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    La jovencita recorrió el jardín frontal, y notó que la planta baja de la vivienda se encontraba vacía; no había ni un solo adulto merodeando.

—Matilde... ¿estás allí? —llamó a la criada; y al no obtener respuesta, se dirigió escaleras arriba hasta el cuarto de Perry.

La puerta estaba abierta, por lo que ingresó sin vacilación. El homicida se hallaba desparramado sobre la cama, leyendo un libro. Se había quitado los zapatos, también la playera; su torso y tatuajes estaban expuestos, y ella los contempló. Su pálida piel, y todos sus formados músculos...Era lo más caliente que jamás hubiese visto.

—¿Puedo ayudarte en algo? —expresó al notar su presencia; y en contestación, recibió una cachetada—, pero ¿qué carajos te pasa?

—¡Qué carajos te pasa a ti! —bramó muy altanera—, ¿por qué aceptaste ir al baile con Lindsay?

Una sonrisa sardónica se dibujó en los labios de Perry.

—Porque me dio la realísima gana...

—No quiero que vayas con ella.

—¡Serás caradura! ... Vienes a mi habitación para armar esta ridícula escena de celos, luego de haberle mamado la verga a Alex James y sabrá Dios a cuantos otros cretinos más. —La acorraló contra uno de los estantes—. Quiero que algo te quede bien claro... No soy otro idiota al que puedes mangonear a tu antojo. ¡No me das órdenes! Y si vuelves a cachetearme, tomaré mi cinturón y te azotaré el culo.

—JODETE —retadora, Nova le impactó la quijada con una de sus manos.

Perry gruñó al recibir aquel golpe; la bestia en su interior había despertado de su letargo y no podría ser subyugada. Energúmeno, la tomó en brazos, y le echó sobre su cama.

—¡Suéltame!

Le tumbó boca abajo, le subió la falda y le palmeó el trasero. La pálida piel de la jovencita se enrojeció de inmediato; y al advertirlo, al homicida se le aceleró el pulso. Deseaba dejarle las nalgas al rojo vivo; con tal propósito, la fustigó una decena de veces más, hasta que el enfado que en un principio había sentido mutó en otra clase de sentimientos: pasión y lujuria.

Con rabia le arrancó la ropa interior y hambriento, pasó la lengua por la hendidura de su sexo. Estaba jugosa, pero eso no era ninguna sorpresa, siendo que no había parado de gemir mientras la disciplinaba.

—Eres una zorra...prácticamente estás rogando por esta cogida —le dijo, halándole los cabellos y ordenándole cambiar de postura; con sus rodillas apoyadas sobre la cama y su intimidad expuesta—. ¿La quieres dentro de ti? —Se desabrochó el pantalón y se sacó el pene; lo pasó por sus pliegues, frotándole el clítoris con su glande, y Nova gimió.

—Sí, la quiero. ¡Sí! —expresó, aferrándose a la sábana con ambas manos y retorciéndose de goce. La vejación le había avivado, y quería que se lo hiciera duro; tratándola como una perra, ‟su perra". Había perdido la dignidad, pero no le importaba; estaba dispuesta a hacer todo lo que él quisiera con tal de que la llevase al orgasmo.

Perry buscó un condón de la caja que guardaba en el baño y, con rapidez se lo calzó; le aferró la cadera con las manos y de un golpe, se introdujo en ella. Le tomó hondamente y el placer le deslumbró; su coño le cernía de la forma más perfecta, como si fuese un puño envuelto en seda.

Buscó su boca y saboreó su aliento, mientras le penetraba desde atrás. Metió las manos bajo su camisa; con estas, le estrujó los senos y le pellizcó los pezones.

Nova se dejó absorber por la emoción. Había tenido a otras pijas grandes dentro de sí, pero nunca se había sentido de aquel modo; como si estuviese a punto de romperse en pedazos; tan doloroso y al mismo tiempo, exquisito.

El orgasmo detonó en su vientre, con un intenso estallido que siguió latiendo por varios minutos; lo apreciaba en sus oídos, en su corazón, manifestándose a través de esas contracciones que se extendían desde su vagina hasta su esfínter.

¡Era asombroso!

Nunca pensó que su cuerpo pudiese reaccionar así; fue como si hasta ese momento, nunca hubiese sentido el éxtasis verdaderamente.

Fue capaz de sentirlo con todo su ser.

*

     Había sido la primera en emplear la violencia; le abofeteó y Perry reaccionó a su agresión, pero se sentía indignada. Él le había apaleado, haciendo caso omiso a sus gritos y suplicas; aquel trato era reprochable, nunca pensó que su primera vez juntos pudiese ser así; aunque lo que más le amargaba, era el tener que reconocer que aquel había sido el mejor polvo de toda su vida.

¨Está mal, todo esto está mal. ¨

¿Lo era realmente?; los límites morales no eran claros en su cabeza, como tampoco lo eran sus sentimientos.

Advirtió la navaja que estaba sobre la mesilla contigua y le tomó entre sus manos. ¡La locura se apoderó de ella!, no caviló sobre lo que hacía; se ubicó sobre Perry, y apoyó el arma contra su cuello.

Al sentir el peso de su cuerpo, él abrió los ojos.

—¿Qué esperas? —le alentó—. Rebana mi cuello, ¡vamos! Pon fin a todo...¡Hazlo! Maldita sea. Libérate de esto, libéranos a ambos.

Ella dejó caer la navaja. Sus manos temblaban y sus ojos lagrimeaban.

—No puedo...No puedo deshacerme de ti —afirmó con impotencia, al reconocer su flaqueza—, ¡estamos atrapados!

Se miraron a los ojos; luego, se besaron.

—Te odio, cuanto te odio —le dijo, pero lo que sentía en aquel momento era algo mucho más complejo que el aborrecimiento; era lo más intenso y profundo que hubiese experimentado en su vida.

—Y yo te odio a ti.

Nova se recostó sobre su pecho; él le envolvió con sus brazos y le acarició la columna vertebral con los dedos. La sentía temblar, también erizarse, así como su cuerpo igualmente lo hacía. Sentía su olor, su calidez, su suavidad; ¡la sentía en todas partes!, pero sobre todo en aquel órgano defectuoso que bombeaba la sangre a través de sus venas.

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora