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   Al escuchar ruido en la planta baja de la casa se levantaron de la cama, y apresurados, se calzaron sus ropas. Nova salió al pasillo sin devolverle la mirada; le dolían las piernas, los muslos, ¡todo el maldito cuerpo! A paso lento, entró a su cuarto; trancó la puerta y se dio una ducha. Necesitaba deshacerse de los fluidos de Perry; deseaba sacarlo de su sistema, aunque sabía que lograr tal cosa le sería imposible. Tras tener sexo, lo sentía más arraigado que nunca, cual parásito adherido a cada una de sus células.

La cena fue incómoda, los chicos apenas hablaban y ambos lucían atolondrados; Raymond y Vivian tenían un anuncio importante que darles, pero decidieron postergarlo un poco más.

Tras comer, se retiraron a sus aposentos; aunque antes, Vivian habló con su hija.

—¿Todo bien? Sé que fui dura contigo esta mañana, pero lo hice porque, ¡te amo!... Yo solo quiero lo mejor para ti.

—Lo sé, ma... —respondió afablemente—, y no estoy enfadada contigo.

—Entonces, ¿a qué se debe esa carita enojona que cargas?

—Por dramas del instituto; pero no te preocupes, no es nada grave.

—Sabes que siempre puedes recurrir a mí si deseas desahogarte... —dijo Vivian.

Madre e hija se abrazaron; después, Nova se recluyó en su cuarto.

Cerró la puerta con llave y se tumbó sobre la cama; procuró dormir, pero por más que trataba, no lograba conciliar sueño. Pasó toda la noche removiéndose bajo las sábanas, sin poder sacarse a su verdugo de la cabeza.

Al amanecer, se aseó y se acicaló. Se calzó un vestido estampado con flores, que combinó con zapatillas de color rosa.

Se repitió la rutina de cada día; su madre le deseo los buenos días, le dio dinero, y junto a Raymond abandonó la casa. En la cocina se encontró con Perry. No deseaba dirigirle la palabra, así que rehuyó de él. Bebió un vaso de zumo de naranja y mordisqueó un trozó de pan.

Se hallaba de espaldas, pero estaba consciente de que era observada por él. Sintió nerviosismo, también miedo; de sí misma, de aquella oscuridad que existía en su interior.

—Nova... —Pretendió tocarla, y ella le esquivó.

—¡No! —le gritó, pero Perry no se apartó; forcejearon, hasta acabar abrazados—. Suéltame...

—Tú no quieres que te suelte. —La aferró por la tela de su blusa y tomó su boca en un vigoroso beso; precisaba de su aliento, cual si se tratase de oxígeno. La necesitaba, con tanta agudeza que el pecho le dolía; y ella sentía lo mismo.

*

    En pocos días tendría lugar el baile de primavera, y el estudiantado no hablaba de otra cosa. Todos estaban muy entusiasmados al respecto.

—Katy y yo, iremos a la tienda de disfraces esta tarde. ¿Quieren venir? —les invitó Sean.

—Claro, suena divertido. ¿Qué dices, nena? —dijo Alex.

—Sí, hagámoslo —respondió Nova.

Por la tarde, las dos parejas se trasladaron a la tienda de alquiler. El lugar era grande y había infinidad de opciones a escoger. Alex estaba sobreexcitado, y no paraba de hacerle propuestas.

—¿Hermione y Ron?

—Definitivamente, ¡no!

—¿Daenerys Targaryen y Jon Snow?

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora