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Me levanto del suelo lentamente sin apartar la vista del monte, rugidos de dragones furiosos comienzan a rasgar el cielo uno tras otros, pisándose entre ellos.

-vaya, parece que tienen hambre - Mi vista baja hacia Elisabeth que me mira con sorna, sujeta la perla con una mano y parece que se ha formado una pequeña tormenta en el interior de dicha superficie -. Aseguraos de darles de comer

Frunzo el ceño más aún.

-Yo la mato - Digo dando un paso al frente, pero Silver me coge del brazo evitando que avance.

-Tenemos que escondernos - Lo miro y señala a su espalda con el pulgar-. Allí hay una cueva, vamos.

Se da la vuelta y corre tras Akihiko, el descubridor de nuestro refugio. Pero mi vista viaja a través de los hechiceros que comienzan a desaparecer del terreno siguiendo a su reina. Unos ojos se posan en los míos, Adrien se mantiene donde lleva todo este tiempo, sin moverse lo más mínimo. Su mirada esta cargada de lo que parece pena.

-Kumi - Me llaman, yo frunzo el ceño y me agacho a coger mi espada. Vuelvo a posar mi mirada en la suya. El sabe lo que ha hecho, sabe que nos ha condenado y se queda ahi parado.

Mirándome.

¿Que espera que haga? ¿Que vaya alli y le pregunte por que lo ha hecho? ¿Que le pida una explicación? No la necesito, no la quiero.

Extiendo mi espada en su dirección apuntándolo con él filo de la misma y lo fulmino con la mirada. Muevo el punto de mira de tal forma que repaso su robusto cuello.

-Para mí estas muerto - Digo con voz calmada -. Pero algun dia haré que para el resto del mundo también lo estés.

-¡Kumi! - Guardó mi espada en su sitio y camino hacia atrás sin cortar contacto visual todavía. El asiente lentamente con la cabeza, de una forma casi imperceptible.

Me doy la vuelta y comienzo a correr. Un enorme trozo de roca se desliza encima de la cueva donde se encuentran Silver y Akihiko. Los cuales me llaman apurados.

Aprieto el paso y me muevo con más velocidad en grandes zancadas. Los temblores aumentan el avance de la enorme roca y como no me de prisa taponará la entrada dejándome en aquel infierno.

Cuando la roca está a punto de caer frente al agujero en la montaña, me tiro al suelo deslizándome hasta llegar a ellos. Aun en el suelo giro mi cabeza hacia atrás y lo último que veo es el cuerpo de Adrien relajarse antes de que la roca cubra mi visión.

Suelto un suspiro y me pongo de pie. La oscuridad nos rodea y sólo podemos vernos entre nosotros por la luz de las llamas que se filtra por los laterales. El caos se escucha al otro lado.

-¿Y ahora qué? - Pregunta Akihiko, ansioso por vengarse de aquella maniática raza.

-Nos sentaremos a descansar y... - Comenzó Silver, pero yo no le dejé terminar.

-Vamos a buscar a los demás.

El silencio que vino después de mis palabras no me ayudó en nada.

-Kumi... no creo...

-¿Qué? ¿Qué estén vivos? ¿Y te piensas que por una corazonada tuya me voy a quedar aquí sentada sin hacer nada? - Mi enfado es más que evidente y doy varios pasos hasta posicionarme frente a Silver. El chico me sostiene la mirada y entonces recapacito la forma en la que me comporto, él también está preocupado-. ¿Dónde está Silvia?

-A salvo - Explica Akihiko y ambos lo miramos-. La escondí en la cueva de al lado, está refugiada de la tormenta.

Noto como Silver suelta un enorme suspiro de alivio y yo asiento también agradecida. El fugaz recuerdo de ver a Dyul muerto a mi lado pasa por mi mente, pero lo desecho en seguida.

No tiene caso lamentarse ahora.

-Los hechiceros planean dominarlo todo y de una manera poco pacífica

-¿Y qué pretendes? - Pregunta Silver, Akihiko se mantiene al margen de la conversación, pero escucha atentamente.

-Debemos reunirnos con los demás y atacarlos mientras podamos - Un enorme rugido llena la pequeña estancia donde nos encontramos haciéndonos callar hasta que desaparezca.

-¿Sin dragones?

-No sólo dependemos de los dragones, Silver, somos guerreros. Podemos ir a la batalla sin ellos. Además los centauros nos ayudarán.

-Kumi, no podemos ir a detener solos a una raza como la de los hechiceros, sin dragones y sin magia.

-Tenemos a los centauros - Afirmo decidida.

-Ni aun con los centauros de nuestra parte, es imposible. Además, no sabes si ellos aceptarán.

-Sí que lo harán, por la cuenta que les trae.

-Nos llevarás a todos a una muerte segura.

-¡Pero no podemos dejar que...!

-No - me mira decidido directamente a mis pupilas-. No somos los héroes de esta historia Kumi, somos las víctimas.

Me quedo callada con los puños apretados.

-Deberías comprenderlo tú mejor que nadie - Continúa.

Me muerdo el labio, ¿desde cuando era tan imprudente? Mis ideas sacadas de mi mente fría siempre habían sido lógicas pero era cierto que lo que estaba diciendo era una locura. Una verdadera locura.

Akihiko baja la mirada, de acuerdo con Silver y no dice nada. El chico sigue mantiendo su vista en mí aun cuando yo la evito.

-Al menos... busquemoslos para ver si están bien - Hay un pequeño silencio.
Me doy la vuelta y me sorprendo cuando veo una enorme oscuridad extenderse delante de mí, me paro indecisa.

-Tendremos que ir completamente a oscuras - Explica Silver detrás de mí.

Tomo aire y aprieto los puños decidida.

-No puedo abandonar a mi pueblo a la primera de cambio - Comienzo a caminar para que me trague la oscuridad y escucho otros pasos siguiéndome. Me siento agradecida.

En el fondo sabía que no me dejarían sola.

Reduzco un poco el paso para que me alcancen y nos adentramos en las profundidades de la cueva yo dos pasos por delante del resto. Aunque no fuera a vengarme por mi propia mano, intentaría mantenernos a salvo.

Puede sonar cobarde, esconderse del enemigo en vez de plantarle cara, pero no iba a arriesgar miles de vidas por un capricho mío. Aunque quisiera que mi espada bebiera de la sangre de ese desgraciado, debía anteponer mis deseos a mi pueblo.

Como siempre había hecho.

Como siempre había hecho

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