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Ha caído la noche del segundo día, noto como ya puedo mover los dedos de mi mano poco a poco. Me dirijo hacia la duna que nos separa del mundo. Comienzo a subirla despacio, esta vez sin compañía a mi alrededor. Cuando llego a la cima admiro el desierto en calma, con un suspiro comienzo a bajar con cuidado de no caerme ni de hacer movimientos bruscos con mi mano herida.

Una vez abajo comienzo a alejarme poco a poco de la duna, a no más de diez pasos. Noto presencias a mi alrededor, pero algo es extraño, hay muchos menos espíritus que de costumbre. Frunzo el ceño mientras giro sobre mí misma, localizando a mi madre. No tarda en manifestarse frente a mí, con la misma blancura y belleza de siempre.

Me enrrolla con su cola y me acerca a ella acariciando mi abdomen con su cabeza. Suspiro y la acaricio con dulzura.

-Madre... ¿estoy haciendo bien? - Pregunto, olvidando por un momento a los demás espíritus. Ella no contesta, no hace ningún tipo de movimiento. Ni asiente ni niega con la cabeza-. ¿Madre?

Deja de ronronear y se queda petrificada. Ya no se mueve, ya no respira.

Me deshago del agarre de su cola y me acuclillo frente a su rostro. Sus ojos de por sí azules comienzan a dar vueltas y poco a poco comienzan a volverse lilas claros. Noto como me falta la respiración. No puede ser, no puedo creer que hayan podido llegar hasta los espíritus.

El nuevo color lila de sus ojos comienza a extenderse poco a poco por la piel de su rostro. Cubre el hocico y los bigotes. Me separo de ella lo más rápido posible, viendo impotente como el color lila se extiende a gran velocidad por cada centímetro de pelaje del animal. Noto cómo algo arde en mi pecho. ¿Qué está pasando?

De repente el lila deja de expandirse, cubre todo el cuerpo del tigre que se mantiene petrificado en el mismo estado en el que estaba. Comienza a cambiar de forma rápidamente, abro mis ojos lo máximo posible viendo lo que aparece frente a mí.

Una lágrima resbala por mi mejilla sin que pueda controlarla al ver como la forma de mi madre aparece ante mis ojos.

Su espíritu sigue siendo de un leve color lila, pero me sonríe cogiendo sus manos frente a ella.

-¿Ma... dre? - Pregunto petrificada. Ella asiente despacio con la cabeza dejando que sus largos cabellos rojo fuego como los míos le tapen los ojos durante unos instantes. Lleva puesto su vestido favorito.

Rosa pastel que llega hasta el suelo, tapando sus pies. Al ser de tiras, sus hombros quedaban al descubierto y podía ver perfectamente su tatuaje en la mano derecha. Era ella, realmente era ella. Estab aviendo a mi madre.

-Escucha Kumi, no tengo más tiempo - Explica poniéndose seria por unos instantes-. Me lo están quitando

-¿Qué ocurre? ¿Quién te lo quita? - Pregunto, intentando dejar las emociones de lado.

-Eso no importa ahora, pero debes detenerla. Sino, será el fin. No sólo de los dragones y los espíritus. Todo lo que conoces, pequeña.

-¿A quien? - Doy un paso hacia ellá con la voz rota, sin evitar que más lágrimas se escapen de mis ojos.

Ella mueve los labios, pero su voz es muy distante, un susurro en la distancia. No la escucho.

-¿Qué? - ella toma aire y vuelve a hablar. Pero su voz ya no es un susurro.

Ningún tipo de sonido sale de sus labios y me quedo confundida. Ella ve mi rostro e interpreta lo que pasa.

Abre los brazos con una enorme sonrisa invitándome a ir hacia ella. Primero me quedo quieta en el sitio, sin siquiera moverme.

Ella no hace ningún otro gesto, pero me doy cuenta de cómo comienza a volverse más transparente y copos brillantes se elevan en el aire poco a poco.

-¿Madre? - Su rostro es cada vez más translúcido. Doy un paso hacia ella temblorosa-. No...

Otro paso.

Otro más.

Poco a poco, mis zancadas son más firmes y corro hacia ella con toda la velocidad de la que soy capaz. Me lanzo hacia sus brazos, pero justo antes de que pueda rozar su piel y sentir su abrazo.

Se desvanece por completo.

Veo como me precipito hacia el suelo, sin que nada pueda frenarme. Me hago una bola y ruedo por el suelo. Acabo de rodillas y miro mis manos. Tiemblan con violencia.

-¡NOO! - Grito con todo el aire que tengo en los pulmones sin poder evitar que más lágrimas cubran mi rostro y caigan a la arena. Tomo de nuevo una bocanada de aire-. ¡MAMÁ!

La llamo como si pudiera escucharme, como si alguien pudiera devolvérmela. Me abrazo a mi misma y me hago hacia adelante posando mi cabeza en la arena.

Grito de nuevo, exigiendo que me devuelvan lo que me han arrebatado de una forma tan injusta.

Ya no hay espíritus. Todos vuelven cuando hay unos leves atisbos de que el sol comienza a salir.

Noto un movimiento frente a mí y levanto mi vista de golpe.

Silver.

Me mira con preocupación, mi boca tiembla al compás de mi cuerpo.

-¿Lo has visto? - Él asiente y vuelvo a agachar la cabeza.

Se arrodilla frente a mí y me toca en el hombro. Cuando lo miro tiene los brazos extendidos, invitándome a un cálido abrazo. Aquel que no pude recibir de mi madre a tiempo.

Mi labio tiembla y no tardo en abalanzarme a sus brazos. Acomodo mi rostro entre su cuello y su hombro escondiendo mi rostro en él.

-Tranquila - Acaricia mi cabello-. Yo estoy aquí. Siempre estaré aquí.

No aguanto más y rompo en sollozos incontrolables.

La había perdido una vez más. Esta vez para siempre.

 Esta vez para siempre

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