16

5K 754 493
                                    

❗ El siguiente capítulo presenta contenido que puede ser sensible para algunos. Lo aquí escrito no pretende burlarse ni generar morbo.

Felix había nacido con algo que sus padres llamaron "un don". Era inteligente, mucho, desde pequeño memorizar cosas le resultó fácil y el aprendizaje lo llevaba más rápido que el resto de su grado. Debido a ello lo habían adelantado un año cuando era niño y otro cuando entró a la universidad, donde se graduó con honores.

Tal vez su único defecto que resaltaba entre toda esa inteligencia era su pésimo sentido de la orientación. Desde niño el ubicar hasta su propia calle era un problema, batalló mucho no para memorizar su dirección pero sí para reconocerla. Fueron más de cinco veces las que su madre abrió la puerta para encontrarse con algún vecino que llevaba a Felix luego de que éste estuviera tocando la puerta diciendo "mamá, mi llave no entra". Durante su crecimiento ese fue el problema para decidir qué quería ser de grande, era tan inteligente que podría ser cualquier cosa pero aquel defecto lo limitaba. Fue entonces cuando aquel trágico día se dio.

Todo comenzó cuando felix tenía ocho años y su hermana mayor diez. Ambos disfrutaban las tardes jugando, más al escondite ya que según su hermana eso podría ayudarle a orientarse, ella realmente deseaba que Felix no se viera afectado por aquel detalle en él y que no fuera una piedra para que elija su futuro ya que todos hablaban podría hacer grandes cosas sino fuera porque se perdía a cinco calles de su casa, cosa que desmotivaba un poco a su hermanito, era solo un niño, ¿por qué tenía qué escuchar que era tan bueno como malo? No era culpa suya que la gente tuviera tantas expectativas en él que cualquier detalle humano era duramente juzgado.

Ambos niños acostumbraban jugar en el pequeño patio delantero, su madre en ese entonces embarazada de cuatro meses les llevaba galletas y té helado, o cualquier cosa rica que pudiera refrescarlos mientras descansaban. Una tarde mientras jugaban, Felix cayó lastimándose la rodilla, por lo que tras ingresar nuevamente a la sala para que su madre limpiara la herida mientras él sollozaba por el ardor en su piel.

— Te traeré al señor bigotes, ¿de acuerdo? —la niña besó la frente de Felix antes de salir al patio por el peluche favorito de su hermano, que pese al nombre, en realidad era un pequeño pingüino azul que llevaba a todos lados, así nunca estaba perdido.

— Ay, Lix... ¿Duele mucho? —preguntó su mamá terminando por colocarle un curita en la zona—. Lo dejaremos unas horas pero luego deberé quitarlo, ¿Si?

— No me fijé que la pelota estaba ahí... Me dolió mucho, mami.

— Ya sé, amor, ahora solo queda tener cuidado, ¿Si? —la mujer abrazó a su hijo, besando su frente antes de apoyar su mentón en su cabeza.

— No quería causar problemas.

— Te creo, bebé, nadie quiere caerse a propósito.

El menor negó entre los brazos de su madre quien besó su cabeza, consolando al pequeño hasta que éste habló nuevamente.

— Mamá, ¿Por qué Rachel tarda tanto?

Y como si algo en su cabeza hiciera clic, la mujer soltó a su hijo para poder salir rápido hacia el patio delantero. Lo único que pudo ver fue el pequeño zapatito negro de su hija antes de agacharse a recogerlo, llamándola por su nombre repetidas veces pero no había nadie, solo los vecinos asomándose por sus ventanas al escuchar el grito desgarrador de una madre. Felix se asomó por el marco de la puerta, ¿Rachel había ido a otro lado? Porque el señor bigotes tampoco estaba, tal vez lo necesitaba para no perderse.

Un vecino habló al día siguiente de que la búsqueda exhaustiva empezó, comentando que vio como un auto azul se detuvo por unos segundos breves pero desde el sitio donde estaba no pudo ver nada, pensó incluso se habían detenido a revisar si era el número correcto de casa ya que no era raro que algunas personas hicieran eso cuando iban a visitar a sus amigos, las casas eran casi idénticas como para orientarse por pura fachada. Ahora entendía que no fue eso, en cuestión de segundos habían subido al auto a la niña justo frente a su casa.

Fueron dos semanas de agonía para la familia que no dejaba de buscar con la esperanza de que alguien reconociera a su hija pero cuando ocurrió, no fue del modo que habrían deseado. El lugar se llenó de dolor y conmoción cuando junto a un río a dos horas de distancia, el cuerpo de una niña de diez años se encontró embolsado, desnudo, con señales de violencia física y sexual. Los brazos de la pequeña presentaban quemaduras de cigarrillos y pequeños cortes que dedujeron fue de una navaja, además de marcas de estrangulamiento que confirmaron había sido de un cinturón.

El culpable nunca se encontró, en cinco meses el caso fue olvidado cuando los padres ya no pudieron seguir presionando a la policía pues la mujer entró en labor de parto. Entonces nació Olivia y la madre de Felix cayó en una depresión profunda.

Su padre intentaba ayudarla mientras la mujer rechazaba a la bebé diciendo que no quería encariñarse, después de todo, había nacido niña y eso ya era mucha condena en este mundo violento, no quería volver a sentir el dolor de que te arrebaten una hija de las manos, no quería tener que reconocer más un pequeño cuerpo pálido y lleno de hematomas. Mientras tanto, Felix observaba desde la puerta de la habitación del hospital a su madre llorar en brazos de su padre, pidiéndole que no le hiciera amarla antes de que el pequeño emprendiera su viaje hasta la zona de recién nacidos.

Desde su lugar pudo ver a Olivia, era tan pequeña... Tan fea, su piel estaba ligeramente morada y arrugada, su boquita era un punto rojo abultado en ese ceño fruncido mientras descansaba.

— Tienes eso a tu favor —mencionó Felix con las manos apoyadas en el vidrio que dividía la habitación—. Eres feita, nadie va a querer llevarte, Rachel es hermosa... ¡No le digas que te dije eso! Me molestaría para siempre... Es fea, Rachel es fea.

Negando para él mismo dejó ir esa idea antes de volver a mirar hacia su hermanita. Imitó su expresión, bueno, si la miraba bien tal vez no era la más hermosa, pero era bonita a su modo. Oh no, era bonita.

— Tú no debes dejarme como Rachel... —susurró, casi regañando a la bebé, como una especie de advertencia antes de sonreírle—. Te cuidaré. Rachel está bien, ella se llevó al señor bigotes así que nunca estará sola, pero ya no tengo más peluches así que debo quedarme contigo para protegerte.

Y como una promesa hacia su hermana recién nacida, Felix decidió que quería ayudar a limpiar las calles de la gente mala, como justicia para su hermana mayor y buscando un mejor futuro para su hermana menor. Si bien, ser policía como aquellos que veía de niño atrapando maleantes en las calles y patrullando no pudo ser su futuro debido a que su mala orientación lo hizo perderse muchas llamadas de emergencia a solo dos calles de distancia, terminó dedicándose a tomar aquellos casos que la gente veía imposibles. Era bueno descubriendo culpables y aunque el término ya no era tan usado, empezaron a reconocerlo como "Detective Lee", pero Felix amaba esa palabra así que acostumbró rápidamente a ello en vez de presentarse como un oficial. No le rendiría cuentas a un alto mando, no deseaba hacer algo por su sueldo ni atenerse a las "leyes" que luego montaban las mismas personas que decían cuidarte, él deseaba ayudar genuinamente a resolver el caso a como diera lugar.

Y eso haría en ese pueblo, haría que las personas volvieran a salir tranquilas porque todos merecían paz. La maldad no veía edad, ni género, tampoco tu clase social, atacaba a todos por igual, incluso a las pequeñas hijas o hermanas que apenas empiezan a vivir.

ANIMAL¹ ❀ HyunIn [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora