En medio del barullo me despido de mi padre y la centauro para dirigirme a mi cuarto.
Camino en silencio hacia la habitación con la vista clavada en el suelo. Se suponía que tendremos una gran fiesta para celebrar la nueva generación, o sea yo y la despedida de los antecedentes. Rosé y mi padre.
Pero yo no tengo ningún tipo de gana de celebrar, es más, noto como las lágrimas se abren paso en mis ojos y me resulta dificil distinguir mi cuarto.
Abro la puerta y la cierro tras de mí. Apoyo mi espalda en la misma y llevo mi mano al rostro.
La cierro en un puño apretando mis ojos en un intento de no derramar lágrimas. Pero no tardo en sentir mis mejillas húmedas y mi pecho recibe las gotas una por una de forma lenta.
Ahogo un quejido y me acerco a la cómoda que me sirve como cama. Me abrazo a las piernas con la vista perdida en una esquina.
Primero mi madre, muere frente a mí de pequeña.
La pierdo para siempre hace unos pocos días.
Me engañan
Me traicionan
Me humillan.
Me veo obligada a matar al dragón con el cual me crié desde que tengo memoria.
Mi pueblo se queda sumergido bajo tierra.
Los dragones nos atacan y tendremos que matarlos.
Y ahora mi padre iría directo a la muerte.
Escucho la puerta abrirse y me seco las pocas lágrimas que tengo con la mano para mirar de quien se trataba.
-Se te olvidaba la corona - Silver agita el objeto en la mano mientras cierra de nuevo, se acerca a la cómoda y se sienta frente a mí dejando a la nombrada a un lado. Me mira mientras aparto la mirada.
-Estoy cansada...
-Lionel está fuera - Informa con la vista clavada en la puerta.
-¿Qué hace allí?
-Quería venir a verte. Pero no lo he dejado pasar.
-¿Por qué has hecho eso? - Digo con un suspiro.
-Porque... - Quita la vista de la puerta y la posa en mí -. Se que no te gusta que te vean cuando te derrumbas.
Me tenso al escuchar lo que dice.
-No estoy de humor para tus celos Silver, deja que pase el pobre chico - Aparto la mirada de sus ojos llenos de sincera preocupación -. No me vengo abajo, no puedo...
-¿Por qué no puedes?
-Soy la reina ahora y...
-¿Y? ¿Y qué? - Levantó la vista de nuevo con el ceño fruncido.
-Pues debo estar firme.
El chico no aparta su vista de mi, suspira con una leve carcajada.
-Sabía que ese bastardo te había hecho un hechizo raro, ¿cuando te has vuelto tan imbécil?
Dejo de abrazarme a las piernas y me siento mirando hacia él.
-Me gusta tu forma de animarme.
-Así que admites que estás mal.
Lo miro con el ceño fruncido. Maldita sea me ha pillado.
Aparto la vista de morros, se inclina hacia adelante tomando mi mentón y haciendo que lo mire.
-Kumi, tienes todo el derecho a estar mal, a llorar, a patalear, a gritar... lo que sea - Me mira con ojos lastimeros -. Has sufrido más que cualquier persona de aquí, puedo afirmarlo.
Noto como las lágrimas hacían acto de presencia en mis ojos.
-Pero...
-Pero nada, puedes sufrir en silencio si quieres - Me suelta el mentón y abre sus brazos con una expresión llena de cariño -. O desahogarte para estar bien mañana por la mañana.
Lo miro, mi corazón pide a gritos abalanzarse sobre él. Pero hay algo que aún me retiene. No se describir el qué, pero sigo clavada en mi sitio sin moverme durante unos momentos.
-N-no debo d-de...
-Kumi, porque seas la reina no tienes porque ocultar tus sentimientos - Me mira con expresión seria-. Nadie merece algo así, como sigas de esa forma vas a acabar colapsando y eso no sería lo que se espera de una reina.
Hace una pausa para que asimile sus palabras y abro la boca para decir algo. Nada se me ocurre.
-A veces hay que sacarlo todo para poder volver a ser feliz.
Cuando siento como las lágrimas comienzan a poblar mis mejillas me abalanzo sobre él con un quejido, refugiándome en esos cálidos brazos que siempre me habían mantenido en pie.
-Dudo mucho que pueda volver a ser feliz... - Murmuro cuando al fin puedo hablar.
-Por supuesto que sí, de una manera o de otra, lo serás. Te lo prometo.
-¿Cómo es que estás tan seguro?
No duda en responderme buscando mi mirada.
-Por que hay gente que realmente se merece ser feliz - Vuelve a estrecharme acariciando mi pelo -. Y tú eres una de ellas.
Aunque una parte de mi quiere creer sus palabras, no lo hago.
Puede que a ojos de los demás parezca que me merezco ser feliz, pero no es así. Yo nací para desvivirme por los míos, mi felicidad la dono a ellos para que puedan disfrutar de una vida alegre.
Siempre daré todo lo que tengo a mi pueblo sin dudarlo ni un momento, incluyendo mi vida si de ello se necesitara la situación.
Sin embargo, aunque podría replicarle a Silver de mil maneras distintas, simplemente me dejo mimar por aquel chico que tanto me había aportado en los años que lo conozco. Ya que mañana mi padre y Rosé irían a la cueva de dinamita.
Y yo tendría que afrontar la muerte de un ser querido más, antes de inventarme una forma de llegar al mar negro.
Porque esa era otra, no tenemos dragones ¿cómo íbamos a llegar allí?
¿Cómo convencería a la reina de ayudarnos?
¿Podríamos derrotar a los brujos sin nada de poder mágico?
¿Cómo tratar con los centauros?
Antes de darme cuenta, caigo en un profundo y agitado sueño del que no despierto hasta la mañana siguiente.
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Fantasía de pesadilla
Fantasy4 reinos, 9 razas, todas separadas por un inmenso desierto. Una extraña magia se cierne sobre ellos amenazando con estallar la guerra y acabar con la poca paz que aún queda. A Kumi le va a tocar vivir esta gran amenaza de primera mano ¿tomará la sol...