El chico que juraba no creer en el amor, se ha enamorado y el resultado ha sido un terrible corazón roto.
El joven escritor Tyler Murphy ha caído perdidamente enamorado por su mejor amiga Genesis, pero su historia no ha tenido un "felices para siemp...
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EMMA
Até y desaté un nudo repetidas veces en esa pequeña soguita roja que la terapeuta me había dado para calmar mis nervios y animarme a hablar. Sentía sus ojos fijos en mí, estudiaba cada uno de mis movimientos: la manera en que mis dedos sostenían la cuerda para torcerla, los gestos que inconscientemente realizaba con mi cuerpo y rostro, y el movimiento de mis labios mientras hablaba. Yo me negaba a mirarla porque me sentía avergonzada, incluso sabiendo que la doctora Kingstone no me juzgaría, era un sentimiento tonto y quizás uno que provenía de la niñez porque en casa de los Williams no había tiempo para hablar de sentimientos.
—¿Y cómo te hace sentir eso al respecto?
Reí entre dientes sin poder evitarlo, su pregunta me había recordado a una reconocida película de Disney que solía mirar por las tardes con Mirko. Sin embargo, pronto recuperé la compostura.
—No lo sé —admití—. Creo que me hace sentir triste.
—¿No querer tener hijos te hace sentir triste?
Pude imaginar su expresión sin elevar la mirada. Ella probablemente tenía las cejas levantas y sus ojos marrones reflejarían su sorpresa. ¿Los psicólogos podían demostrar sorpresa en sus sesiones? ¿Estaba siquiera permitido para ellos mostrar sentimientos reales con sus pacientes?
—Sí porque sé que no es algo que haya nacido de mí, es algo que ha nacido por los eventos que he tenido que vivir.
—¿Puedes explicarte, Emma?
Tensé el nudo y lo estudié, podía desarmarlo y volver a iniciar o bien podía dejarlo allí y crear otro que se formaría a su lado. Enredé la cuerda en mis dedos y comencé a anudar otro.
—¿Conoce esa sensación de que lo tiene todo, pero a la vez no tiene nada?
Elevando la mirada alcancé a ver que ella negaba con la cabeza, aunque me pareció que lo hacía para que continuara hablando y no tanto porque no lo había experimentado.
—Imagine haber llegado a la cima del monte Everest luego de meses y meses o años de duro entrenamiento, tiene las montañas nevadas a su alrededor y una vista increíble —expliqué—. En ese momento de quietud con esa imagen asombrosa frente a sus ojos se da cuenta que finalmente ha obtenido lo que siempre quiso, pero que para ello tuvo que abandonar algo que la hacía feliz, algo que la hizo levantarse por las mañanas y trabajar duro. Llegó a la cima, aunque también se quedó sin esa sensación de entusiasmo al saber que algún día lograría subir. Eso era lo genial, saber que un día lo lograría. Mi vida ha sido un poco así. Siempre trabajé para obtener el cariño y la aprobación de mis padres y un día lo logré, en verdad lo logré y pude saborear esa victoria.