El chico que juraba no creer en el amor, se ha enamorado y el resultado ha sido un terrible corazón roto.
El joven escritor Tyler Murphy ha caído perdidamente enamorado por su mejor amiga Genesis, pero su historia no ha tenido un "felices para siemp...
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EMMA
El reloj digital de mi teléfono celular marcaba las siete y cuarenta y siete cuando dos golpes en la puerta me expulsaron de la profunda concentración que había estado experimentando por la última hora. El informe a punto de concluir en la laptop era el único indicativo de que mi tarde libre del trabajo había sido productiva.
—¡Voy! —exclamé para que el visitante inoportuno se diera cuenta de que no estaba siendo ignorado.
Pausé la música clásica que sonaba desde Spotify y desenredé mi cuerpo de la manta que me mantenía caliente. Iba en pijama, tenía el cabello recogido en un moño desarmado y húmedo y los pies envueltos en calcetines de constelaciones. No me importó nada de eso, mis vecinos de piso me habían visto en peores condiciones.
No tardé en recorrer la distancia que me separaba de la puerta y tras soltar un bostezo ahogado contra la palma de mi mano, abrí la puerta de un tirón. Parpadeé varias veces con la creencia de que mis ojos cansados me estaban traicionado y que la persona delante de la puerta no era quien yo creía.
—Hola —saludó con una sonrisa.
—Hola —respondí con un hilo de voz.
Su voz era cantarina sin resultar chillona y la forma en que se curvaban sus labios evidenciaba su buen humor. Era lo contrario a mí, desde el cabello peinado, la ropa arreglada y su rostro sin rastros de cansancio.
—¿Está Tyler aquí?
Negué con la cabeza y la mención de mi compañero de habitación me obligó a despertar. Ahí estaba Genesis, la mejor amiga de Tyler y la muchacha que había conocido fugazmente a dos semanas del inicio de clases. Verla de nuevo en persona era extraño, sobre todo porque era martes y ella tendría que estar en su propio dormitorio ubicado en otro estado.
—¿Quieres pasar? —pregunté, haciéndome a un lado.
Ella asintió manteniendo la sonrisa amable en su rostro e ingresó al dormitorio por el espacio que le había dejado. El aroma de su cabello, algo similar a fresas, invadió mis sentidos y me atontó por un momento. ¿Esa chica era real? Parecía una princesa tal y como Paris la había definido al conocerla. Era alta, esbelta, bien proporcionada, con el cabello brillante y una sonrisa que parecía iluminar el lugar.