Sin embargo, las espadas dependen de la rapidez y destreza. Los movimientos de Silver se adaptaban mucho mejor a una espada que a un hacha. Al principio los hombres se reían de él, pero yo lo volví mi pupilo. Ahora, cualquiera que se atreviera a decir lo mismo, antes de que pudiera acabar la frase, Silver habría cortado su lengua y depsués se llevaría una paliza por mi parte. 

Tanto Silver como yo éramos intocables, todos nos tenían respeto. Incluido mi padre, el rey de todos nosotros. Corremos por las piedras a en dirección a las dunas, un poco más adelantadas y lo que esconde nuestra cueva de lo que haya más hayá. Alcanzamos la duna y comenzamos a subirla. Ya en la cima levanto la joya azulada de mi collar y miro a través de ella. El sol de la mañana golpea en mi rostro frente a mí. A través del cristal la imagen se amplía al igual que unos prismáticos y veo, algo alejado, como los centauros descansan sobre la arena. Una de las razas más listas había descubierto nuestra posición y esta vez estaban relativamente cerca, debíamos acabar con ellos antes de que llamen la atención de otros. Saco una flecha de mi carcaj y tenso la cuerda de mi arco sin decir ni una palabra.

-¿De verdad crees que llegarás desde aquí? - No respondí y apunté con la joya en mi ojo izquierdo-. Aunque lograras darle a alguno, la reina lanzará un ataque contra nosotros y no tenemos tiempo de prepararnos para un ataque ahora.

Fantasía de pesadilla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora