Capítulo treinta y nueve

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EMMA

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Un parto nunca fue ni será algo lindo de ver y lo aprendí de la peor manera posible.

Tyler y yo llegamos al hospital unos veinte minutos después de la llamada de Ethan, cerca de las diez y media de la mañana. Me sentí terriblemente culpable al ver a Ty pagar por el taxi y bajar tras de mí del vehículo con su mochila y maleta. Él debería haber estado en un avión rumbo a San Francisco para pasar las fiestas con sus amigos, en su lugar, había tenido que parar otra de mis crisis de nervios.

—¿En qué piso están? —preguntó mirando de izquierda a derecha, buscando el rostro de mi hermano.

Dudé antes de responder. Ethan me lo había dicho, pero no lo recordaba por la conmoción del momento.

—En el segundo o en el tercero.

—Genial, podemos terminar en la unidad de cuidados intensivos o en la zona de maternidad —comentó con burla.

Le di un leve golpecito y caminé hacia el ascensor. Era el mismo hospital donde iba a terapia tres veces por semana por lo cual conocía el camino y sabía que junto a la caja metálica había un listado con la descripción de cada piso. El área de psicología estaba en el quinto lo que a mi parecer era un poco peligroso, aunque yo no era dueña de ese lugar y no podía opinar.

—En el tercero —confirmé.

Toqué con impaciencia el botón para llamar al elevador como si de esa manera pudiera lograr que llegara más rápido. Mi compañero de habitación sonrió con diversión, era probable que luciera bastante loca en ese momento y aun así solo me importaba llegar a tiempo para el nacimiento de mi sobrino o sobrina. ¡No había tenido tiempo de buscar el regalo! Le había comprado una camisetita hermosa para que usara cuando saliera del hospital y, por supuesto, estaba en la residencia.

Finalmente, arribó el ascensor y entré siendo acompañada por el castaño. Él fue el encargado de tocar el botón correspondiente al tercer piso como si supiera que yo iba a presionarlo incansablemente hasta que las puertas se abrieran de nuevo.

Uno y medioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora